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El Disimulo

Hola, ya estoy aquí de nuevo. ¿Cómo te ha ido? Has descubierto algún plan, trabajo, proyecto, deseo nuevo que te gustaría realizar?

Seguro que sí y por muy insignificante que creas que es, no olvides, tiene importancia. Y ¿sabes por qué? Porque sale de ti, es tuyo, te pertenece, así que escúchate, déjale salir y lánzate a observarlo con mucho cariño, darle su espacio y a ver qué pasa.

Acuérdate, no todo se ha de llevar a cabo de inmediato, a veces nunca se realiza, pero comenzar a considerar, mimar y amar lo que sale de ti es un gran avance e incluso muy divertido. Se nos olvida que podemos ser mucho más entretenidas que la TV y que nos lo podemos pasar con nosotras mismas muy bien, y si luego lo compartimos, ni te cuento, a qué si?

Si no ha «nacido» todavía, no te desanimes, vive la espera con esperanza ya que vendrá, seguro.  Eso sí, pero le preparas el espacio, eh?

Por mi parte este mes he seguido con la tónica de aparcar las redes sociales, apagar la TV y sólo atender el móvil.

¿Cómo te lo diría? Pero cuando dejas de estar pendiente todo el rato del «mundo exterior», y buscas centrarte en tu mundo interior,  es cuando pueden aparecer opiniones, ideas, proyectos propios, personales porque les das su  espacio.  Es por esto que te animo a que te lances, te sugiero que entres en la «Fase semicaracol*«,  se necesita utilizar esta estrategia, hay una saturación de ruido, un exceso de información, inputs constantes que sacan del centro, el cual cuesta recuperar.

Hoy, además, quiero comentarte algo también muy personal y al mismo tiempo muy común, seguro que te ha pasado o te está pasando.

Fue quizá un exceso de espontaneidad, unas ganas tremendas de compartir, una pasión y una energía desbordante que no sabía canalizar, lo que me llevó a «hablar demasiado«, a «meter la pata«, a montarla parda, vaya. Lejos de mi intención, que era el compartir mi entusiasmo o mis miedos o mi vulnerabilidad o mis dudas, pues, a veces, ofendía o incomodaba al personal y, claro padecía unas reacciones y consecuencias que, no sólo no entendía, sino que me hacían daño. Así, de esta manera, fui creando un mecanismo valiosísimo de defensa llamado «el disimulo» o en lenguaje familiar, «hacerme la sorda«; es decir, no respondía, o  permanecía callada o hablaba sin decir nada, pero tampoco escuchaba, me «iba a mi mundo», desconectaba.

Pasó un tiempo que me daba vergüenza o miedo o pereza decir  abiertamente lo que pensaba, sentía, me gustaría hacer, qué era lo que realmente me hacía feliz y me interesaba. Era una manera de sentirme protegida de los comentarios, de las risas o, incluso de algunos ataques verbales que iban mucho más lejos del hecho en sí, pero esa misma protección, sin yo saberlo, la tenía hacia mi, también. Me protegía de mí misma. Curioso, ¿verdad? Pero, ¿a que te resuena?

Me resultaba agotador, me generaba un sentimiento de culpa el «no ser» como tocaba, aquello que llaman ser «políticamente incorrecta» y me hacía vivir en una gran contradicción conmigo misma. Me sentía fatal. Poco a poco gracias a personas que habían pasado por lo mismo, no hay que olvidar que a todo el mundo no le pasa, y no pasa nada, pero a los que nos pasa, lo pasamos fatal, fui aprendiendo a aceptar «esa parte» de mí con naturalidad, con cariño, incluso con mucha ternura hacia mí. Que sepas que es imprescindible.

Aceptarme primero para luego poder aceptar al otro, para sentirme bien conmigo misma y con el entorno. Aprendí a decir adiós desde el cariño y agradecimiento a muchas cosas y a gente.  Fui aprendiendo a manejar toda mi emocionalidad sin miedo. Lo primero, aprender a callar para escuchar. ¿Pero cómo callar, si no decía o contaba nada? ¿Escuchar? Con lo bien que me salía «hacerme la sorda»?

