Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos

El empujón

A quien no le han dado un empujón alguna vez y le han sacado de la fila, le han quitado el único asiento del bus o del metro, le han apartado para colarse en la barra de un bar y pedir su consumición. Hay alguien que nunca le haya pasado? Es más, me imagino que hasta los que más se han colado, alguna vez, se han sentido empujados.

Te sientes fatal, la rabia comienza a bullir por dentro y depende de cada uno, o te la tragas en ese momento y la vas sacando por los ojos, dirigiendo la mirada fulminante al causante, o le pegas otro empujón más fuerte y le retiras mirándole con furia y dándole a entender qué quién se ha creído que es.

Hay diversos tipos de empujones, unos los recibes porque molestas, estás en la línea de acción de alguien y quiere quitarte de en medio, como sea, y como seguro tiene prisa, pues utiliza lo más rápido y fácil, el empujón.  El sujeto de la acción puede o no ser conocido, da igual, simplemente estás donde no quiere que estés, y vasta, no hay más explicación que valga.

Sobra decir que el empujón puede ser físico o no. Igual no llegan a tocarte pero vaya, que te «empujan» fuera, seguro. Utilizan otras «fuerzas», no las físicas pero sí las psicológicas, emocionales, indirectas, a través de la difamación o de la descalificación. En fin, vuelvo a decir, quién no ha padecido una de éstas?

Otro tipo de empujón es el del castigo. Aquí vuelves a recibir un impacto que te deja lerdo, atontado, no entiendes nada, porque este tipo de castigo suele ser motivado por lo mismo que el otro empujón, por el hecho de ser y estar en el mundo de manera molesta para el castigador. Si, sí, este empujón es impresionante, molestas. Molesta tu forma de ser o de vivir y, como tiene prisa el victimario, pues no se detiene a comentártelo, a pedirte que te apartes que no quiere verte, se limita a, sin tú saber la causa, a apartarte, pero esta vez, no de la fila o cola, no, esta vez intenta apartarte de tu camino. Sacarte de tu senda, porque no quiere que vayas por ella, su deseo es que vayas por donde él te indica. Si no haces caso, se lo toma como algo personal y te persigue castigándote. El castigo en este caso toma los efectos del comentado empujón. Qué pesadez, otra vez, a volver a tu camino, pero entre empujón y empujón te hace perder mucho tiempo, ya que cada vez son más fuertes, con la clara intención de a ver si aprendes a obedecer.

Para detectar estos empujones, una manera fácil es observar cómo te sientes después de estar con ciertas personas. Si acabas agotado, sin ganas de continuar, habiendo olvidado de golpe todo lo que te hacía estar bien, con alegría y entusiasmo, aquí tienes, un empujón. Si además de sentirte así, aparece la confusión, no sabes qué pintas en esta vida, que todo lo haces mal y nunca has tomado una buena y correcta decisión, entonces ya el empujón es muy fuerte.

Una vez que reconoces a estos empujadores profesionales solo te queda el apartarte lo más lejos posible de ellos y no caer en la tentación de acudir a su llamada, sea para lo que sea. Luego, si aparece algún desconocido, poco a poco, comienzas a detectar que te está empujando y sales corriendo.

Pero para terminar voy a comentar el empujón maravilloso, el que te hace seguir con tu Idea, proyecto, propósito. El que te empuja hacia arriba, el que te da un impulso para no desistir, para no seguir autocompadeciéndote sino que te muestra tu valía personal. Es la persona que te anima cuando tus fuerzas flaquean, es la que en un momento dado te hace reírte de ti mismo y te provoca al mismo tiempo lágrimas y risas que limpian tu mente para ver con claridad. Es el sabio consejo que te indica un error cometido que te está paralizando. Es esa mirada cómplice en un momento de nerviosismo, o cuando te sientes fatal por haber metido la pata.

Son tantos los empujones de este tipo que voy recibiendo a lo largo de mi vida que no acabaría nunca, pero hoy, justo hoy, he recibido uno nada más coger el móvil. Una amiga a través del whatsup, con una sola frase que me dice, me ha dado un gran empujón para continuar.

