Alimentación, nutrición, desintoxicación · Sanación · Técnica metamórfica

¿Qué tal comes?

Processed with MOLDIV
Processed with MOLDIV

Hola, ¿cómo estás? Espero que muy bien. Hoy  quiero compartir contigo algo a lo que doy mucha importancia. Soy una más  de las que necesita cuidarse y, por tanto, elijo cuidarme. Quiero sentirme bien, con energía, con un excelente ánimo que me ayude a vivir el día a día con ganas, con ilusión, disfrutando de todo. Me parece básico cuidar mi salud, física, mental y emocional.  Sin embargo, he de reconocer que no me ha resultado fácil, me daba pereza, por ejemplo, hacer jercicio cada día. Ni te cuento, meditar y recapitular. Empezaba con mucho ánimo pero poco a poco me dejaba llevar por miles de tentaciones y posponía todo tipo de «buenas intenciones». Sin embargo, no haber silenciado esa voz interna que me rogaba no abandonar, mi perseverancia, el no «tirar la toalla», o mi firme Propósito ha logrado integrar en mi vida diaria una serie de hábitos que me ayudan a sentirme bien conmigo y con mi entorno.

Hoy solo te propongo uno de ellos, cuidar, atender, poner conciencia en la alimentació. 

Te comento un simple ejercicio para que lo practiques ahora o luego, cuando quieras, vas a ver qué bien te viene:

¿Cómo te sientes ahora? si, en este momento. Te sugiero que  cierres los ojos y pares tu actividad mental. Inténtalo  por unos minutos. ¿Te cuesta? Seguro que más de lo que te gustaría, eh? Cuando te digo «parar la actividad mental» me refiero a que saques tu testigo personal, esa parte de ti que te observa sin juzgar, tan solo, siente, mira, ve. No te agobies si te vienen pensamientos, déjalos estar, pasar, simplemente obsérvalos sin «engancharte» en ellos, y vuelve a observar cómo y qué sientes. La respiración te ayudará bastante a conectar, observa como inspiras y expiras. Seguro que lo has hecho miles de veces. Parece que todo se pare, verdad? El lugar donde estás adopta otra dimensión, los ruidos se transforman en sonidos que puedes identificar, sientes el roce de tu ropa y poco a poco, tu cuerpo, las tensiones, ¿estás muy llena? ¿Tienes hambre? Respiras, poco a poco te vas conectando contigo…

Ya sabes que  la Técnica Metamórfica y todo lo que practico empieza en la conexión con tu cuerpo; sentir, atreverte a sentir; percibes tu Energía, sientes y aceptas emociones, dolor, alegría… para llegar a conectar  con tu Maestra Interna, con el Ser. Me gusta hacerlo de una manera sencilla, para que poco a poco te vayas familiarizando con todo ello, disfrutando de tu transformación, de tus avances. Que vayas entendiendo qué te está pasando y cómo eres capaz de mejorar  y de transformarte. «El hacerlo fácil y divertido» forma parte de mí. Me encanta acompañarte para que, al inicio, no te sientas perdida, no «abandones» y así, logres tu autonomía, conociendo sencillas herramientas que vas poniendo en práctica. Y por eso, hoy te paso una información que a mí me ayuda, me «lo pone fácil», me hace ameno lo que elijo hacer, que es cuidar mi cuerpo, alimentarle y nutrirle para recuperar energía. Me resulta fundamental tomar conciencia de qué como; para qué como; cuándo como;  cómo cuido y nutro mi cuerpo; qué conexión tengo con él;  libero o retengo; digiero o rechazo… Porque mi cuerpo es mi vehículo. Es el que me permite ser, estar, interactuar, sentir, gozar, me lleva donde he de ir, es mi conexión con la materia, con la Tierra, por eso me gusta escucharle, cuidarle. Dicen los que saben, que el cuerpo nos habla y, de verdad, ¡cuánta razón llevan!

Aquí te comparto algunas de las  webs que sigo, porque me gustan y me ayudan muchísimo a alimentarme con una mayor conciencia. https://nuriaroura.comhttps://www.martinaturalbienestar.com. hoy comemos sano.com    http://annalfaro.com/2017/05/24/sobrevivir-la-celiaquia-barcelona/;  www.rawcosmos.com

Seguro que hay muchas más, busca, investiga, elige tú y comparte, difunde lo que te ayuda a vivir en plenitud. Me acuerdo hace más de 20 años cuando comencé a cuidar la alimentación. ¡Madre mía! en mi entorno más cercano era un auténtico bicho raro. Productos ecológicos, integrales… me resultaba complicado compaginar estos descubrimientos con mi cotidianidad.

Fue Carmen Dacosta pionera en nutrición, quinesóloga y una gran profesional, la que me guió. No entendía lo que me hacía cuando me testaba pero había algo en mi que sabia que estaba en muy buenas manos. Seguí, con verdadero esfuerzo, sus dietas mensuales, admirada de la mejoría, era alucinante. Fue con ella que conocí y experimenté, por primera vez el significado de «liberar toxinas», «crisis  curativa», pero me resultaba muy difícil, complicado porque para seguir la dieta me tenía que aislar. Parecia Caperucita Roja con mi cestito y mi comida cada vez que tenía que salir a comer o cenar a casa de amigos o familia. En mi casa, las quejas eran constantes, «querían comer normal». Lógico, eran muy jóvenes y no tenían puntos de referencia a su alcance donde apoyarse más allá de su madre. Era nadar contra corriente, muy cansado, agotador.  Yo estaba obsesionada, lo vivía desde la rigidez,  y lo que tendría que ser momentos de encuentro y disfrute, se convertían en un desastre. Al final desistía y volvía a caer en viejos hábitos, para luego, más adelante, «de urgencias» volver, esta vez sin arrastrar a nadie.  Sus sabios consejos, algunos de ellos, los he seguido siempre, otros los he recuperado.    Nunca olvido sus comentarios sobre la industria farmacéutica, sobre los Lobbies de alimentación, el poder que tienen y qué intereses persiguen. Carmen Dacosta plantó una semilla en mí y aquí le rindo un pequeño homenaje con un enorme agradecimiento. Falleció en el 2012, una gran mujer, una excelente persona, una pionera y gran profesional.

Ahora cuido mi alimentación, pero ya no con aquella obsesión y aquella rigidez propia de mi situación; por supuesto,  a veces me salto todo, y disfruto también, no me penalizó, pero al día siguiente vuelvo a cuidarme porque, sobre todo, quiero nutrir bien mi cuerpo, mi alma, quiero sentirme bien.

