Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos

EL BLOQUEO

 

Processed with MOLDIV¿Te ha pasado alguna vez que has sentido un bloqueo? Seguro que sí, hasta la persona más fluida y segura del mundo, estoy convencida, se ha tenido que sentir en algún momento de su vida frente a un obstáculo o dificultad que no se sentía capaz de librar y decide abandonar. Pero también hay quien a pesar de eso, decide seguir adelante hasta lograr su propósito, que es sentirse bien consigo mismo. 

El bloqueo aparece cuando comenzamos algo nuevo, una relación, un proyecto, un proceso personal, todo aquello que represente una novedad, que nos saque de nuestra zona de confort.

En este caso en concreto, al obstáculo que me refiero, es el que yo misma me pongo. Son mis «propias neuras», aparecen al poco de comenzar y me impiden continuar lo que había empezado con tanta ilusión. La experiencia me ha enseñado qué la mejor solución cuando me pongo así es aceptarlas. Sí, curiosamente, en lugar de intelectualizar mi estado, comienzo por sentir mi cuerpo, por observar que me pasa y toda mi atención se va a la cabeza, parece que vaya a estallar. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? ¿No tengo? ¿Soy un Cabezudo? ¿Te acuerdas de los Gigantes y Cabezudos, esos con la cabeza enorme que te daban golpes en las fiestas populares? Pues así me siento, golpeada con mi propia cabeza. No hace falta que te diga lo mal que lo paso, seguro que te pasa algo parecido.

¿Qué hago cuando decido parar de dar vueltas por casa, ir a la nevera, al baño, mirarme en el espejo, ver lo horrible que estoy? Pues ACEPTAR que estoy bloqueada, sólo que estoy, porque se que no soy un bloqueo. Tenemos la ventaja que en nuestro idioma se diferencia el SER del ESTAR. Así que me voy a por el  SER. ¿Cómo? Pues RESPIRAR CONSCIENTE, si, poner toda mi atención en mi respiración y ver y sentir mi barriga como se hincha y deshincha al ritmo de la respiración. Que me voy otra vez a la cabeza, no importa, vuelvo a la respiración de nuevo. Esta es la manera que conozco para SERENARME, o lo que es lo mismo, un intento para conectar con mi SER, salir de esa espiral alocada para observar «desde fuera» qué me está diciendo.

Observo los pensamientos,  intento ponerles cara, ojos y nombre, claro está, para conocerlos. Si no los conozco, difícil de aceptarlos, no? Bien, así que aquí te cuento un pequeño ejemplo de lo que me pasa. El primero suele ser, doña Autoexigencia,  aparece sin haberla llamado, como siempre hace, repitiendo sin parar todo lo mal que hago las cosas, que no sirvo para eso, callando la boca a doña Autocomplaciente, que en voz bajita reclama que no todo lo hago mal, que hay cosas que se pueden recuperar, que puede ser que eso en concreto, pues no sea lo mío. Entonces viene como un rayo doña Autocompasión, gritando que se callen, y animándome a dejar lo que estoy haciendo, me acaricia de forma pegajosa, repitiendo que no me preocupe, que descanse, que busque distracción, que seguro en algún momento me saldrá, pero que por el momento, lo deje. Doña Prisa, también llamada Doña Impaciencia, me anima a abandonar, alegando que no hay resultados, que vuelvo a perder el tiempo con tonterías que no son para mí. A lo que doña Autoexigencia, que se ha ido poniendo tierna, ha dicho que la única solución es prepararme más, que lea, aprenda, que me apunte a un curso, en fin, que todavía no estoy preparada. Vuelve Doña Autocompasión consolándome, diciéndome «pobrecita ya es muy tarde, se te ha pasado el arroz».

Unas y otras se contestan, se interrumpen, armando mucho ruido y, de golpe, me doy cuenta que me están llevando a un callejón sin salida y que el tiempo corre y que no hago lo que quiero hacer, en este caso en concreto, es escribir.

Es aquí cuando aparece Abu Lou, observa a todas, las hace callar a medida que las va mirando  y me pregunta con su voz cálida, cogiéndome de la mano, mirándome a los ojos  ¿por qué escribo?, a lo que le respondo, porque me gusta mucho. Y así, tranquilamente, empezamos un diálogo:

AL: Para qué escribes?

-L: para divertirme, me gusta compartir, además sé que hay gente que le gusta leerme.

AL: Te da satisfacción?

– L: ¡Claro! Muchísima.

– AL: Te importa la opinión de los demás?

L: ….

DL: ¿Quieres ser la mejor?

L:….