Aquí está la magia, aquí está lo divertido, el gozo de vivir, descubrir como tus propias trampas, una vez conocidas y aceptadas, se trasforman en valiosos recursos y te sirven para crecer, para evolucionar, para ser feliz.

Entonces, igual que me desconectaba y me iba a la luna, poco a poco fui desconectando mi diálogo mental, las conversaciones interminables conmigo misma, el darle vueltas y no sacar nada en limpio, es decir, me enseñaron a  salir o cortar el «bucle» que era agotador.

Te lo comento y lo comparto porque seguro que a ti te ha pasado o te está pasando algo parecido con algún deseo, opinión, sueño,  que tienes muy íntimos, muy personales y que decirlos, compartirlos te causa una especie de temor y te dices que no tiene demasiada importancia, que para qué vas a decir o hacer eso ahora, y acabas convenciéndote con un total, da igual. Pero sigues dándole vueltas, porque, a pesar de que lo aparques, vuelve, insiste en ser escuchado, en salir a la luz.   Y, sin embargo, es muy importante escuchar, compartir para materializar opiniones, ideas, sueños, deseos con otros, ¿no te parece?

Seguro que te ha pasado infinidad de veces que has escuchado a alguien atreverse a decir algo, a realizar algo y te has sentido totalmente identificada, y te dices a ti misma yo quiero ser así, quiero poder hacer eso o aquello, tranquila, con naturalidad, ¡por favor!

¿Sabes qué pasa? que son palabras o acciones que salen de un deseo interno, una vez escuchado, aceptado, amado y que detrás hay un Voluntad que las ampara, un Silencio que guía y dirige.

Desde aquí quiero agradecer a todas las personas que a lo largo de mi vida me han abierto caminos, posibilidades, que me ayudaron a salir de ideas preconcebidas, que me hicieron dudar, reflexionar, que me movieron de mi zona de confort, aunque a veces no «me gustaba» lo que me decían y otras, en cambio, salía encantada. Da igual, el caso es que movida por el agradecimiento y envuelta y arropada de amor, fui aprendiendo a «no disimular«, ante los demás, pero sobre todo, ante mí misma. Aprendí a escuchar y a escucharme, dejé de «hacerme la sorda» como me decía mi madre. ¡Huy, como me acuerdo de ella!

Ahora, busco el Silencio, me sumerjo en él y lo escucho para poder vivir en este mundo sin que me arrastre la emocionalidad como en una noria, como me decía una amiga, que sube y baja y si no te apeas acabas mareada.

¿A que te están entrando ganas de comenzar o de continuar?

* Hablo de la Estrategia del Caracol en un post anterior, es una estrategia muy recomendable.

 

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Silencio, Conexión, Transformación

Solsticio de Verano

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¿Preparada para el Solsticio de verano? ¡Me encanta la Noche de San Juan! Me gusta mucho celebrar la verbena y la celebro de verdad, con ilusión, con esperanza, con alegría. Me gusta quemar, ver el fuego, las llamas, las chispas, escuchar el sonido de la hoguera. Es como si me trasladara a mi parte más ancestral, me conecta con la Madre Tierra y el Abuelo Fuego. Son momentos para conectar conmigo misma y sumirme en una danza transportada por la luz de las llamas.

Hay infinidad de información sobre el Fuego, la Llama, la Noche Mágica de San Juan, así que yo no la voy a repetir, pero sí te animo y mucho a que vivas una noche mágica, que aproveches toda la Energía del Cosmos en esta noche tan especial,  Solsticio y Noche de San Juan, para ver todo aquello que puedes quemar de tu vida, que te impide avanzar, que paraliza la conciencia. Quémalo  con alegría, con esperanza, despidiéndote con amor porque gracias a ello estás donde estás, en plena disposición a seguir avanzando. Estás celebrando la Vida, la Impermanencia, dejando espacio para lo nuevo, sabiendo que «todo lo que viene, conviene».

Llega el verano, momento de recogida de los frutos del año, celebración, alegría. Fin de curso, vacaciones…

Que el Fuego te purifique, te conecte con tu Ser, con tu Fuego Interno, escucha a ver qué te trae de nuevo. Celebra como a tí más te guste, más te apetezca. En soledad, en compañía, ¡qué más da! lo importante es que lo vivas y disfrutes.