A ella, que siempre tiene la frase que me hace falta en su boca, junto a todos los demás que no paran de empujarme, para que «no me salga», para que no huya, digo, que cada vez somos más los que empujamos a ser «uno mismo», a vivir nuestra propia vida sin molestar a nadie, sin necesidad de apartar a nadie de su camino. Gracias.

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Escritura Creativa · Objetivo, Metas, Propósitos

Venga, va¡ que podemos

Como todos los oficios, el de escribir se lleva diferente cuando una está de buen humor, contenta y entusiasmada. Te entran ganas de contar todo tipo de tonterias que te van ocurriendo y que, debido al estado de alteración, te parecen importantísimas y de lo más relevantes. Suerte para los lectores que al releer lo escrito, te das cuenta que «eso no se puede publicar», no todo, al menos, hay que borrar unos cuantos párrafos.  De la misma manera, cuando estoy con el ánimo bajo, saturada de emociones y percepciones no muy positivas, elijo no publicar todo lo que escribo porque lo que me sale tampoco es «publicable».

Claro que el estado óptimo es el equilibrado para realizar no sólo cualquier oficio, sino para vivir, en el ámplio sentido de la palabra. En eso estamos, en hallar ese estado y una vez hallado, saber mantenerlo. Nadie dijo que fuera fácil, pero ya vamos contando a lo largo de nuestra vida con indicadores e indicaciones para no sentirnos solos e incapaces de lograrlo.

Lo que si ya «huele mal» es la queja, el lamento, el «no puedo», mudo o compartido. Cada día más, la vida nos pone delante unos retos más duros, porque aún nos cuesta pedir ayuda, aceptar que vale la pena intentarlo. Parece que no hemos tocado fondo y que queremos mantener todo un estado de creencias limitadoras, todo un falso poder de control por el «pinche» miedo a lo desconocido. A lo que me pueda pasar, a lo que puedan pensar … Este mundo que hemos creado entre todos está estallando por todos lados, y pidiendo a gritos una profunda transformación de cada uno de nosotros.

Sí, tenéis razón los que estáis pensando que Lou está de genio. Estoy de genio, indignada, diría yo, por eso hoy comento que vale ya de tanta «pereza», de tantas escusas para no hacer nada nuevo, para no salir de la rutina, para seguir manteniendo este «orden social» que atrapa, aprisiona y esclaviza.

Buscar la felicidad es buscarse a uno mismo, dentro de cada uno de nosotros está el Camino. Somos creadores de nuestras trampas, de nuestras limitaciones, por tanto somos responsables de lo que nos ocurre, de cómo nos sentimos y de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor.

Y, para terminar, entiendo que responsabilidad no es más que tener capacidad de respuesta. Qué hago hoy, ahora, por estar mejor y así mejorar mi entorno.

Gracias a todos por leerme, gracias a todos por darme el espacio para compartir. Tengo plena confianza, que entre todos vamos a ir aportando un granito de arena cada día respondiendo ante la «prisa del Universo», ante la Fuerza Creativa del Amor, para ir creando un verdadero mundo mejor.

Objetivo, Metas, Propósitos

Delegar

A veces se tienen tantas ideas en la cabeza que resulta complicado llevarlas a cabo. Lo mismo pasa con las obligaciones, responsabilidades, deseos, planes… «Cuántas cosas tengo que hacer, ¡que barbaridad! y no tengo tiempo para nada». Cuando oigo decir esto, algo me resuena, se enciende una luz amarilla indicando que hay que escuchar entre líneas. «Estoy agotada, me duele todo el cuerpo», es otra de las frases que escucho y que suele ir acompañando a la anterior.

En un principio, me alegra oír decir esto, me lleva a pensar que hay muchas ideas por llevar a cabo, innovaciones, que hay mucha creatividad esperando a ser mostrada y que es cuestión sólo de tiempo. «Que bien» exclamo, «que maravilla que te falte tiempo para hacer todo lo que te gusta, todo lo que te apetece, esto quiere decir que tienes muchas cosas, sueños, planes, proyectos por hacer y que tan sólo has  realizado una parte, estás muy joven, tienen planes, que bien». Mi alegría molesta, incomoda y de inmediato como mínimo se me indica que no he entendido nada, que vuelvo a equivocarme.