AL: ¿De qué tiene miedo mi niña? ¿De no hacerlo bien? ¿De qué se rían de ella? ¿De qué no la quieran? ¿De qué la critiquen? ¿De que la abandonen? Venga, mi amor, anímate, es normal que acudan estas locas, han estado contigo siempre deseando que las veas, que las escuches, que les hagas un poco de caso, entonces dejarán de molestarte. Ya está,  ya las has reconocido, despídete de ellas con cariño, ya no te hacen falta, ya has aprendido muy bien su lección. Poco a poco, sigue haciendo lo que te habías propuesto, sin expectativas, concediéndote tu tiempo, pero sólo porque te gusta mucho, porque eliges hacerlo, disfrutando de TODO el proceso. Hazlo solo para ti; y no olvides,  lo haces porque te gusta, porque te divierte, porque te sientes bien y buscas ser feliz. 

-L: Gracias Abu Lou, ¡qué bien que estás tú!, que me entiendes y que me quieres mucho.

Da lo mismo en el proyecto que estemos, lo importante es saber cuál es el verdadero propósito,  lo que nos impulsa a vivir. A lo largo de nuestra vida, en un momento dado, aparece este muro que nos paraliza, que nos impide fluir, que nos tienta con abandonar, que no nos deja descubrir quiénes SOMOS de verdad, disfrutar de lo que hacemos, o vivimos, o tenemos entre manos en ese instante. Es cuando aparecen, de nuevo, nuestros miedos más infantiles. Y ¿sabes por qué aparecen? porque nos arriesgarnos a hacer lo que nos gusta, porque elegimos ser felices y vivir nuestra propia vida, ajenas a la opinión pública, (qué fuerte, eh?). Y para todo esto necesitamos un Fuerza bestial, nadie dijo que era fácil, que se llama Amor, entonces hemos de empezar a aceptarnos tal y como estamos, a amarnos con nuestros miedos  y neuras, y a partir de aquí comienza algo que se escapa al conocimiento racional, que sólo se puede experimentar y sentir.  

Nos «ponen» los retos, la aventura de vivir cada día como un día especial y aprovechar las oportunidades que la vida nos trae. Sabemos que es un regalo y lo abrimos para crecer, aprender, conocernos mejor y disfrutar.

Te animo y si quieres te acompaño a descubrir todos los bloqueos, a ponerles cara, ojos y nombre, a aceptarlos y amarlos como algo que nos ha acompañado durante nuestro camino,  y entonces, los despedimos con un beso, con un abrazo y los dejamos ir, porque ahora nos impiden seguir adelante. Te aseguro que se puede manejarlos, no desde la angustia ni ansiedad, sino desde el gozo de vivir.

Ojala te animes a escribir un comentario,  y si te ha gustado, compartirlo. Muchas gracias.

Anuncio publicitario
Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos

La Aceptación II

Vuelvo y sigo con la Aceptación. Acepto que os ha interesado y me habéis animado a continuar, acepto que aquí «hay tema» porque a la mayoría cuesta un montón aceptar.

Nos encontramos con que hay, para empezar, dos frentes abiertos. A mí me gusta denominarlos  «Asuntos» internos y externos. Lo interno es todo aquello que forma parte de mí; de mi manera de ser, de sentir, de pensar. Mis creencias, mis expectativas, mis planes o proyectos. Lo externo es todo aquello que viene de fuera pero que me siento implicada. Una orden, una demanda, un trabajo, un carácter o manera de ser de alguien, una opinión, una persona, una actitud, un comportamiento…Pero da igual, a la hora de aceptar tanto lo propio como lo ajeno, siempre se experimenta una ligera dificultad, porque es modificar nuestro comportamiento aprendido  ya que se elimina el juicio. Ni bueno, ni malo, simplemente es. No podemos olvidar los «trastos viejos», todo aquello que vamos cargando, guardando en nuestro interior y que no admitimos ni en broma.

Digo dificultad porque nos hemos creído que es difícil, pero a mí me parece que se ve así porque, por un lado, nos falta información y por otro, no nos hemos puesto a ello. Una vez que se va entendiendo o conociendo el proceso que se ha de hacer, resulta fácil y como todo, a medida que se va aceptando, cada vez resulta más sencillo hasta que se integra por completo y sale solo.

