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El Mestizaje

Leía esta mañana un texto corto, escrito por una buena amiga, sobre su mestizaje cultural, que compartía con otra autora al verse reflejada. Visualizo una cadena, pequeña, hasta el momento, pero seguro, que una vez leído este mismo texto, alguien más se unirá y añadirá otro eslabón.

Celebro el mestizaje, disfruto el mestizaje y animo a reconocerse mestizo, de una santa vez, por favor, ya.

Estoy utilizando el concepto, no en sentido literal antropológico, para nada¡ No me refiero sola y únicamente a la mezcla de razas, lo utilizo para compartir la unión, la mezcla, la fusión de culturas, educaciones, pasados, costumbres, experiencias; para reconocer y agradecer la suma en lugar de la resta o división.

Somos la suma de un Todo, nos guste o no. Por ello no estamos obligados a cargar con todo, tenemos la oportunidad de trasformar, mejorar, ampliar, incluso abandonar, pero primero lo hemos de aceptar y agradecer.

Se puede elegir y se debe, con qué quedarse, por supuesto¡ Nos despedimos de lo que no interesa, de lo que no beneficia, de lo que nos queda ya pequeño, pero sin negar lo que dejamos, lo que descartamos, para más adelante identificarlo como algo que fuimos, que tuvimos también y saber que se puede dejar, acabar, descartar.

Celebro cada día mi mestizaje, agradezco mi pluralidad, mi capacidad de adaptación (nunca resignación) y saberme que formo parte de un Todo¡ Que soy y somos Luz y Amor y elijo ver en el otro su Luz y Amor, y sé que puedo elegir con quien y qué quedarme en este camino de regreso a Casa.

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El Reencuentro

La buena comida como el buen vino se saborea lentamente, se van descubriendo los diferentes aromas, sabores, la sinfonía del gusto. En la vida pasa algo muy parecido, a ritmo lento, vas viendo, sintiendo, entendiendo, aceptando e integrando la musicalidad de cada evento o suceso acontecido, hasta vibrar en armonía contigo misma y con el entorno.

Una nota te lleva a otra. Un instrumento da paso al siguiente, puesto que interpretamos una sinfonía y ninguno es más importante que otro porque todos formamos parte de esa orquesta universal perfectamente dirigida.

Este verano he tenido la suerte de asistir a varios conciertos maravillosos. Sin esperarlo, es como si me hubieran invitado a la Semana de la Música. De tanto en cuanto se organizan festivales, donde tienes la oportunidad de asistir a varios conciertos fuera de lo habitual y este ha sido el caso que hoy quiero compartir.

El regalo que el verano ha traído a mi vida. Los primeros frutos maduros, cerezas, peras de San Juan, que tanta ilusión me hacía de niña coger del árbol porque significaba que las vacaciones, estar en el campo, la libertad habían llegado, me ha recordado lo que este verano estoy viviendo. Curiosamente, me iba al pueblo a veranear con mis abuelos por San Antonio, el 12 ó 13 de Junio. Dejar la ciudad, el colegio, los coches, los edificios, el ruido e ir a Covides, era tomar contacto con la esencia de la vida, con lo básico y primordial para vivir y ser feliz. Al entrar en la casa, olía a verano con todo lo que implicaba la palabra Verano. Los abuelitos y la tía Mari me mimaban, me contaban historias de la guerra, pasaba de estar en una casa donde era la séptima y pequeña a ser la única niña de la casa. Me enseñaron a jugar a las cartas y celebraban todos mis triunfos. Me dejaban salir del jardín, de la delantera e ir a buscar a mis amigos del pueblo con quienes jugaba, acompañaba con el ganado, me metía en la cuadra a ver las terneras, corríamos a través del trigo e imaginábamos que estábamos en el mar nadando. Las espigas eran de nuestra altura, así que la edad rondaría por los 6 años? Es igual la edad, lo he vuelto a experimentar¡¡

Este año, para antes de San Juan, ya había empezado a vivir una serie de sensaciones que inundaban mi alma, mi ser, de felicidad, de gozo. Lo he titulado, el reencuentro, porque está siendo volver a encontrarme con personas que hacía tiempo no veía, y con personas que en esta vida no habíamos coincidido aún, pero que ha llegado el momento de volver a contactar. La alegría del rencuentro ha sido infinita, risas, abrazos, compartir experiencias, intercambiar información.