Y, ¡qué gozada! ya no me siento sola. Mis hijas lo comparten conmigo y a veces me toman el pelo por «mis inicios» y, junto con ellas, hay mucha gente con el mismo interés. Pero lo que más me ayuda ha sido conectar, compartir mi inquietud con mujeres jóvenes que han tomado el testigo de la nutrición consciente, que han sabido «actualizar» todo un conocimiento, que han fusionado estética, ética, diseño,  y lo hacen accesible, divertido, bonito. Por esto quería compartir contigo estas webs, porque me deleitan con consejos, recetas, propuestas, lugares donde ir, información muy valiosa para mí porque me ayudan a cuidarme y me lo ponen fácil.

Disfruto, celebro y agradezco viendo como se ha continuado toda una labor de concienciación con la alimentación. Nos falta mucho por hacer aún, que llegue a las instituciones, colegios, hospitales… arduo trabajo, pero me anima comprobar cómo se ha conectado con la  Energía Femenina, como se ha sabido actualizar uno de sus muchos dones, como el nutrir, el cuidar, el acompañar, el sanar.

Esto me anima a compartir contigo mi alegría de saber que vale la pena sentir, escuchar, amar y mimar nuestro cuerpo. Que lo que hace años era «nadar contra corriente» hoy es fluir. Me siento muy agradecida de formar parte de todo un movimiento de transformación, que busca ampliar conciencia, ser feliz, de conexión con el Ser y de disfrutar. Dejando fluir nuestra Creatividad, compartiendo, nutriendo nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro Espíritu.

 Me encantará saber tu opinión y sugerencias para seguir compartiendo todo aquello que nos ayuda a ser felices. Muchas Gracias y hasta pronto.

Anuncio publicitario
Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos · Sanación

La culpabilidad

Es tiempo de vacaciones, de descanso. Es el momento de recuperar fuerzas, energía, tomar el sol y revitalizarnos. Es el momento de disfrutar a tope de paseos, baños, lecturas, de dormir o madrugar, de hacer todo aquello que durante el invierno resulta complicado.  Sin embargo, escucho a menudo adultos que sus vacaciones se convierten en un problema, en una carga más. En un «tener que».  Cuando puedo, les pregunto qué hay en ellos que les frena a disfrutar, no sólo de las vacaciones sino de todo el año. Pregunto y animo a que se pregunten por qué me prohibo ser feliz, por qué me prohibo vivir en plenitud.

Me transmiten aquella sensación, la misma de cuando te habían suspendido en el cole y merecías un castigo. Estaba prohibido disfrutar del verano a tope, las vacaciones «no te las habías ganado al 100%».  

La culpabilidad es uno de los venenos más tóxicos que existe, comentaba un detective en una serie de TV la pasada noche. Me llamó la atención la frase y pensé ¡que bien lo ha resumido! De manera inmediata, comencé a pensar y revisar los efectos de ese veneno en mí. Pasé de ver la peli a volver a ver mi propia película. ¡Que barbaridad! Lo que hice, lo que dejé de hacer…El sufrimiento, los conflictos, la frustración…increíble. Me vino un sentimiento profundo de agradecimiento y eso, que la he «visto» varias veces. Así y todo, tuve la suerte de ver cosas nuevas, aceptarlas y poder sanarlas, esto ¡no acaba nunca! De manera suave, sutil me vino una sonrisa cómplice, una ternura cálida que me llevaron a un sueño profundo.    

Me desperté temprano, el canto de los pájaros y el sol entrando por la ventana fueron los causantes de que me levantara con un brío atípico. Desayunando, observando orgullosa el pequeño jardín, las flores, que tanto cuido; saboreando mi café y disfrutando de esos instantes mágicos, me vino la frase de nuevo. La culpabilidad es uno de los venenos más tóxicos que existe.  Fue un indicativo, una sugerencia para ahondar en el tema, así que ni corta ni perezosa me dirigí a mi rincón a hacer la meditación diaria.

Pude observar y disfrutar al ver a pacientes que se han liberado de esa pesada carga, y como su vida, su salud, su prosperidad, han mejorado notablemente; como contagian alegría y entusiasmo. Les he animado, a alguno de ellos, a que vuelvan a mirar la foto que me enseñaron de su niño/a, que vean cómo han sido capaces de sanarle, y se maravillan de lo que les a aportado. Han cambiado, se han trasformado y lo celebramos riéndonos, recordando anécdotas, cuando aún cargaban con una culpa propia, ajena y general, vaya, que se sentían culpables hasta de que no hiciera buen tiempo. Os podéis reír o llamarme exagerada, pero es así, la culpa y su aliado, el resentimiento son algo que si no se aborda, reconoce y se aprende a manejar, crece y crece y llega un momento que nuestro niño y joven adolescente herido domina toda nuestras acciones y reacciones alcanzando cotas insospechadas de enajenación y sufrimiento.

Sentirse culpable, sentir culpa o tener remordimientos de conciencia  es algo por lo que  todos  hemos pasado, nos resulta conocido; vaya, que sabéis de lo que hablo. Es más, puede hasta resultar, en principio, aburrido, puesto que es un tema manido. Sin embargo, me animo a escribir sobre ello, hacer unas anotaciones sobre el tema para que al que esté interesado le puedan servir, al menos, para empezar. Insisto, porque cada día que pasa veo los efectos nocivos que produce no tomar conciencia, veo la falta de visión ocasionada por la niebla densa de las emociones.

Tomar conciencia de nuestra culpa conlleva una revisión de los hechos,  el arrepentimiento y pedir perdón o perdonarnos y otras veces una sonora carcajada al ver que no hay motivo alguno para habernos sentido culpables. La culpa es un buen indicador de que algo interno sería conveniente revisar, nos avisa, entre otras cosas, de un conflicto entre lo que hacemos, pensamos, sentimos y deseamos, con respecto «a otro» o a nosotros mismos. Nos señala los miedos, las inseguridades y esa agresividad que nos corroe.

Existe la posibilidad de aceptar la culpa como algo que forma parte de la vida, algo inevitable, algo normal, que se siente en un momento dado, según las circunstancias, unas veces más que otras  y de esta manera, seguir cargándola sobre la espalda. Poco a poco nos vamos acostumbrando al sobre peso, puede provocar algún dolor que otro, molestias… pero vaya, no pasa de ahí. Es cuando se cae en la negación, y uno se repite a sí mismo o a los demás, Yo no me he sentido nunca culpable de nada, yo no tengo culpa alguna… También cabe la posibilidad de que haya quien esté libre de culpa, no lo sé, pero puede ser.