Este año he recibido el Solsticio en grupo, meditando y luego celebrando juntos con una cena. Pero la verbena, por primera vez, la celebraré con mi nieta, con ese Ser todo Amor, divertida, cariñosa. Comeremos un poco de Coca de Sant Joan y brindaremos con «bibe». Jugaremos, bailaremos y descansaré a su lado, sintiendo su diminuto cuerpo, escuchando su respiración, siguiendo su ritmo, dejándome llevar por ella, oliendo su aroma de estrella.

 Agradezco a la Vida, a mi hija, su madre, y a mi yerno este Gran Regalo, el placer y gozo de ser Abuela.

¡Qué lejos quedan las hogueras de mi vida pero sigo celebrando el Solsticio de Verano!

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El Reencuentro

La buena comida como el buen vino se saborea lentamente, se van descubriendo los diferentes aromas, sabores, la sinfonía del gusto. En la vida pasa algo muy parecido, a ritmo lento, vas viendo, sintiendo, entendiendo, aceptando e integrando la musicalidad de cada evento o suceso acontecido, hasta vibrar en armonía contigo misma y con el entorno.

Una nota te lleva a otra. Un instrumento da paso al siguiente, puesto que interpretamos una sinfonía y ninguno es más importante que otro porque todos formamos parte de esa orquesta universal perfectamente dirigida.

Este verano he tenido la suerte de asistir a varios conciertos maravillosos. Sin esperarlo, es como si me hubieran invitado a la Semana de la Música. De tanto en cuanto se organizan festivales, donde tienes la oportunidad de asistir a varios conciertos fuera de lo habitual y este ha sido el caso que hoy quiero compartir.

El regalo que el verano ha traído a mi vida. Los primeros frutos maduros, cerezas, peras de San Juan, que tanta ilusión me hacía de niña coger del árbol porque significaba que las vacaciones, estar en el campo, la libertad habían llegado, me ha recordado lo que este verano estoy viviendo. Curiosamente, me iba al pueblo a veranear con mis abuelos por San Antonio, el 12 ó 13 de Junio. Dejar la ciudad, el colegio, los coches, los edificios, el ruido e ir a Covides, era tomar contacto con la esencia de la vida, con lo básico y primordial para vivir y ser feliz. Al entrar en la casa, olía a verano con todo lo que implicaba la palabra Verano. Los abuelitos y la tía Mari me mimaban, me contaban historias de la guerra, pasaba de estar en una casa donde era la séptima y pequeña a ser la única niña de la casa. Me enseñaron a jugar a las cartas y celebraban todos mis triunfos. Me dejaban salir del jardín, de la delantera e ir a buscar a mis amigos del pueblo con quienes jugaba, acompañaba con el ganado, me metía en la cuadra a ver las terneras, corríamos a través del trigo e imaginábamos que estábamos en el mar nadando. Las espigas eran de nuestra altura, así que la edad rondaría por los 6 años? Es igual la edad, lo he vuelto a experimentar¡¡

Este año, para antes de San Juan, ya había empezado a vivir una serie de sensaciones que inundaban mi alma, mi ser, de felicidad, de gozo. Lo he titulado, el reencuentro, porque está siendo volver a encontrarme con personas que hacía tiempo no veía, y con personas que en esta vida no habíamos coincidido aún, pero que ha llegado el momento de volver a contactar. La alegría del rencuentro ha sido infinita, risas, abrazos, compartir experiencias, intercambiar información.

Ver por primera vez a una persona y saber por nuestras miradas que nos conocemos de siempre, madre mía¡ que emoción. Y entre risas, decir, «Ya era hora».

Este verano está siendo una lluvia de información, de aprendizaje, de diversión, de retos y confrontaciones conmigo misma, de integración, de descubrimientos y alegría. Está siendo un verano como «los de antes», cuando era una niña llena de ilusión, que según me despertaba sabía que algo maravilloso iba a ocurrir, algo nuevo, desconocido. Poder vivir la aventura diaria sin la presión de los horarios, conectando con mi propio ritmo, es un verdadero placer.