Os animo a que recordéis un ejemplo simple de algo que tuvisteis que aprender de niñ@s porque os gustaba mucho o teníais muchas ganas de hacer. A mí me va muy bien recordar el día que me  regalaron la bici verde, la Orbea, heredada de una hermana. ¡Era preciosa!, ¡enorme! y enseguida me quise subir. Sola en la delantera de casa, parecía un reto imposible, se me caía de todas todas, no la controlaba.  Suerte que la prima mayor de mi amiga se brindó a enseñarme. Al principio me sujetaba el sillín para no caerme, yo tenía miedo y no sabia mantener el equilibrio, hasta que poco a poco me fui soltando. Iba torpe, más pendiente de Belén (así se llamaba la prima) y de si me soltaba, que de dar pedales y  se le ocurrió la brillante idea de que yo debía ir con los ojos cerrados para no saber cuando me dejaba sola, yo sólo tenía que pedalear. Así fue como aprendí a andar en bicicleta, ¡con los ojos cerrados!. Cada vez que lo recuerdo me muero de risa, me inunda un sentimiento profundo de ternura, de agradecimiento. Me veo escuchando atenta sus indicaciones, sentada en la bici, pedaleando, hasta que de repente mis piernas iban solas, ¡me fundí con la bici! «me solté», sin estar pendiente de nada más. Todavía escucho los gritos para que abriera los ojos (menos mal),  y seguí disfrutando como una loca. La ilusión de atreverme, de poder ir a buscar a mi amiga hasta su casa y luego hacer carreras,  bajar la cuesta, fue el motor que me llevó a estar todo el día «entrenando». Como era una niña con toda la inocencia, lo viví con la naturalidad con que aprenden los niños. No recuerdo el tiempo que necesité, ni se me ocurrió pensarlo, simplemente quería andar en bici. Por fin podía ir por el camino con piedras, más contenta que nadie, segura, feliz, a buscar a mi amiga Anabel. No aprendí a la manera ortodoxa, pero no se me ha olvidado nunca esa experiencia y me ha servido en muchas ocasiones.

Acepté que no sabía montar en bicicleta de dos ruedas, que quería aprender, que me podían enseñar y yo seguir las indicaciones. Una vez aprendidas, se trataba de entrenarme hasta que lo lograra. Seguro que me caí y con la misma «normalidad» volví a montar de nuevo. No le daba importancia, formaba parte del juego. Dejaba atrás el triciclo, una fase de mi vida, crecía y crecer implicaba  aprender algo nuevo para pasármelo mejor.

Seguimos creciendo, cambiando, nos vamos trasformando y vamos descubriendo tanto a nosotr@s como a los demás. Es la aventura de vivir y aquí es cuando surge el conflicto, al no aceptar los cambios, los imprevistos. De repente se nos desvela algo nuevo, algo que no habíamos contemplado. Ahí, de inmediato entra el juicio. Es bueno o malo. Si es bueno, nos sorprende gratamente, pero a veces no podemos creerlo, y nos decimos que es imposible, que no puede ser. Ya empieza la lucha, el darle vueltas, el intentar convencernos. Incluso, vencidos por nuestro asombro, preguntamos o comentamos el tema con alguien cercano. Una muestra típica es la necesidad de aprobación externa, que tanto si la recibimos como si no, no quedamos satisfech@s del todo. La desconfianza se apropia de parte de nuestra mente. No me puede estar pasando a mí, ¿cómo es posible?» Esto nos lo decimos siempre.

La otra, es cuando aparece de golpe «algo» que nos parece «mal», inapropiado, injusto, pecaminoso o cualquier otro adjetivo calificativo. Aquí solemos actuar de dos maneras, una es negándolo, como si no lo hubiéramos visto, y la otra es sumiéndonos en un auténtico desánimo: ¡Qué horror! ¿Cómo es posible que sea así; que esta persona piense así; esto no puede ser cierto…

Bien, he mencionado unos puntos básicos que nos impiden alcanzar la aceptación, uno, que ya lo comenté la vez pasada, el juicio de valor; otro creer que es muy difícil, imposible; y el tercero, la negación. Tan sólo mencionaré otro aspecto que se tratará más adelante: El Control. Pero voy pasito a pasito, no se trata de correr, sino de integrar.

Tenemos la tendencia a negar. De niñ@s cuando nos asustaba algo ya nos decían, no te asustes, no hay nada, o nadie, o no tienes que tener miedo. Cuando decíamos o sentíamos algo «inapropiado», no digas eso, ¡por Dios!. Ni te cuento si hacíamos la típica pregunta inoportuna, había que callar. Aprendimos a callar y a negar todo aquello que se suponía incómodo, incorrecto, impertinente. ¡Ya está!, tanto el juicio como la negación lo desarrollamos pitando, por la cuenta que nos traía. Y está muy bien, nos sirvió para ahorrarnos alguna bronca, castigo, pero no nos quitó el sentimiento de culpa, la rabia, el miedo…

Nos cuesta aceptar lo «nuevo», lo «malo», lo «bueno», lo «diferente». Nos cuesta aceptar los cambios, nos revelamos y lo pasamos fatal, perdemos mogollón de tiempo en quejarnos, en negarlo, en fin, un rollo, porque no hay remedio. La vida sigue y nos pone retos. Nos cuesta aceptar «al otro», «lo otro» y «lo propio».  Hacemos lo indecible para que se cambie eso que no queremos.  Todo esto es inútil, una auténtica pérdida de tiempo y de energía, que pudiéramos dedicar a realizar nuestros proyectos, sueños, o, simplemente descansar o divertirnos, o cualquier otra actividad más beneficiosa y hay muchas.