Hay quien para evitar el regusto amargo, la incómoda, dolorosa y desagradable sensación que produce la culpa, va dejando en el «olvido» algún recuerdo, pensamiento insistente, deseos, sueños, esperanzas, anhelos. Deja de tomar decisiones o las toma sin medir el alcance, las consecuencias, porque no existe la responsabilidad propia y se sigue viviendo o sobreviviendo como mejor se pueda, creyendo que todos los males son «por culpa» de algo o alguien ajeno a él, es decir, en ningún momento se siente capaz de tomar las riendas de  su propia vida, de saber a ciencia cierta que está preparado para aceptar la responsabilidad de sí mismo, los retos del vivir y que la vida ofrece a cada instante la posibilidad de mejorar la existencia. Va poco a poco acallando esa parte íntima, personal que indica la existencia de algo por «revisar».

Esta actitud ante la vida es muy perniciosa, negativa, y dependiendo del rol que toque, adoptar según el momento, victimario o víctima le lleva al individuo a vivir obsesionado, fuera de su centro, de su equilibrio, metido en una espiral que no tiene fin. El sentirse siempre en deuda, o injustamente tratado, provoca sentirse atrapado, envuelto en obligaciones, en pesadas cargas, en batallas que nunca terminan. Enfados con los culpables de la desdicha o fracaso, centrando gran parte de la atención en la venganza, o bien, en un afán de protagonismo agotador, la necesidad de buscar la aprobación general, el aplauso, la admiración en cada acto que se realice. En ambos casos deja de focalizar la atención, la energía en su auténtica responsabilidad, crecimiento personal, evolución, prosperidad; las dos actitudes, basadas en la negación, coartan la creatividad, los proyectos, los sueños. Resumiendo, suprimen el gozo de vivir de manera saludable, la satisfacción de la superación personal, la dicha del agradecimiento, la magia de los encuentros, el gozar de los milagros que la vida trae a cada paso. 

Por suerte, siempre se está a tiempo. La Vida tan generosa no se cansa de dar otra oportunidad para «coger al toro por los cuernos», para aprovechar los instantes y aumentar la conciencia, para vivir en plenitud, para ir descubriendo el propio Poder de transformación, las infinitas posibilidades que absolutamente todos poseemos. 

Para los que estáis hartos de dar vueltas al coco, de cargar con una emocionalidad que nada bueno os reporta, existe la posibilidad de salir, de deshacer el círculo vicioso de la víctima/victimario. Reaccionar desde la culpa comporta mucho resentimiento y éste es una carga terrible, anula el gozo de vivir. Las personas resentidas complican y se complican mucho la existencia, a nivel coloquial digo que son muy molestas, porque claro, la culpa no va sola, le acompaña la rabia, el miedo, la intolerancia, la venganza, la manipulación, el afán de protagonismo constante… todo un paquete de emocionalidad que impide vivir serenamente, con tranquilidad, disfrutando, agradeciendo y, sobre todo, hace creer que los problemas o dificultades diarias son irresolubles, que no tienen solución y lo más grave que no tienen sentido. La culpa y toda la carga emocional que conlleva reduce a la persona a su aspecto mas primitivo, más irracional, desde donde no sabe ni puede pensar, reflexionar, tener una visión amplia y positiva. Se convierte en una energía densa, obtusa, opaca, deprimente.

Caer en la cuenta, tomar conciencia de los efectos nocivos que nuestra historia personal ha generado en nosotros, tomar conciencia de nuestros resentimientos, de las supuestas injusticias que hemos sufrido, del posible daño o sufrimiento que hemos causado, nos conduce a sentir, a aceptar la culpa que nos acompaña. Tener la valentía de observar, conectar con nuestro niño interno es un viaje interior muy beneficioso que nos libera, nos reconforta y permite trasmutar, transformar toda esas emociones que nos han cegado e impedido ver las oportunidades y todo nuestro gran potencial. Porque no hay que olvidar que ese pequeñín o adolescente sigue dentro de nosotros gritando, esperando ser escuchado, atendido, aceptado, amado. 

Os animo y acompaño en el proceso de sacarle del cuarto oscuro donde sigue castigado o escondido, llorando con mucha rabia y miedo; que sepa que a partir de ahora no habrá  motivo para  darle una paliza o meterle una bronca descomunal, por haber desobedecido, cuestionado la autoridad, por haber suspendido, hablado demasiado o metido la pata… a ese niño que sigue creyendo que papa y mama discuten, gritan o se van por su culpa… a ese niño que se sintió obligado a cuidar y estar pendiente de los demás, dejando a un lado sus propias necesidades, sus planes de futuro…Y ¿qué me decís de ese niño o niña que ha padecido las risas, las burlas por ser diferente? 

Os animo y acompaño a escucharle, a acariciarle, y a serenarle. Porque va a ser la única manera de que deje de interferir negativamente en vuestra vida, ese niño o niña resentido, acomplejado, asustado y agresivo por haber sido insultado, ridiculizado, ignorado, por haber sido callado tantas veces, castigado y mal tratado en casa o en el colegio. Ese niño o niña, quiere hablar y quiere que se le escuche pero sólo desde el Amor.  De esta manera comenzará a crecer, a aprender, a pensar, a reflexionar, a integrar y aceptar, requisitos, estos, indispensables para madurar y desarrollar todas sus facultades, para convertirse en el ser creativo, amoroso, independiente, feliz  que sabe que es, pudiendo desarrollar toda su potencialidad y disfrutando y gozando del placer de compartirlo.

¡Cuánto niño o niña herido, castigado está esperando que la Luz le ilumine y le saque de la oscuridad! Ánimo, vale la pena intentarlo. 

Os deseo unas muy buenas y merecidas vacaciones.

Conectar, Conexión, Intento, Ser · Sanación · Técnica metamórfica

La Inocencia

2015-07-09 10.43.44Me encanta la buganbilla, bugambilia o como la queráis llamar. Me traslada a lugares templados por el mar, donde no hay heladas y, por supuesto, a lugares cálidos, con mucho sol y luz.

Me gusta hacer la meditación de la mañana en la Naturaleza, al aire libre, paseando. Pero hoy el cielo estaba encapotado a tope, nubes grises oscuras amenazaban lluvia y no invitaban a salir.  No habiendo obligación o responsabilidad para salir, en otra ocasión me hubiera quedado quieta en casa y vivir el clima como algo horrible. Sin embargo, hoy ha sido diferente, he visto esta realidad desde otro punto y la he aprovechado para enfrentarme a mis «fantasmas», el frío, la lluvia, la humedad, el viento que te moja y no hay paraguas que te cubra. Aceptarla sin calificativos, incómoda/cómoda; buena/mala, simplemente: llueve, y esto  ha sido lo que me ha motivado, el no juzgar me ha llevado a no limitarme a la costumbre, a las creencias y nostalgias.

Es más, me he acordado que cuando era niña, me daba igual. Lo que quería era salir, jugar y corría a ponerme las «katiuskas», las botas de agua para saltar en los charcos. Si tenía frío, corría para entrar en calor o saltaba, pero aprovechaba todos los momentos libres para jugar.