Estoy pasando unas vacaciones sensacionales, si, sensacionales de sensación, de vibrar con la Naturaleza salvaje, con las personas maravillosas que la Vida ha puesto en mi camino y que me ha traido a lugares divinos. Donde he podido apreciar con mis propios ojos, como la Vida surge de las cenizas. Pisar lava y ver la Fuerza de la Vida brotando en forma de flor, de arbusto o de árbol ha sido la confirmación de mi propia vida de como todos somos capaces, gracias a nuestra Energía Vital de resurgir de nuestras propias cenizas, como el Ave Fénix.

Vibrar con la Vida, bailar al ritmo de nuestro corazón, fluir con los acontecimientos es introducirte en la gran Sinfonía del Universo, sintiéndote parte de la gran Orquesta Universal está siendo el regalo de «fin de curso».

Mi corazón estalla de agradecimiento, de alegría y de confianza. Vivo el instante y recojo los frutos maduros, la cosecha de todo un año. Gracias a todos los que habeis participado de este Milagro. El milagro de el reencuentro con, por supuesto¡ también conmigo misma, con mi ser.

Mª de Lourdes

Escritura Creativa · Miedos, Desafíos, Retos · Silencio, Conexión, Transformación

«Prisa, Mata»

Tengo miedo, si, tengo miedo a escribir, no vaya a ser que no salga algo bueno.

Desconfío de mi, desconfío de mis resultados.

No tengo absolutamente nada que decir.

Me quedo mirando el paisaje, es francamente precioso.

Hay espacios donde la hierva crece salvaje y otros donde está cortada y me gusta.

El cielo comienza a cubrirse de nubes, amenaza lluvia.

Se oyen los pájaros celebrando su día, comunicándose o vete a saber para qué cantan, pero su canto me gusta.

De los perales empiezan a salir peras diminutas, todo sigue su ritmo.

Un perro toma el sol. El otro da vueltas detrás de los insectos. Acompañan mi soledad.

Los caracoles pasean por la tarima, un mirlo busca en la hierva comida.

Al fondo, el sonido de la lavadora funcionando.

Pasa un avión, hace mucho ruido y traslada mi imaginación a una guerra. Bombardeos. Gracias por no estar en esa situación.

Me levanto, tomo el oligoelemento.

Ha venido la gata, se lame tumbada junto a mi. Más compañía, afecto sutil.

Vaya¡ acaba de pasar una moto. Uf, menos mal, ya no se la oye.

Acaba la lavadora, cuelgo la ropa con el sol sobre mis hombros, lo agradezco y sonrío.

Miro a mi alrededor, no hay nadie, ningún sonido humano.

Que maravilla, aprecio el canto de los grillos, es Mayo,  ya están de nuevo en el jardín.

El mirlo insiste en buscar comida.

Las nubes desaparecen, vuelve a calentar el sol.

Escucho la brisa, me dejo llevar.

Me traslado al Marruecos de hace ya más de 20 años.  El canto de los grillos me ha llevado a una experiencia que tuve allí y que me sigue acompañando.

Iba por la carretera en coche mirando por la ventana. El paisaje era todo igual, no se apreciaba, salvo una tierra grisacea, arenosa, nada más. Aburrido, monótono si no hubiera sido por la novedad. La velocidad era lenta, el terreno carecía de asfalto, pero más rápida que si hubiera ido caminando.

No recuerdo cual fue la causa que hizo que parara y me bajara del coche, ah si¡ que comenzaba a anochecer y la vista amenazaba con ser espectacular. Me siento al borde de la carretera, paro mi ritmo, descanso y sin esperarlo, del horizonte van apareciendo colores, rojo intenso, azul, amarillo; entorno los ojos, casas de adobe, un gallo,  unas mujeres y niños hablando, riendo, gritando. Absorta, se puede decir que olvidé el motivo por el que paré, me divertí experimentando lo que ese paisaje me iba regalando, lo que mi mirada tranquila, sin prisa iban descubriendo. De golpe, moví la cabeza enfocando mi vista a la puesta de sol y sólo recuerdo la paz que me invadió, la certeza de que no necesitaba nada más en ese momento, que todo está bien.

Me costó, como si dijéramos, volver en sí, es decir, levantarme y volver al coche. La sensación de que me iba a explotar el corazón de agradecimiento, aún la recuerdo. Mi alegría, riendo de lo que acababa de aprender, de que tan solo se trataba de parar, calmar mi prisa por llegar,  y de lo bien que estaba.