Me disculpo por no haber entendido absolutamente nada y sigo escuchando a ver si me entero esta vez. Cual es mi asombro cuando se me dice que no se trata de que uno esté cansado por un exceso de trabajo simplemente, no, ¡que va! se está agotado por NO HACER absolutamente nada de lo que se quiere, de lo que gusta, de lo que da satisfacción.

En el metro, en el coche, a solas voy dándole vueltas a la conversación y pienso que a veces hacer lo que uno realmente quiere conlleva mucho esfuerzo por el conflicto que ocasiona. Un conflicto personal, una lucha de «voluntades». Es como si nuestra voluntad estuviera dividida y dos fuerzas contrapuestas tiraran de nosotros. Dar la razón a la voluntad de hacer lo que se nos impone, de lo que creemos que «debemos hacer», de lo que marca la tradición, la cultura, el ejemplo a seguir, agota, eso es lo que nos deja hechos un trapo. Cuando llega la noche y vemos que en todo el día no nos hemos dado ni una satisfacción, que toda nuestra actividad ha estado dedicada a realizar acciones que no nos aportan buen humor sino un resentimiento callado, una rabia contenida y una necesidad imperiosa de cambiar de vida, con el sentimiento de fracaso de que no podemos, de que ya es demasiado tarde, no podemos dormir, no descansamos, porque la otra fuerza, la «otra voluntad» nos grita, nos demanda que le hagamos caso.

Nadie dijo que fuera fácil hacerle caso. Sin embargo, probar de vez en cuando nos puede tranquilizar y demostrar que tampoco es para tanto. No propongo un giro radical a nuestra vida, ni tampoco cortar por lo sano con todas las obligaciones, simplemente, esta noche, cuando aparezca la sensación de frustración, en lugar de auto compadecernos por nuestra «mala vida», nos regalemos unos minutos para escuchar que nos gustaría hacer al día siguiente. No vale repetir algo que ya hayamos hecho, sino hay que intentar hacer algo nuevo. No importa si no aparece al instante, se trata de en la cama esperar a que llegue esa idea nueva para llevar a cabo y, a cambio,  dejar de hacer algo que hacemos siempre y que nos «molesta».

Para terminar diré que algo que nos produce mucho cansancio y dolor es no delegar. Continuamos con obligaciones que han caducado, no nos tocan ya, pero que hacen que nos encontremos imprescindibles. La falta de confianza en «los otros» de que sean capaces de desenvolverse por si mismos, se lleva cargando sobre los hombros y duele un montón.

La satisfacción al escuchar lo buenas que somos, lo sacrificadas, lo responsables, todo lo que hacemos por los demás, llámese hijos, maridos, madres, no nos llena plenamente. Igual, si decimos que no a algo y ese pequeño rato lo dedicamos a hacer alguna actividad que nos guste, que nos de satisfacción, vamos viendo que sin nuestra presencia y cuidado absoluto se saben defender, saben organizarse y salir adelante perfectamente. Luego vendrá preguntarnos si nos ha compensado o no. Hay quien elije ser victima de la situación, estar en la auto compasión y en la queja y hay quien elije salirse de esa espiral, actualizar su realidad, no querer ser imprescindible y delegar responsabilidades ajenas para poder hacerse cargo de su propio «bien estar» y «buen humor».

Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos

El placer de cocinar

Comunicar, entregar, compartir lo que se, lo que siento, lo que experimento se está convirtiendo en una verdadera necesidad, en un placer.

Dicen que hasta los 4 años no hablé, sólo emitía sonidos para hacerme entender y se ve que lo lograba. A consecuencia de este «enfado» (no me daba la gana de hablar), ha sido muy fácil escuchar la broma de pues quien lo diría, ahora no callas, entre otrosSer charlatana era lo que más escuché de mis queridas monjitas o señoritas del cole. A mí me llegó como el mayor rasgo de mi carácter, todo lo demás no debía ser importante, yo era charlatana. A esto hay que añadir que también me definían como distraída, con lo cual entré en la adolescencia, sabiéndome habladora y distraída.