He comenzado el paseo, el campo estaba exuberante, curiosamente, los animales pastaban tranquilamente, caballos, ovejas e incluso las gallinas han salido como si nada, les da igual el tiempo que haga. Seguía andando cuando me ha llamado la atención un grupo de ganado pastando en un prado. No sé cómo he visto que me estaban mirando, ha sido genial, iba caminando, levanto la mirada y veo a las vacas y dos o tres toros que me miraban. Bueno, me he parado a mirarles yo también. El instante de coincidir mirada, ese mirarnos a los ojos, vaca y yo, ha sido mágico, y ¿qué ha sido cuando he visto a una mama vaca besando a su ternerita y la bebe dejándose y buscando a la vez las caricias, pasando de todo?. ¡Qué preciosidad! Qué imagen más maravillosa y divertida al mismo tiempo, porque no olvidéis que el resto seguían mirando hacia mi.

Camino, como ya he comentado otras veces, repitiendo el Uno, uno, todos somos Uno, aprovecho a hacer meditación con los ojos abiertos, y también con los ojos cerrados, con mi atención en la respiración. La sorpresa de  esta visión me ha hecho reír, disfrutar, sentir un gozo increíble  porque, qué fácil me ha resultado ser Una con mama vaca, con bebe ternera y también con el resto de observadores en el prado. Ser Uno con el árbol, con el bosque, con las nubes, con los pájaros…sí, ese instante fugaz donde a veces me fundo es glorioso, pero es que hoy, el regalo que me ha dado el paseo con la vaca y la ternerita  me ha hecho reír de dicha ¡que preciosidad!

Las gotas de lluvia deslizándose por la cara, mezcladas con lágrimas me han enseñado, tranquilizado y animado a seguir.

De vuelta, trabajando, cansada del ordenador, vuelvo a levantar la vista y al mirar por la ventana veo que el sol ha salido, veo como su luz penetra por el cristal, por la puerta, como ilumina absolutamente todo y me dejo envolver por la sensación que tanto me gusta, por la calidez, por sus caricias.

Os animo a que en el lugar que os encontréis, haciendo lo que hagáis, os concedáis unos instantes de silencio, observar el entorno sin juzgar, deteneos, simplemente a sentir, pero por favor, no juzguéis, sólo observar,  y cambiar, modificar cualquier rutina que tengáis integrada, una queja por algo o alguien, algo que os moleste, incomode, y ver cómo os sentís. Regalaos la posibilidad de transformar vuestra realidad desde la aceptación, desde la confianza e inocencia, sabiendo que todo es perfecto e ir entrando poco a poco en el mundo de la aventura, de descubrir qué regalo, qué aprendizaje se esconde más allá de nuestras rutinas, costumbres, creencias.

Aquí, ahora, no hay bugambilias, el sol se deja ver cuando quiere, no siempre. Agradezco de corazón que ya antes de la hora de comer he tenido momentos que van más allá de la simple explicación racional, que trascienden las palabras y rompen barreras de percepción.

Conectar, Conexión, Intento, Ser · Sanación

Cadaqués

Cadaqués Camino con Lou AsterHacía mucho tiempo que quería volver a Cadaqués, y no tengo idea por qué no había venido, pero el caso es que desde que se decidió venir, he estado inquieta, nerviosa, como una niña ilusionada. Elijo fechas, es básico elegir los momentos, quería disfrutar sin multitudes, aglomeraciones, ruidos…

Cadaqués me mueve internamente mucho, me cataliza y me dejo catalizar por su estética, por su historia, por la Tramontana, por el mar, por su silencio. Me parece uno de los lugares mas bellos que conozco, me hace sentir muy bien, me gusta tanto… La luz y la cercanía con el mar, que se escucha al mismo tiempo que vas paseando por su paseo marítimo, que nada tiene que ver con los típicos paseos de los pueblos costeros, ostentosos, con suelo de mármol o granito, con unas barandillas de acero brillante que te deslumbran, aquí en Cadaqués, todo lo contrario, posee una sencillez, una simpleza que hoy en día es todo un lujo. Continuas caminando, sales del núcleo urbano y vas por caminos de piedras, el mar a tu lado y al otro una vegetación de olivos, cactus, romero, huertos aparentemente abandonados, sin un cuidado extremo y casas totalmente en armonía con el paisaje, al mismo tiempo que puedes ver petirrojos, gorriones, gaviotas. !Qué belleza¡ !que simplicidad¡ y vuelvo a repetir, todo un lujo hoy en día donde la ostentación y la arrogancia humana frente a la Naturaleza reina. Y asisto a un derrumbamiento, el Hotel Rocamar, comprado por los rusos que lo están tirando para construir un 5 estrellas. Lo tengo que aceptar, ni modo, pero no por ello dejo de sentir una tristeza profunda por lo que simboliza para mí y para tanta gente. No importa, ha dejado huella.

Cadaqués me trae demasiados recuerdos, algunos dolorosos que casi había olvidado. Me pone delante dos mundos opuestos, dos maneras de vivir, de pensar antagónicas que han coexistido en mí durante muchos años.

Es la energía de Cadaqués quien me anima a recordar la Meditación por la Unidad, Aceptación, Respeto y Amor que se celebró el sábado de Gloria en muchos lugares del mundo. Yo, siguiendo mi tónica de no planificar los viajes, de dejar un espacio a la improvisación, tuve la dicha de ser invitada a la Ermita de Sant Miquel (Montserrat) donde se reunió un grupo de gente con este fin.

En Cadaqués pude sentir mi polaridad, ver mi lucha, mi rabia, revivir mis fracasos. Con el mar, con la integración en la Naturaleza y con la Luz,  volví a elegir.

Elegí aceptar esa parte que machaca, que  juzga sin piedad, que derrumba, que roba energía para Ser quien realmente se es. Aceptar no implica estar de acuerdo, no es resignarse sintiendo que no hay nada que hacer, es asumir los opuestos, es integrar para poder elegir libremente, qué hacer, qué opción tomar, qué camino seguir y llevarlo a cabo.

Ya no es tiempo de lucha, de confrontación, de imposición. Es tiempo de fluir, de vibrar en la Luz y el Amor. De vivir en armonía con uno mismo y el entorno. Es tiempo de disfrutar de la Vida y de todas las infinitas posibilidades. Es tiempo de ELEGIR. Cada elección tiene una consecuencia y cuando dudamos, cuando entramos en la vorágine mental, sólo hay que parar, respirar profundamente varias veces hasta que nos encontremos serenos, tranquilos, y es entonces, cuando conectamos con nuestra Voz interior, con nuestra Intuición que sale con la certeza necesaria para poder pasar a la acción.