Está la hierva plagada de margaritas, de flores pequeñas amarillas, pasa un coche y no hace demasiado ruido, casi ni le oigo.

Ahora es ya el momento de levantarme, de coger el metro e ir a trabajar sin olvidar entornar los ojos, sumirme en el entorno, en silencio y disfrutar de lo que me enseña esta vez.

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Los Reyes Magos

Es el segundo año de mi vida que el día 5 de Enero no he puesto el zapato para que los Reyes me dejen regalos. El pasado año me encontraba de viaje y reconozco que sentí nostalgia por no celebrar ese día tan señalado en mi biografía. Lo pasé muy bien, estaba contenta por lo que estaba viviendo pero no pude relacionarlo con el día de Reyes.

Todos los cambios que estaban apareciendo en mi vida a cual mejor, en ningún momento tuve la conciencia para hacer la relación que he podido disfrutar ayer, 6 de Enero, día de Reyes.

Me desperté y saboree el típico Roscón. Me vuelve loca, untarlo en el café y disfrutar de ese sabor tan familiar que me remonta a mi niñez, a la ilusión y nerviosismo de entrar en la sala y ver que han dejado los Magos.

Ayer fue exactamente igual, como una niña, esta vez sin chocolate, me levanté de la cama y corriendo acudí al salón. No había zapatos, no había paquetes con lazos, estaba todo como un día normal, sin embargo, ayer, por fin, volví a disfrutar de esa mañana mágica que se repite cada 6 de Enero.

Con la taza en la mano, en silencio comencé a ver todos los regalos que este año me han ido dejando los Reyes Magos. Han inundado mi vida de magia. Han cambiado mi visión y me han dejado el regalo de ver más allá de la tradición, de la costumbre y como si corriera un telón, fui apreciando como a lo largo de este año me han ido poniendo en mi vida regalo tras regalo que he ido abriendo, descubriendo y disfrutando.

Me reía sola, alegre del gran descubrimiento. He debido ser muy buena, me decía, pues este año se han portado muy bien conmigo.

Buscando en el diccionario el significado de Epifanía, nunca he sabido qué quería decir, veo que es revelación, manifestación, entre otros significados y explicaciones. Y así fue, tuve la inmensa suerte de ver más allá y de disfrutar muchísimo de esa mañana. No acabó ahí, claro está. Todo el día estuve feliz, saboreando no sólo la Rosca o Roscón, la comida buenísima a la que fui invitada con unos buenos amigos, las conversaciones divertidas, la complicidad, estuve feliz como de niña, admirada y contenta viendo todos mis regalos. Ahora entiendo por qué no puse zapato, ¡no hubieran cabido¡

Esta mañana, he seguido con la alegría del descubrimiento y me ha desaparecido esa especie de tristeza que tenía por no disponer de los medios para comprar regalos a la gente que amo. Me hubiera gustado repartir paquetes con algo especial, no lo pude hacer y sin embargo, estaba contenta. Si, por primera vez en mi vida he valorado lo que yo puedo regalar a los largo del año, no sólo un día especial. Igual no va envuelto en papel y lazo, igual no se ve, igual, incluso la persona tarda en apreciarlo, como me ha pasado a mí, pero yo ya he cambiado de «registro».

Puede haber muchísima crisis, no lo dudo; podemos estar en números rojos, también; podemos tener unos gastos fijos que impidan hacer algún pequeño extra, por supuesto; pero yo he tenido unos Reyes fantásticos y estoy contenta porque no me siento víctima de la situación económica, sino que también puedo dar unos regalos para mi muy valiosos y bonitos.

Pero qué me han dejado ayer estos Magos? Madre mía¡ El apreciar sus regalos, me parece muy bien, pero apreciar lo que yo pueda regalar sin tener que ir a comprar nada? Nunca en mi vida había tenido esta sensación, me parece un poco o un mucho atrevida, pero si, así es. Y lo hago extensivo a todos. Todos somos capaces de regalar algo maravilloso, bonito, práctico, sutil, efímero, para «toda la vida», actual, moderno, clásico… en fin, miles de adjetivos pueden salir al admirar lo que tenemos dentro de nosotros para regalar, porque cada uno de nosotros somos un Regalo, que hemos de abrir y descubrir.