Ver por primera vez a una persona y saber por nuestras miradas que nos conocemos de siempre, madre mía¡ que emoción. Y entre risas, decir, «Ya era hora».

Este verano está siendo una lluvia de información, de aprendizaje, de diversión, de retos y confrontaciones conmigo misma, de integración, de descubrimientos y alegría. Está siendo un verano como «los de antes», cuando era una niña llena de ilusión, que según me despertaba sabía que algo maravilloso iba a ocurrir, algo nuevo, desconocido. Poder vivir la aventura diaria sin la presión de los horarios, conectando con mi propio ritmo, es un verdadero placer.

Estoy pasando unas vacaciones sensacionales, si, sensacionales de sensación, de vibrar con la Naturaleza salvaje, con las personas maravillosas que la Vida ha puesto en mi camino y que me ha traido a lugares divinos. Donde he podido apreciar con mis propios ojos, como la Vida surge de las cenizas. Pisar lava y ver la Fuerza de la Vida brotando en forma de flor, de arbusto o de árbol ha sido la confirmación de mi propia vida de como todos somos capaces, gracias a nuestra Energía Vital de resurgir de nuestras propias cenizas, como el Ave Fénix.

Vibrar con la Vida, bailar al ritmo de nuestro corazón, fluir con los acontecimientos es introducirte en la gran Sinfonía del Universo, sintiéndote parte de la gran Orquesta Universal está siendo el regalo de «fin de curso».

Mi corazón estalla de agradecimiento, de alegría y de confianza. Vivo el instante y recojo los frutos maduros, la cosecha de todo un año. Gracias a todos los que habeis participado de este Milagro. El milagro de el reencuentro con, por supuesto¡ también conmigo misma, con mi ser.

Mª de Lourdes

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Los Reyes Magos

Es el segundo año de mi vida que el día 5 de Enero no he puesto el zapato para que los Reyes me dejen regalos. El pasado año me encontraba de viaje y reconozco que sentí nostalgia por no celebrar ese día tan señalado en mi biografía. Lo pasé muy bien, estaba contenta por lo que estaba viviendo pero no pude relacionarlo con el día de Reyes.

Todos los cambios que estaban apareciendo en mi vida a cual mejor, en ningún momento tuve la conciencia para hacer la relación que he podido disfrutar ayer, 6 de Enero, día de Reyes.

Me desperté y saboree el típico Roscón. Me vuelve loca, untarlo en el café y disfrutar de ese sabor tan familiar que me remonta a mi niñez, a la ilusión y nerviosismo de entrar en la sala y ver que han dejado los Magos.

Ayer fue exactamente igual, como una niña, esta vez sin chocolate, me levanté de la cama y corriendo acudí al salón. No había zapatos, no había paquetes con lazos, estaba todo como un día normal, sin embargo, ayer, por fin, volví a disfrutar de esa mañana mágica que se repite cada 6 de Enero.

Con la taza en la mano, en silencio comencé a ver todos los regalos que este año me han ido dejando los Reyes Magos. Han inundado mi vida de magia. Han cambiado mi visión y me han dejado el regalo de ver más allá de la tradición, de la costumbre y como si corriera un telón, fui apreciando como a lo largo de este año me han ido poniendo en mi vida regalo tras regalo que he ido abriendo, descubriendo y disfrutando.

Me reía sola, alegre del gran descubrimiento. He debido ser muy buena, me decía, pues este año se han portado muy bien conmigo.