Cadaqués me ha recordado que no hay nada que demostrar, simplemente Ser. De nuevo, el Mediterráneo, me sirve para sentir la integración, me recuerda que elegí la no confrontación.

Sigo paseando en Silencio repitiendo Uno, Uno, Todos Somos Uno.

Miedos, Desafíos, Retos · Sanación

Mama cumple cien años

Mi madre siempre ha sabido sacarme de quicio y llevarme al límite. Ya en los últimos años, cada vez menos, obvio, pero es ella la que ha rozado los límites y se ha quedado justo, justo en el «quicio», y cuando «vuelve», siempre he acabado diciendo: «Me ha vuelto a tomar el pelo, ¡Mamá cumple 100 años!», título de una película española del año 1979. Su director fue Carlos Saura quien junto a Rafael Azcona escribió el guión; nominada al Oscar a la mejor película extranjera y Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de San Sebastián. Los actores, excelentes, recuerdo perfectamente a Rafaela Aparicio, la madre; Fernando Fernan Gómez, Geraldin Chaplin, Jose María Prada, Amparo Muñoz…

Mi madre, una mujer extraordinaria, de gran fortaleza, muy bien conservada y muy cuidada, bastante a menudo, padecía alguna dolencia física dolorosa. Por regla general la causa solía ser algún disgusto que había tenido. Disgustos de diferentes índoles, pero disgustos. Así era como yo lo escuchaba y registraba desde muy temprana edad. Lo único que podía hacer yo era no «darle disgustos» y vigilar que nadie se los diera. «Misión Imposible» otro título de película que formó parte del discurso, para gozar de una madre sana al 100 por 100. Por eso crecí con la amenaza de que mamá se podía morir en cualquier momento y que había que portarse muy bien para evitar algún posible disgusto. Muchos permisos negados para que no se preocupara y así estuviera tranquila, muchos planes no llevados a cabo por la misma razón, hasta que llegó un momento que pude ir tranquilizándola o ella misma me dejó por imposible, porque estaba claro que yo crecía con ganas de vivir, de experimentar y no de quedarme quieta como una hembra cuis, asustadiza.

Pasaron los años, mi madre, con sus dolencias, seguía al pie del cañón. Llamadas de teléfono, sustos inesperados, hacían que dejara absolutamente todo lo que estuviera haciendo para desplazarme corriendo a su lado y gracias a Dios, solo se quedaba en susto, a los pocos días estaba como si nada hubiera pasado. Todo volvía a la normalidad. Volvía a coger el coche, el tren o avión y de vuelta a la normalidad. No me voy a detener en las miles de anécdotas que guardo en mi memoria, pero hay una que quiero comentar puesto que viene a colación con el tema de títulos de películas. Hace años compartía con mis hijas una serie de dibujos, «South Parck» para adultos. Recuerdo en casa muchos objetos con los muñequitos, tazas de desayuno, peluches, imanes… mi preferido era Kenny, me encantaba y en tono de humor un día comente, ¡Es igual que mi madre! Mamá… qué cosas dices…me decían mis hijas, o ¿Pero cómo se te ocurre semejante comentario? Era la pregunta de alguien que me lo oía decir. A lo que tranquilamente respondía, que si, que como Kenny, mi madre se «muere en cada capítulo» y resucita de nuevo, hasta el próximo.

Pero cuando ya cumplió 94, todo apuntaba a que no habría un «próximo capítulo» y quería estar a su lado en sus últimos momentos. Estaba harta de dar explicaciones y pedir permisos en el trabajo, de viajes imprevistos y, sobre todo, de sustos a muchos kilómetros de distancia. La angustia de no llegar a tiempo, disfrazada de humor se transformó en una decisión radical, «no quería repetir».

Volviendo a «Mamá cumple cien  años», mi madre los acaba de cumplir. Ver la cifra encendida en la tarta, impresiona. Verla a ella, emociona. Ha sido maravillosa, preciosa, mimosa, cariñosa, atenta, divertida, geniuda, manipuladora, tremendamente dulce y femenina. Ahora queda el recuerdo, pero todavía puedo gozar de ella, de su olor maravilloso, de su piel fina, de tomarla de su mano. Ya no me puede dar un abrazo, pero yo a ella sí, la aprieto, a veces se deja y se queda quieta, otras se quita, se queja y me río. Hace dos años, me dio un cachete y me sigue castigando, a su manera, si no voy a verla, si no estoy pegada a su falda. La mayoría de las veces está ausente, en su mundo, pero a veces me pregunta cómo tiene la piel, y le encanta que le diga que está muy guapa. Muchos días no quiere darme el beso, pero cuando me lo da…. ¿Qué siento? ¿Qué es el beso de una madre? Es la fuerza de la Tierra que te penetra. Sientes que te autoriza, que te anima a seguir viviendo, a seguir luchando, a seguir amando.

Que se tiene que integrar a «mamá» es algo que todos sabemos. Que aceptarla tal y como es, es requisito indispensable para madurar. Que todo aquello que nos desagrada o no entendemos de ella, lo tenemos que revisar en nosotros mismos porque lo hemos heredado, fijo, es otro de los puntos básicos en nuestro crecimiento, y que lo que nos gusta o admiramos también. Tarea difícil, doy fe de ello, puesto que no siempre resulta fácil. Así que hoy a los 100 años de mi madre, le agradezco absolutamente todo lo que me ha dado. La Vida, para empezar, y todas sus lecciones, consejos, advertencias, pero sobre todo, su insistencia, no se cansa, no tira la toalla. Ahí sigue, dándome otra oportunidad para «revisar-me».

Gracias mami por enseñarme algo más a tus 100 años, porque esos sustos que me has metido durante toda mi vida, yo también los he dado y no me había dado cuenta hasta tu centenario. Lo mío no ha sido en forma de dolencia, de enfermedad, sino en mi manera de pensar, de ser. Ese tener en vilo a los que te aman porque haces o te pasan cosas que no se entienden, y te ven sufrir y al cabo de nada, vuelves a estar bien, eso ¡mami!, yo también lo he hecho o hago. Ni te cuento cuando he descubierto lo de tu y mi Guardia Pretoriana…Esa protección, yo también, jefa. Y qué rabia me daba, eh?

Esa «pelea» que he mantenido contigo para que te «comportaras» como yo esperaba, como yo necesitaba, se ha ido fundiendo a lo largo de los años en aceptación. Celebro tu cumple sin culpabilidad por haberme ido, celebro tu cumple sin rabia porque he tenido miedo a que me dejaras. Celebro tus 100 años contenta, feliz, satisfecha porque tu dolor y mi dolor se ha transformado en experiencia para conectar con el dolor ajeno. Eso que tan bien sabías hacer tú. 