Podrá haber crisis económica, nos comerán a impuestos, nos quedaremos secos a cuenta de las multas, pero nuestro corazón con todo lo que guarda, nuestra magia personal, eso no nos lo quita nadie si no queremos, al contrario, podemos cada día cuidarlo más para que sea mayor y así hacer mejores regalos cada año.

Que bien, verdad? A que es una gozada empezar el 2014 cambiando algún que otro «registro»?

Mª de Lourdes 

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El silencio

Tengo la vieja y muy gravada costumbre de enrollarme. Para decir cualquier cosa, por muy simple que sea, me voy a los orígenes, y según como, puedo incluso desviarme del tema para luego volver. Suelo acabar diciendo, Para no hacerte el cuento largo…Una vez que lo he hecho larguísimo, es mi coletilla.  Mis amigos, pacientes como nadie, escuchan atentos todo el rollo que les casco, pero al final, ocurre el milagro, gracias a su paciente escucha, puedo hacer el resumen, la tan ansiada síntesis y todo tipo de conexiones que me provocan uno de los mayores placeres conocidos por mí.

Si no fuera por estos ratos, no sabría prácticamente nada de mí, de Historia, Filosofía, sociedad, política, de la Técnica Metamórfica, de Física Cuántica, en fin, de nada. No sabría nada, porque para mí el conocimiento se basa en la elaboración y proceso de la información. Tengo tanta, hay tanta información que me llega por todos lados y a todas horas que si no tengo a nadie dispuesto a comentarlo conmigo y, sobre todo, a escuchar todas mis diatribas, no elaboraría absolutamente nada.

Reconozco que otro gran escucha es el papel o, en su defecto el ordenador. Si, desde hace muchos años, cada día escribo mis hojas donde me vacío, donde escribo todo lo que sale de mí. Discuto, cuestiono, pregunto, afirmo tratando al papel como a un compañero de vida amable, paciente y cómplice.

Pero a dónde quiero llegar? A comentar sobre el silencio. Me he pasado recomendando hacer Silencio o parar el diálogo interior casi toda la vida. Soy fan de hacer Silencio pero al silencio que me refiero hoy, nada que ver tiene, sino todo lo contrario.

Pensar cómo os sentís cuando no obtenéis respuesta alguna, de la Vida, de la familia, del marido, compañero, amante, del jefe o jefa…del hijo o hija adolescente. El silencio familiar…y ese silencio tan familiar…

Ese silencio nos hace sentir ignorados, insignificantes o lo que es lo mismo, sin significado. Nos hace sentir fatal.

Me pregunto, y me respondo a toda velocidad porque es una pregunta muy sencilla, ¿cuántas veces me he quedado en silencio, sin prestar el más mínimo interés, ignorando o castigando a alguien?

Quiero advertir que no tiene nada que ver lo que digo con las personas calladas. Es una cuestión de vibración no de ruido. He tenido la suerte de estar y convivir con gente que casi no habla y es lo que me ha permitido apreciar la diferencia. Depende de la vibración, insisto, de lo que «responden» o trasmiten  y el abanico es amplio.

Me vuelvo a preguntar, ¿soy consciente de mi vibración a cada momento del día? Este donde esté y con quien esté?

Difícil, eh? Pero no imposible!!! Gracias a todos por vuestras cariñosas respuestas a lo largo de mi vida.

Sanación · Silencio, Conexión, Transformación · Técnica metamórfica

Gracias, amigos

Cuando siento una gran emoción,  se me abre el corazón, el pecho y la cabeza se amplía, es un momento de quietud extrema, y al mismo tiempo, como una descarga eléctrica.  Me quedo quieta, callada y me hago caracol por unos instantes o por el tiempo que me permita la situación. Disfruto de la emoción, la acepto, la siento. Exactamente igual que cuando siento cualquier otra y no, precisamente tan agradable.

Ya he comentado que cualquier tipo de emoción soy partidaria de aceptarla, por muy «fea» que me parezca, sentirla y dejarla ir, porque luego aparece la información necesaria para sanar, crecer, evolucionar, modificar, etc, etc. Sobre todo para aprender algo nuevo de mi misma, que es lo que más me gusta de este mundo. Vivir la aventura del descubrimiento, es una auténtica gozada.