Con el paso del tiempo fui ampliando el conocimiento de mí misma gracias a la opinión que despertaba, y pude añadir,  que me había convertido en una chica alegre, repetidora, dispersa, insustancial, nunca los pies en la tierra, egoísta, escurridiza, loca, irresponsable, inmadura, inquieta, nerviosa y al mismo tiempo, baga, perezosa. Muchos más, por supuesto,  pero ahora, como mujer madura, veo con claridad que fueron estos rasgos de mi carácter o personalidad los que me han pesado enormemente y han ejercido mucho poder, consciente o inconsciente, a la hora de elegir, a la hora de tomar una decisión. Su poder no fue absoluto,  no llegó a frenarme, a paralizar mis deseos o anhelos, simplemente a hacerme sentir muy culpable y a gozar de una autoestima por los suelos.

Como mujer aprendí a cocinar muy pronto, a saber hacer una comida con los ingredientes que tuviera en la nevera y despensa en ese momento, y además que estuviera rico. Hay que reconocer que eso tiene ser mujer, entre otras cosas. Así que ni corta ni perezosa, fui aceptando estos ingredientes que me configuraban con otros que fui adoptando y empecé a «cocinarme», a trasformar, a elaborar mis propios ingredientes. Como buena cocinera, busqué diferentes «recetas», escuché muchas opiniones de otras «muy buenas y experimentadas cocineras» que me indicaban ingredientes que no conocía de mi propia despensa.

Si coges harina y te la comes, es horrible, malísima, sin embargo, si la mezclas con leche, mantequilla, sal y un poco de nuez moscada, sale una besamel  o bechamel deliciosa. De donde puedes hacer croquetas, buenísimas; canelones, deliciosos, bien gratinados con queso, humm, que delicia. Todo esto como un simple ejemplo, que se me acaba de ocurrir, pero vaya, hay miles de ingredientes que si no pasan por un proceso, no hay quien los coma y en cambio, después de un lenta y buena elaboración pueden llegar a ser exquisitos.

Por favor, ruego abstenerse de caer en la trampa de la mente racional inquisitiva y negativa y responder, ya, pero no es fácil hacer bien una bechamel, con grumos es repugnante; hay croquetas que no hay quien las trague. ! Por supuesto¡ pero si algo hemos aprendido las mujeres es que no somos perfectas pero a base de insistir y de paciencia acabamos por aprender y a hacerlo…bueno, no del todo mal. Vale?

Después de cocinar un plato con cariño, ilusión, delicadeza, paciencia me encanta sacarlo a la mesa y que lo disfruten los comensales, es decir, compartirlo. Por eso, como estoy aprendiendo a «cocinarme» disfruto compartiendo con todos vosotros lo que voy elaborando con mucho cariño, paciencia y dedicación.

No hay ingrediente malo, unos son más complicados que otros, precisan de una mayor conocimiento para trasformarlos y poder utilizarlos a nuestro favor, no en nuestra contra y además tenemos la inmensa suerte de no caducar. Cada día nuevo, regalo de la Vida, estamos a tiempo de abrir nuestra propia despensa y sin miedo, con tranquilidad y ternura comenzar a cocinar algo rico para compartir, intercambiar e irnos alimentando con todos los platos buenísimos que sabemos elaborar. Os animo a hacerlo.

 

Objetivo, Metas, Propósitos

Bienvenido Otoño. ¿Te atreves con el desapego?

Ya estoy de nuevo mirando por la ventana, me quedo absorta viendo el tronco del peral, las hojas y las peras que hay por el suelo y las pocas que quedan en el árbol. Pienso que he de hacer compota, no se pueden desperdiciar, aunque darles un buen mordisco también me gusta, bueno me gusta mucho más, siempre y cuando conserven ese punto de verdor, esa dureza que provoca ese ruidito al morderlas  y lo suficientemente maduras para que se me caiga el jugo por la comisura de los labios.

De vuelta del jardín a mi ordenador, con la pera en la mano, disfrutando del fruto semi maduro. No es el prohibido, no es una manzana, esta vez me como una pera y no por ello dejo de disfrutar. Afortunadamente también encuentro placer en lo permitido, menos mal, eh? Pero hoy no quiero hablar de lo prohibido, no,  quiero comentar no sólo el placer de lo permitido sino incluso de lo muy recomendable.