Celebro tu cumple recibiendo otra de tus muchas enseñanzas, un regalo, sutil, profundo, como tu amor. No se cuánto tiempo te quedes entre nosotros, no se cuántos sustos más me vayas a dar, ya no hay nada que me impida conectar contigo, así que los que tú quieras mami, pero quiero que sepas que te has ganado a pulso el derecho a descansar.

Aprovecho esta ocasión para agradecerte todo lo que me has dado, transmitido, enseñado, a tí como a tantas mujeres que me habéis precedido. El mes de marzo, día de la mujer, tu cumpleaños, el mío, aniversario de mi «regreso», me ha inspirado para hacer un recordatorio de admiración y agradecimiento a todas las madres, a las mujeres, maestras, que me habéis  precedido, que habéis luchado en muchos frentes dejando la piel. Reconozco la fuerza del vínculo, y cada día acepto y tomo conciencia del Poder que tiene una madre, me daba miedo conectar con mi energía femenina, sacarla a la luz,  pero ni modo, mami, tú me has guiado.  Eres mi primera maestra de vida, ahora ya, sin revelarme, sin enfadarme, sin esa maldita culpa que impide pensar, sentir con claridad, sin esa autoexigencia corrosiva que dificulta o impide la serenidad. Simplemente «es lo que hay» y es así como, desde que lo he visto y aceptado,  me siento libre y puedo sentir y disfrutar de todo lo que te he querido siempre, mogollón mamá.

A tí, en concreto, te tocó vivir en el exilio. ¿Cuál fue mi investigación para el Doctorado?. Te fuiste lejos de los tuyos, de tu clima, de tu luz, de tu cultura, de tu idioma, si, idioma, hablas en mexicano, otro acento, otra entonación. ¿Te acuerdas cómo sentías cuando te hablaba «fuerte»? Pues yo me quedo chiquita cuando me gritan, cuando me riñen. Tú reñías, castigabas, ponías límites pero suave, hablaba tu corazón. Así que ahora intento cuando me pasa respirar y no bloquearme por el miedo y rabia, para dar una respuesta o poner un límite. Me cuesta mami, me cuesta todavía. ¿Recuerdas cuando me reía porque hablabas a medias, como Cantinflas? ¿Qué crees? Siempre me han dicho que hay veces que no acabo las frases o que hablo a medias. Ya se de dónde me viene y así cuando quiero, hablo clarísimo, pero también soy la reina del escaqueo. Asusta pronunciarse, ¿verdad? 

Nunca olvidaré las bienvenidas y despedidas. La llegada de tus sobrinos. Nunca olvidaré aquel abrazo a tu hermana Concha en la estación después de no verla desde hacía veintitantos años. La mejor Noche Buena, cuando llegaste del cine y te esperaban de sorpresa tus hermanos. Yo también mamá, también les quiero y mucho, estén cerca o lejos. Pero lo que más me debió doler fue a mis 5 años cuando te avisaron de la muerte de la mamita y tú sin poder estar a su lado. 

Viviste con miedo, mucho miedo; te tocó sortear, recordando el son de la marimba, una época de abnegación;  soñando un danzón, te acoplaste a la dictadura de la razón por encima de la magia; tuviste los pies en la tierra, atenta y atendiendo a todos, silbando con Agustín me llevaste a  Veracruz, rinconcito de tu alma. Es hoy todavía, que sigo llorando al escuchar a Jorge Negrete, «México lindo y querido». ¿Eres tú o soy yo la que añora? La que vive con ese saquito de nostalgia.  Somos las dos, mami, porque eso, también lo tengo de ti. Te tocó vivir unos años con una libertad limitada, de silencios, en una atmósfera gris y mar frío. Has podido resistir a todo, incluso a los disgustos, sufrimientos, pérdidas. Tú si que puedes decir, «Confieso que he vivido», porque has sabido gozar, compartir, disfrutar y amar. Siempre del brazo de tu marido, cuidada, mimada, amada; tú siempre a su lado, acompañándole, apoyándole, animándole, a tu ritmo, «tortu» y «leona» al mismo tiempo. Cada 16 de Marzo, tu rosa; ayer, 75 años.

Tu fortaleza, feminidad, dulzura, cariño elaboraron las mejores comidas del mundo, esa mezcla de ingredientes, que ahora lo llaman fusión y que tú lo hacías desde tu nostalgia, pero mostrando tu cara alegre; ahora, cuando me queda algo muy rico, se que eso es tuyo, tu sazón; ya nunca volveré a disfrutar con tu tarta de fresas y leche condensada, fuiste incapaz de enseñar la receta, la hacías «a ojo», pero espero algún día atreverme a hacerla en tu honor. Me acunaste con tu música, y ahora es como muchas veces me consuelo; me meciste con tu baile y ahora es como me gusta moverme por la vida; con tu colorido, tus flores, tus plantas, tus canarios cantando me diste un hogar, ahora allá donde vaya se hacer el mío; me acariciabas, me reconfortabas, tranquilizabas y ahora hago Metamórfica porque se con absoluta certeza que  las caricias ayudan muchísimo a sanarte ; me enseñaste a tejer, a coser, a manejar mi atención y ahora hago Silencio; has dejado huella en mí, mamá, un legado que espero poder compartir. Sólo me queda volver a decirte ¡GRACIAS MAMI!. ¡Ah! también te agradezco cuando me pongo muy nerviosa porque quiero que todo quede perfecto; cuando me pongo de genio porque veo la casa revuelta, cuando veo a alguien y me viene enseguida un parecido a algo, «¿de qué tiene cara»? te pregunto, aunque se que ya no me vas a responder, pero te seguiré haciendo preguntas, imaginándome tu cara, de tu mano, y escuchando atenta tu respuesta, como de niña, cuando aún no me había enfadado.

Miedos, Desafíos, Retos · Sanación

«De noventa enf…

«De noventa enfermedades, cincuenta son producidas por la culpa y las otras cuarenta, por la ignorancia.»
Anónimo

Esta frase no es mía, la he sacado de un libro que me dejaron ayer. Lo abrí según me senté en el metro, me interesó el tema, a ver cómo trata este asunto el autor que de partida no es sencillo, «Gente Tóxica. Como tratar con las personas que te complican la vida» de Bernardo Stamateas. Y lo primero que leo es el comentario anónimo. Para empezar, no estaba mal. Por la mañana lo había visto en el escaparate de una librería y me llamó la atención el título, pero seguí mi camino y no volví a acordarme hasta que me preguntan si lo conozco. Mi respuesta fue que simplemente lo había visto, pero que parecía que me perseguía puesto que en un mismo día aparece dos veces el librito en cuestión, así que estaba claro que lo tenía que leer.