Desde que he llagado a Barcelona, ciudad de donde me fuí, me parece que hace justo ahora 9 años, he ido sintiendo poco a poco una emoción muy, pero que muy agradable. Muchos acontecimientos diferentes, personas distintas y casi todo seguido, con el tiempo justo para dormir, sin la soledad para procesar toda la información. Además, no es nueva esta sensación tan agradable, ya me había pasado otras veces que había venido, pero la última vez, allá por el mes de Junio, en una terraza puesta en un chafrán, con el ruido de los coches, el calor sofocante, sudada y con dos muy buenos y queridos amigos, por primera vez me hice la pregunta de qué me pasa, por qué me siento tan bien, incluso en un lugar no típicamente agradable. No era el típico sitio que llevas a alguien a tomar algo porque viene de fuera, con bonitas vistas, o algo buenísimo, muy al contrario, es justo el de abajo de casa, que vas a tomar algo porque está cerca y nada más. La respuesta inmediata es que claro porque estoy a gusto con esa gente querida.

No, no era sólo eso, iba mucho más allá la emoción, había algo más que no acababa de saber. Lo comenté, lo he ido preguntando y las respuestas eran simples, conocidas, no me daban la solución, siempre había algo que faltaba.

Esta vez vuelve la pregunta caminando por el Raval, al medio día, luego, anocheciendo; qué me pasaba, qué era lo que mi corazón no paraba de sentir, por qué mi piel se ponía «chinita», por qué estaba flotando. Mi mente racional no entendía, no aceptaba que sin ningún punto de referencia estético, con un anonimato total, yo me sintiera en la Gloria. Y me doy cuenta que era la misma sensación que tuve en una parada de estación de metro del DF, Barranca del Muerto. Me había hecho la misma pregunta hacía años, no entendía qué era lo que quería decirme esa emoción.

Quizá sea de los lugares más feos e incómodos que recuerde. Estaba allí, esperando una «pesera», rodeada de puestos de fritangas, con un calor sofocante, con música desafinada y variada, sonando a la vez, rodeada de gente totalmente distinta a mí, haciendo cola para subir al camioncito, recibiendo empujones. De repente vi una rata que cruzaba por allí. Hago este apunte porque creo que para mí o para cualquiera puede ser una nota muy desagradable. Estaba de pie, a la espera, y sentí una lágrima por mi mejilla. Callada, tímida, salío para decirme, «No te quieres ir de este país, te sientes muy a gusto, eres feliz«.

No podía entender qué era lo que me pasaba, cómo me venía aquella sensación de plenitud justo en un lugar francamente espantoso. Sobra decir que me he cuestionado todo tipo de «aficiones» como si me identifico con lo feo, con la miseria, con la cutredad. Para nada, lo que pasa que no tenía mi respuesta, no entendía qué me quería decir la vida de una manera tan extraña, utilizando unas imágenes o símbolos tan incomprensibles para mí.

Hasta ayer noche no había entendido la razón fundamental, profunda del por qué me ocurre esto en dos ciudades totalmente diferentes, que ya no vivo en ellas, y que lógicamente no soy de allí. Yo nací y me crié en otra ciudad totalmente diferente a estas que nos ocupan.

Paseando por el Raval, del brazo de una gran amiga, charlando y celebrando el haber vuelto a encontrarnos, se lo comento, le comento que me atormenta, que incluso me hace sentir mal conmigo misma esta necesidad de estar en esta ciudad. Se ha convertido en una necesidad vital, cómo es posible? Será una obsesión? Será la nostalgia del pasado? Entre las dos, conversando y compartiendo, pude sacar todo lo que llevaba tiempo sin decírmelo a mí misma. Me pude desahogar tranquilamente, y cuando ya habíamos llegado al punto donde nos separábamos para seguir nuestro día, me dice esta amiga, Yo me veo en tí, y me salió del alma, y yo también me veo en tí¡, en todas vosotras! Nos abrazamos emocionadas y nos despedimos hasta el próximo encuentro, en un estado por mi parte de absoluto «globo». No habíamos bebido nada que no fuera agua, estaba yo volada, genial.