Buscando en el diccionario el significado de Epifanía, nunca he sabido qué quería decir, veo que es revelación, manifestación, entre otros significados y explicaciones. Y así fue, tuve la inmensa suerte de ver más allá y de disfrutar muchísimo de esa mañana. No acabó ahí, claro está. Todo el día estuve feliz, saboreando no sólo la Rosca o Roscón, la comida buenísima a la que fui invitada con unos buenos amigos, las conversaciones divertidas, la complicidad, estuve feliz como de niña, admirada y contenta viendo todos mis regalos. Ahora entiendo por qué no puse zapato, ¡no hubieran cabido¡

Esta mañana, he seguido con la alegría del descubrimiento y me ha desaparecido esa especie de tristeza que tenía por no disponer de los medios para comprar regalos a la gente que amo. Me hubiera gustado repartir paquetes con algo especial, no lo pude hacer y sin embargo, estaba contenta. Si, por primera vez en mi vida he valorado lo que yo puedo regalar a los largo del año, no sólo un día especial. Igual no va envuelto en papel y lazo, igual no se ve, igual, incluso la persona tarda en apreciarlo, como me ha pasado a mí, pero yo ya he cambiado de «registro».

Puede haber muchísima crisis, no lo dudo; podemos estar en números rojos, también; podemos tener unos gastos fijos que impidan hacer algún pequeño extra, por supuesto; pero yo he tenido unos Reyes fantásticos y estoy contenta porque no me siento víctima de la situación económica, sino que también puedo dar unos regalos para mi muy valiosos y bonitos.

Pero qué me han dejado ayer estos Magos? Madre mía¡ El apreciar sus regalos, me parece muy bien, pero apreciar lo que yo pueda regalar sin tener que ir a comprar nada? Nunca en mi vida había tenido esta sensación, me parece un poco o un mucho atrevida, pero si, así es. Y lo hago extensivo a todos. Todos somos capaces de regalar algo maravilloso, bonito, práctico, sutil, efímero, para «toda la vida», actual, moderno, clásico… en fin, miles de adjetivos pueden salir al admirar lo que tenemos dentro de nosotros para regalar, porque cada uno de nosotros somos un Regalo, que hemos de abrir y descubrir.

Podrá haber crisis económica, nos comerán a impuestos, nos quedaremos secos a cuenta de las multas, pero nuestro corazón con todo lo que guarda, nuestra magia personal, eso no nos lo quita nadie si no queremos, al contrario, podemos cada día cuidarlo más para que sea mayor y así hacer mejores regalos cada año.

Que bien, verdad? A que es una gozada empezar el 2014 cambiando algún que otro «registro»?

Mª de Lourdes 

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La estrategia del caracol

 

Hace muchos años, allá por finales de los 80 o principios de los 90, vi una película, creo colombiana cuyo título era La Estrategia del Caracol. Me pareció buenísima en su momento, y siempre he tenido ganas de volver a verla; la he buscado por los videoclubs y no aparece, debe estar descatalogada. Es posible que alguien de los que me lea, la conozca y me diga donde y cómo puedo conseguirla. Pero mientras eso ocurra la nombro para hacerle un pequeño homenaje desde estas páginas.

Fue la que me inspiró, la que puso palabras a una necesidad que siempre he tenido, y no sabía cómo llamarlo:  «hacerme caracol». Amigas mías, si me leen, sonreirán acordándose de la consigna. Ellas sabían que cuando estaba en fase caracol no salía, no llamaba, desaparecía, salvo para casos de verdadera urgencia, de lo contrario yo me guarecía en mi cueva, me metía en mi caparazón protegiéndome de toda influencia externa.

A lo largo de mi vida lo he seguido haciendo y cada vez me resulta más imprescindible. Soy sociable por naturaleza, me vuelve loca estar con mi gente, y además  conocer personas divertidas, con sentido del humor, creativas, valientes. Me lo paso genial y disfruto muchísimo. El placer de quedar con un amigo-a, a charlar tranquilamente, a contarnos cómo nos va la vida, a compartir nuestros últimos descubrimientos y avances; el placer de una reunión, de una tertulia intercambiando opiniones en un lugar cómodo y agradable, me parece que nunca lo abandonaré; y no quiero dejar de mentar, lo que se entiende por una buena juerga. Eso que llegas a casa partiéndote de risa y al día siguiente sigues riéndote de las bobadas que has hecho, dicho y compartido, incluso a veces, ni te acuerdas y te viene una culpabilidad…de narices, que la intentas acallar llamando a los de la juerga y tímidamente pregustas, me pasé ayer con alguien? Estuve borde?. La respuesta llega como una ducha templada y relajante, no pasó nada de lo que me pueda arrepentir. Perfecto, así dispuesta para la próxima. Si a esto añadimos música y baile, vaya, lo máximo. Si, acepto con toda la tranquilidad del mundo mi vena «bohemia» y suelo estar bastante dispuesta a armar una.