Me suele pasar, con personas, libros, lugares, alimentos, miles de cosas que desconozco pero que de golpe entran en mi vida de una manera tímida pero insistente, así que, como si dijéramos les «hago caso» a ver que significan, qué mensaje me traen o para qué se colocan en mi camino.

Esta vez ha sido un libro. El tema me resulta conocido, llevo años recibiendo información sobre las Relaciones Tóxicas, este verano, sin ir más lejos, leí el último de Espido Freire que trata el tema, el otro día un amigo me preguntaba sobre una posible relación y si era tóxica.  En fin, que en los últimos años es un concepto que se maneja de forma, podríamos decir, habitual.  

Hay mucha bibliografía, nos podemos informar fácilmente pero es aquí donde surge mi inquietud, por llamarle de alguna forma. Mi propia experiencia me dice que es buenísimo leer, informarse. Es un proceso muy enriquecedor desde que aparece la necesidad de saber sobre algún tema que nos interesa, la búsqueda y el hallazgo. Una vez a solas, con el libro en las manos surge la conexión, el asombro, la alegría del descubrimiento de algo que nos ayuda a sentirnos mejor. Hay libros, lecturas que nos reconfortan, pero, y aquí viene mi «pero» no se trata sólo de eso, porque si no podemos experimentar el cambio, la trasformación interna, liberar esa emoción o emociones, comportamientos, tendencias, actitudes que nos llevan a mantener una relación tóxica, se queda todo en un dato más para almacenar en mi cerebro, para poder hablar de ello cuando surja la oportunidad y mi vida sigue exactamente igual. Es más, puedo dejar una toxicidad para meterme en otra.

Una cosa es la teoría y otra la práctica. Si apunto únicamente a ver, observar «al otro», al tóxico, me doy cuenta del daño que me está haciendo y coloco toda la responsabilidad en él. Adopto la figura pasiva. Un vecino, una pareja, unos padres, un jefe, etc. etc. etc. Así yo sigo igual que siempre, primero me quejo y luego respiro al liberarme. Podemos quitar personas, situaciones, relaciones tóxicas de nuestra vida, pero me parece a mí que lo enriquecedor no es sólo eso, podemos atrevernos a mucho más, a cambiar nosotros y así atraer a nuestra vida personas, situaciones, relaciones sanas, limpias, enriquecedoras.

Por mi parte, propongo enfocar el tema de una manera activa, de intercambio de información. Una persona o situación tóxica está en mi vida para algo beneficioso, viene a enseñarme o mostrar algo que yo puedo cambiar y sanar de mí. Que tengo en común con ella? Si la descubrimos manipuladora, nos podemos preguntar, cómo o cuándo manipulo yo? Intento controlar todo lo relacionado con mi vida? Qué grado de intolerancia tengo? Por ejemplo. Otro más,  «Que pesada, todo el día quejándose», la pregunta que le sigue es «de qué me quejo yo? o si queréis ir más lejos, «cuántas veces me he quejado?». Es decir, mi propuesta es que cada vez que detectemos una persona tóxica, aunque cueste un montón, intentemos vernos en ella, aceptarlo, perdonarlo y liberarlo, las veces que haga falta hasta que esa toxicidad ya no esté en mí, es entonces cuando dejamos de encontrarnos en esa situación o con ese tipo de persona, porque ya lo hemos trascendido.   

Descubrir una relación o persona tóxica está muy bien, pero mucho más enriquecedor es descubrir, aceptar y sanar mi propia toxicidad. La relación tóxica que mantengo conmigo misma, cada vez que me culpabilizo, que me envidio, empequeñezco, dejo atrás mis sueños, me siento víctima o victimario, cada vez que intento boicotearme, que me dejo llevar por el desánimo, cada vez que me enjuicio cruelmente, etc. etc. etc. Y, por supuesto, cada vez que lo he hecho al otro.

Los tóxicos son nuestros cómplices hasta que aprendemos y desaparecen. Todos y todo tiene la infinita capacidad de enseñarnos a conocernos y trascender si estamos dispuestos a ello. De esta manera va desapareciendo la queja de nuestro vocabulario, dejamos de ser víctimas, no para ser victimarios, sino que trascendemos esa forma de relación, tanto con los otros como con nosotros mismos.  Pasamos a ser responsables de nuestra vida, de nuestras decisiones y con la ilusión y entusiasmo de que la vida nos brinda la oportunidad cada día de sentirnos mejor con nosotros y con el resto.  

Sanación · Silencio, Conexión, Transformación · Técnica metamórfica

Gracias, amigos

Cuando siento una gran emoción,  se me abre el corazón, el pecho y la cabeza se amplía, es un momento de quietud extrema, y al mismo tiempo, como una descarga eléctrica.  Me quedo quieta, callada y me hago caracol por unos instantes o por el tiempo que me permita la situación. Disfruto de la emoción, la acepto, la siento. Exactamente igual que cuando siento cualquier otra y no, precisamente tan agradable.

Ya he comentado que cualquier tipo de emoción soy partidaria de aceptarla, por muy «fea» que me parezca, sentirla y dejarla ir, porque luego aparece la información necesaria para sanar, crecer, evolucionar, modificar, etc, etc. Sobre todo para aprender algo nuevo de mi misma, que es lo que más me gusta de este mundo. Vivir la aventura del descubrimiento, es una auténtica gozada.

Desde que he llagado a Barcelona, ciudad de donde me fuí, me parece que hace justo ahora 9 años, he ido sintiendo poco a poco una emoción muy, pero que muy agradable. Muchos acontecimientos diferentes, personas distintas y casi todo seguido, con el tiempo justo para dormir, sin la soledad para procesar toda la información. Además, no es nueva esta sensación tan agradable, ya me había pasado otras veces que había venido, pero la última vez, allá por el mes de Junio, en una terraza puesta en un chafrán, con el ruido de los coches, el calor sofocante, sudada y con dos muy buenos y queridos amigos, por primera vez me hice la pregunta de qué me pasa, por qué me siento tan bien, incluso en un lugar no típicamente agradable. No era el típico sitio que llevas a alguien a tomar algo porque viene de fuera, con bonitas vistas, o algo buenísimo, muy al contrario, es justo el de abajo de casa, que vas a tomar algo porque está cerca y nada más. La respuesta inmediata es que claro porque estoy a gusto con esa gente querida.

No, no era sólo eso, iba mucho más allá la emoción, había algo más que no acababa de saber. Lo comenté, lo he ido preguntando y las respuestas eran simples, conocidas, no me daban la solución, siempre había algo que faltaba.