Sigo caminando por la calle Vergara y cual es mi sorpresa que me encuentro a otra amiga que hacía años no veía, no puede ser, esto es alucinante, grité añadiendo que estaba con un globo alucinante de placer. Cuando ya nos estábamos despidiendo, aparece otra amiga. Besos, abrazos, risas y celebración del encuentro. Como nos veríamos otra noche a cenar, nos despedimos rápido, teníamos todas prisa, y había que continuar.

Sigo paseando al encuentro de otra amiga y al verme como extasiada le comento todo, de manera inconexa, pero dejando muy claro, que me siento en la Gloria aquí y que por fin he sabido qué me pasa.

Un paciente que leyó el post de «La estrategia del caracol» al verme el otro día me trajo la película, la había bajado de internet para mí. Esa misma noche la volvía a ver, no me acordaba de nada y comprendí porque me había gustado, decían unas frases que me llegaron al alma, ¿qué sería del mundo sin la complicidad?. Lo que importa ahora es que nos unamos, tener fe en las personas. Y qué ganamos con esto? Pues, nuestra dignidad.

En la charla con mi amiga puedo con su ayuda enlazar todas mis sensaciones, encontrar mi respuesta, leer las Señales que la Vida me regala.  Entender el lenguaje de estas dos ciudades que en su día me acogieron, me abrazaron, me respetaron, me enseñaron y me dieron lo que «lo cura todo» : amor, complicidad y caricias.

La necesidad de «verse en el otro», la necesidad de la complicidad, la necesidad de sentir la unidad, la unión es el alimento de mi alma para tener el valor y la fuerza para crecer, para enfrentarme a mis fantasmas, a mis bloqueos. Para continuar mi camino.

La razón de que yo sintiera lo que sentí en lugares no precisamente bellos, acomapañada o en soledad, pero rodeada de ruido, gente y bullicio, fue para recordarme que la Naturaleza, la Soledad es muy necesaria, que la necesito para vivir, fundirme en ella me ayuda a crear pero además necesito la Amistad, la complicidad, el apoyo, el amor. El sentirme en el otro reflejada, me hace sentir mi propia identidad, me permite ver mi propio proceso, mis cambios, mis logros.  El sentir la complicidad con alguien me motiva a continuar, me empuja a seguir viviendo. La amistad verdadera, auténtica, la que me permite desnudarme y mostrarme tal y como soy, tal y como me siento y tal y como estoy en ese momento es la fuerza que da el amor, que me hace ver que todo es posible. La complicidad que se tiene ante un nuevo proyecto me da dignidad, confianza, credibilidad. Es la que me enseña a ser honesta en todo momento, porque no pasa nada, al contrario, recibo mucho y bueno a cambio.

Necesitaba agradecer a todos los que estais a mi lado, cerca o lejos, pero a mi lado, acompañándome en mi camino, haciéndomelo mucho más fácil. Amigos, pacientes, familia, conocidos. Gente desconocida que me da una información que me lleva a donde quiero llegar.

Necesitaba hablar de la Amistad, porque no puedo poner todos mis nombres de la lista, pero he tenido la suerte de encontrar verdaderos amigos allí donde la vida me ha llevado y sin todos vosotros no estaría donde estoy. La Amistad engloba a todos aquellos que siendo o no familia me habeis dado la seguridad, el amor, el respeto de la verdadera Familia Universal. Que me habéis ayudado a estar y sentirme muy bien allá donde me toca estar, me habéis enseñado a comportarme, a mostrarme tal y como soy, a no tener miedo a abrir mi corazón a gente que no conozco.

Para sentir y vivir en la Unidad, el Todos somos Uno, ha sido de vital importancia para mí el aprendizaje sencillo, simple, de verme reflejada en la gente que ha estado a mi lado, que me han hecho sentirme parte de ellos. Me han enseñado a vibrar en el amor, a alcanzar momentos sublimes.

Gracias a muchas personas que han estado a mi lado voy aprendiendo a saber y a sentir que formo parte de Todo y de Todos, pero he de reconocer que gracias a la Amistad me ha resultado muy fácil, porque era sólo dar un paso más.