Pero volviendo al caracol, también mi estrategia de molusco ha sido apartarme del «mundanal ruido» encerrarme en mi concha, quedarme en casa y ordenar, limpiar, tirar. Otras veces, tumbarme y no hacer absolutamente nada, nada más que descansar. Hacerme caracol podía ser perfectamente salir a la calle, pasear sin rumbo fijo, meterme por calles, mirar tiendas, o no, dependía del día; meterme en el coche e irme de excursión a cualquier lugar que no conociera. Subirme en mi vespa y tomar caminos distintos, meterme por calles que nunca había pasado. No esperaba nada en concreto, ni idea de lo que buscaba, simplemente era una necesidad, como otra cualquiera de estar sola conmigo misma. Eso sí, siempre intentaba encontrar un lugar agradable donde poder sentarme, tomar algo, sacar mi libreta, mi pluma Mont Blanc (soy fetichista nata) y ponerme a escribir.

Un requisito indispensable era no ir a lugares conocidos, tenía que haber el factor sorpresa, el dónde acabaré, qué encontraré, era fundamental. Así he conocido sitios tremendos, que según llegaba, me entraban las ganas de salir por patas. Pero también lugares maravillosos, que me quedaba absorta, sorprendida y con ganas de gritar dando gracias por semejante descubrimiento,  que luego me ha encantado compartir. Mostrarlos, con el temor e inseguridad, de que igual no les iban a parecer tan geniales como a mí, pero siempre han sido muy apreciados. Igual que mis rinconcitos, como les llamaba, he descubierto música, librerías, restaurantes, barcitos, tiendas, personas que no he vuelto a ver pero que me regalaron su tiempo y un rato inolvidable.

Esta necesidad, por llamarle de alguna manera, me ha acompañado siempre. He cambiado de ciudad, de país, de continente. Y no sé cómo me las arreglaba o arreglo para encontrar mi momento caracol. Repito, me puedo quedar encerrada en casa, en la habitación del hotel, o puedo salir al exterior, pero eso sí, sola. Perderme en el silencio,  entre la multitud, fundirme con la gente, y si no hay, simplemente con el paisaje y dejarme llevar.

Es curioso pero me he dado cuenta que a lo largo de mi vida, esta necesidad se ha acrecentado y cuanto más diferente, más desconocido a mí sea el lugar, la gente, las costumbres, más me gusta. Para esto no hace falta salir muy lejos, muy cerca de mí, he visto y conocido cosas totalmente ajenas y distintas; al mismo tiempo, muy lejos de mis orígenes, ha sido, precisamente, donde mayor empatía he sentido y mayor identificación en proporción he tenido.  Es la magia de la vida, donde menos te imaginas, conectas de una manera increíble. Se crea un momento mágico donde ocurren miles de cosas maravillosas, que te aclaran, que te centran, que te impulsan a seguir viviendo, que reafirman que vale la pena estar en este mundo.

Para terminar, quiero añadir que estoy muy agradecida al caracol y a su forma de estar en este mundo. Me ha enseñado a guarecerme ante una ligera agresión, a esconderme bajo una capa protectora; pero también me ha enseñado a ir con mi casa a cuestas, muy ligera de equipaje, dispuesta al viaje y a la aventura siempre que se presente la oportunidad. Me ha enseñado a aislarme del mundanal ruido y a concederme el tiempo de soledad necesario para enriquecerme, para nutrirme, para conocerme, para gestar proyectos, para crear mi vida y así cuando estoy con mi gente poder dar lo mejor de mí, poder compartir mi experiencia, mis descubrimientos y la magia de la vida, que es lo mejor que hay en este mundo.

 Gracias caracol por tu ejemplo.