Esta vez vuelve la pregunta caminando por el Raval, al medio día, luego, anocheciendo; qué me pasaba, qué era lo que mi corazón no paraba de sentir, por qué mi piel se ponía «chinita», por qué estaba flotando. Mi mente racional no entendía, no aceptaba que sin ningún punto de referencia estético, con un anonimato total, yo me sintiera en la Gloria. Y me doy cuenta que era la misma sensación que tuve en una parada de estación de metro del DF, Barranca del Muerto. Me había hecho la misma pregunta hacía años, no entendía qué era lo que quería decirme esa emoción.

Quizá sea de los lugares más feos e incómodos que recuerde. Estaba allí, esperando una «pesera», rodeada de puestos de fritangas, con un calor sofocante, con música desafinada y variada, sonando a la vez, rodeada de gente totalmente distinta a mí, haciendo cola para subir al camioncito, recibiendo empujones. De repente vi una rata que cruzaba por allí. Hago este apunte porque creo que para mí o para cualquiera puede ser una nota muy desagradable. Estaba de pie, a la espera, y sentí una lágrima por mi mejilla. Callada, tímida, salío para decirme, «No te quieres ir de este país, te sientes muy a gusto, eres feliz«.

No podía entender qué era lo que me pasaba, cómo me venía aquella sensación de plenitud justo en un lugar francamente espantoso. Sobra decir que me he cuestionado todo tipo de «aficiones» como si me identifico con lo feo, con la miseria, con la cutredad. Para nada, lo que pasa que no tenía mi respuesta, no entendía qué me quería decir la vida de una manera tan extraña, utilizando unas imágenes o símbolos tan incomprensibles para mí.

Hasta ayer noche no había entendido la razón fundamental, profunda del por qué me ocurre esto en dos ciudades totalmente diferentes, que ya no vivo en ellas, y que lógicamente no soy de allí. Yo nací y me crié en otra ciudad totalmente diferente a estas que nos ocupan.

Paseando por el Raval, del brazo de una gran amiga, charlando y celebrando el haber vuelto a encontrarnos, se lo comento, le comento que me atormenta, que incluso me hace sentir mal conmigo misma esta necesidad de estar en esta ciudad. Se ha convertido en una necesidad vital, cómo es posible? Será una obsesión? Será la nostalgia del pasado? Entre las dos, conversando y compartiendo, pude sacar todo lo que llevaba tiempo sin decírmelo a mí misma. Me pude desahogar tranquilamente, y cuando ya habíamos llegado al punto donde nos separábamos para seguir nuestro día, me dice esta amiga, Yo me veo en tí, y me salió del alma, y yo también me veo en tí¡, en todas vosotras! Nos abrazamos emocionadas y nos despedimos hasta el próximo encuentro, en un estado por mi parte de absoluto «globo». No habíamos bebido nada que no fuera agua, estaba yo volada, genial.

Sigo caminando por la calle Vergara y cual es mi sorpresa que me encuentro a otra amiga que hacía años no veía, no puede ser, esto es alucinante, grité añadiendo que estaba con un globo alucinante de placer. Cuando ya nos estábamos despidiendo, aparece otra amiga. Besos, abrazos, risas y celebración del encuentro. Como nos veríamos otra noche a cenar, nos despedimos rápido, teníamos todas prisa, y había que continuar.

Sigo paseando al encuentro de otra amiga y al verme como extasiada le comento todo, de manera inconexa, pero dejando muy claro, que me siento en la Gloria aquí y que por fin he sabido qué me pasa.

Un paciente que leyó el post de «La estrategia del caracol» al verme el otro día me trajo la película, la había bajado de internet para mí. Esa misma noche la volvía a ver, no me acordaba de nada y comprendí porque me había gustado, decían unas frases que me llegaron al alma, ¿qué sería del mundo sin la complicidad?. Lo que importa ahora es que nos unamos, tener fe en las personas. Y qué ganamos con esto? Pues, nuestra dignidad.

En la charla con mi amiga puedo con su ayuda enlazar todas mis sensaciones, encontrar mi respuesta, leer las Señales que la Vida me regala.  Entender el lenguaje de estas dos ciudades que en su día me acogieron, me abrazaron, me respetaron, me enseñaron y me dieron lo que «lo cura todo» : amor, complicidad y caricias.

La necesidad de «verse en el otro», la necesidad de la complicidad, la necesidad de sentir la unidad, la unión es el alimento de mi alma para tener el valor y la fuerza para crecer, para enfrentarme a mis fantasmas, a mis bloqueos. Para continuar mi camino.

La razón de que yo sintiera lo que sentí en lugares no precisamente bellos, acomapañada o en soledad, pero rodeada de ruido, gente y bullicio, fue para recordarme que la Naturaleza, la Soledad es muy necesaria, que la necesito para vivir, fundirme en ella me ayuda a crear pero además necesito la Amistad, la complicidad, el apoyo, el amor. El sentirme en el otro reflejada, me hace sentir mi propia identidad, me permite ver mi propio proceso, mis cambios, mis logros.  El sentir la complicidad con alguien me motiva a continuar, me empuja a seguir viviendo. La amistad verdadera, auténtica, la que me permite desnudarme y mostrarme tal y como soy, tal y como me siento y tal y como estoy en ese momento es la fuerza que da el amor, que me hace ver que todo es posible. La complicidad que se tiene ante un nuevo proyecto me da dignidad, confianza, credibilidad. Es la que me enseña a ser honesta en todo momento, porque no pasa nada, al contrario, recibo mucho y bueno a cambio.

Necesitaba agradecer a todos los que estais a mi lado, cerca o lejos, pero a mi lado, acompañándome en mi camino, haciéndomelo mucho más fácil. Amigos, pacientes, familia, conocidos. Gente desconocida que me da una información que me lleva a donde quiero llegar.

Necesitaba hablar de la Amistad, porque no puedo poner todos mis nombres de la lista, pero he tenido la suerte de encontrar verdaderos amigos allí donde la vida me ha llevado y sin todos vosotros no estaría donde estoy. La Amistad engloba a todos aquellos que siendo o no familia me habeis dado la seguridad, el amor, el respeto de la verdadera Familia Universal. Que me habéis ayudado a estar y sentirme muy bien allá donde me toca estar, me habéis enseñado a comportarme, a mostrarme tal y como soy, a no tener miedo a abrir mi corazón a gente que no conozco.

Para sentir y vivir en la Unidad, el Todos somos Uno, ha sido de vital importancia para mí el aprendizaje sencillo, simple, de verme reflejada en la gente que ha estado a mi lado, que me han hecho sentirme parte de ellos. Me han enseñado a vibrar en el amor, a alcanzar momentos sublimes.

Gracias a muchas personas que han estado a mi lado voy aprendiendo a saber y a sentir que formo parte de Todo y de Todos, pero he de reconocer que gracias a la Amistad me ha resultado muy fácil, porque era sólo dar un paso más.