Hoy mirando el árbol a través del cristal me he acordado que ayer comenzó el Otoño. Me encanta esta estación, por el colorido del paisaje, por todas las esperanzas y sueños que encierra el Otoño. Una vez de vuelta de las vacaciones, es como si nuestros sueños y los nuevos proyectos tomaran más fuerza y vuelven a surgir. Se parece al primero de año, «Año Nuevo, Vida Nueva», que todo invita a tener buenos propósitos. Ahora, en esta estación comenzaba el nuevo  año escolar y  arrastramos la costumbre de la emoción de empezar de nuevo, qué más da un año o un curso.

Conversando con una paciente y amiga, que es justo hoy su cumpleaños le comento que sería bueno  encontrar información sobre el significado simbólico del Otoño, y me lee un texto muy bonito que habla de la caída de las hojas, de los paseos por el bosque y lo que más me llama la atención de todo lo relacionado con esta estación es  el desapego. Si, si, el Otoño, entre otros muchos significados, nos recuerda cada año la importancia del desapego.

Como voy a realizar nuevos proyectos, como voy a llevar a cabo alguno de mis sueños, si antes no me he desprendido de viejas costumbres que boicotean mi creatividad. Como voy a comenzar «un nuevo curso» si tengo todavía creencias que me tienen bien sujeta y agarrada, que me impiden avanzar. Como voy a comenzar una nueva etapa ágil, ligera con ilusión y esperanza,  si voy cargando resentimiento,  envidia, soberbia y mucho, mucho miedo.

Me encanta el Otoño, es una maravillosa oportunidad que nos brinda la Vida para renovarnos, para sacudir todo lo viejo o inservible. De nuevo la Naturaleza nos indica los pasos a seguir para estar y ser cada día mejor. Es tan fácil observarla, es tan fácil fundirnos en ella y esperar a que nos hable.

A mí me ha gustado y costado mucho realizar ejercicios de desapego a lo largo de mi vida. Confieso que a veces me he pasado, he llegado a desprenderme con amor de muebles, ropa, personas, lugares, sueños, ilusiones, en fin de todo aquello que sentía era necesario decir adiós. Luego, al cabo del tiempo he ido a buscar alguna cosa y me he vuelto loca hasta caer en la cuenta que le dije adiós en un momento dado. Y es ahí donde aparece la duda, habrá valido la pena? Funcionará esto del desapego? Siempre me acuerdo de mi Barbour, que tanto servicio me hizo y tanto me gustaba, por poner un ejemplo al azar. Bueno pues cuando me invade la duda, paro de golpe y observo mi vida desde aquel momento que me desprendí de algo que realmente sentía desde mi corazón que debía hacerlo.  Se trata de decir adiós con amor y agradecimiento a algo que ya no es imprescindible o que dificulta mi Camino con la esperanza de dejar espacio a lo nuevo. Con la confianza de que la Vida tiene esperando algo mejor para mí. Con la certeza de que hemos venido a este mundo a ser felices y que nos merecemos lo mejor. Que hay una fuerza creativa que nos ama intensamente. No apegarse a las emociones, a las propiedades, a las relaciones conlleva cambios, conlleva un espacio-tiempo de vacío, que asusta. Nuestra idea de seguridad nos engaña haciendo que temamos más al cambio que al dolor, que al sufrimiento, que al aburrimiento o monotonía de una vida sin alegría, sin retos, sin ilusión. Preferimos quejarnos de nuestra situación que hacer algo por modificarla, por el simple miedo a la pérdida de algo conocido, donde nos sentimos mal pero seguros. Sin embargo, una vez experimentado, una vez que nos hemos atrevido a dar el primer paso, la duda desaparece una vez vistos los resultados.

Me ayuda desprenderme de un objeto que simboliza para mí una emoción, una tendencia, una situación de la que me quiero desprender. Hago una especie de ritual y vuelvo a darle las gracias por el servicio prestado hasta ahora. Acordaros que todo es energía y ésta, según dice la ciencia y la con-ciencia, ni se crea ni se destruye, se trasforma y esto es lo que pido a la Vida, una trasformación, una renovación de mi misma, de mi vida. Una ayuda para seguir evolucionando, para seguir el Camino, mi Camino hacia la plenitud, hacia la serenidad, hacia la Unidad, hacia el Amor.