Lo único que cambia, transforma la realidad es la Aceptación. Por lo tanto, lo primero de todo, saber que todo, absolutamente todo lo que deseamos de verdad aprender, somos capaces de hacerlo. No importa el tiempo que nos lleve. Que para aprender, hay que empezar por algo. Es decir, se puede comenzar con algo sencillo, y se trata sólo de intentarlo, si, si, conectar con nuestra auténtica Intención, con la Voluntad  de empezar a aprender a aceptar. Ajá…pero sin olvidar aceptar que nos cuesta, sin juicio, sin machacarnos, con y desde la inocencia de la niñez y desde las ganas de lograrlo.

Querer vivir desde la aceptación conlleva un aprendizaje, un proceso, puesto que llevamos viviendo desde el juicio y negación desde que tenemos uso de razón.  Empecemos por observar que tenemos delante o dentro de nosotr@s. Observar, ser testigos de lo que pasa, de lo que me pasa, de lo que me provoca, sin más. Evitar poco a poco los adjetivos. Preguntarnos qué me produce, qué siento, qué me está pasando y, aceptarlo tal cual. Si, son multitud de emociones que nos asustan; lo aceptamos, aceptamos ese miedo, o rabia, o culpa, o soberbia, o envidia, da igual, simplemente observamos, desde el Silencio interno y lo aceptamos. No hay que olvidar que el Silencio interno, también llamado parar la mente o meditación, acalla el juez que llevamos dentro. Lo mismo que me tenía que fijar en dar pedales, aquí ponemos nuestra atención en el cuerpo, conectamos con él.

No hay que desanimarse, hay que seguir con el Intento. Con el entusiasmo que alimenta la Voluntad. Aceptando nuestras «caídas» y volvemos a intentarlo.

Aceptar no significa estar de acuerdo con todo, simplemente es aceptar. A partir de aquí comienza el Milagro de la Transformación de un@ mismo, del crecimiento y cambios no sólo físicos, sino como personas; de nuestra vibración, entorno, Vida. Al aceptar las emociones es como si desapareciera una niebla densa, pegajosa que impide tener una Visión clara de nosotr@s, de la situación, del nuevo reto. Se transforman en alegría porque comprendemos qué está pasando y para qué. Encontramos sentido, aparecen nuevas posibilidades, diferentes, hasta entonces desconocidas. La realidad la vivimos de otra manera. El aceptar activa la alquimia de la transformación, de la metamorfosis.

La aceptación es amar la vida, es amarnos a nosotr@s, a los demás. Es Vivir desde la serenidad, la armonía, que es lo que más deseamos. Nos concede la oportunidad de estar alegres, el entusiasmo de ir superando etapas.

Para terminar, os agradezco mucho los comentarios que he ido recibiendo y os animo a que sigáis compartiendo vuestras preguntas, dudas y opiniones

Miedos, Desafíos, Retos

La Aceptación.

Son las tres de la tarde, acabo de comer y mi intención era tumbarme un poco, incluso he puesto despertador para avisarme de que «ya vale de descanso», pero se ha quedado en intención, puesto que no sé muy bien cómo, me han entrado unas ganas tremendas de escribir, es más, de gritar que ya vale de tanta «miseria en la autoestima». Se me ha borrado totalmente cuál ha sido el motor de esta especie de necesidad, ni idea, pero aquí estoy.

Comienzo con la «Intención», ¿vale? Yo tenía la intención de descansar, pero se ha quedado sólo en intención. Bien, ahora pregunto, ¿cuántas intenciones o propósitos dejamos en el olvido, por un tema de baja autoestima?

O lo que es parecido, falta de confianza, creer que no se es capaz y dar mayor importancia a las voces precavidas que avisan de todos los fracasos posibles.

Bueno pues últimamente me estoy encontrando con un número importante de personas muy apreciadas que saben lo que quieren, que saben lo que buscan, que saben lo que les conviene, que saben lo que les sacaría de su rutina aburrida y desgarradora y, ¿qué creéis que les frena para llevarlo a cabo? Miles de disculpas absurdas o conflictos internos que entretienen e impiden tomar esa decisión y dar un paso adelante.

Que conste, que yo no estoy «libre de culpa», obviamente, de lo contrario no me llamaría tanto la atención. Pero precisamente por esta razón, lo he estado meditando y quiero comentarlo. Vamos a ver, muchos de nosotros hemos tenido experiencias donde nos han maltratado humillándonos por lo que habíamos hecho o dejado de hacer. También nos han reñido por vagos, distraídos, malos estudiantes; se han reído de nosotros y ridiculizado por nuestras ideas o manera de pensar; ni te cuento lo que habremos podido oír si nos ha salido algo mal o hemos tenido algún fracaso. Sin olvidar los miles de ridículos que hemos hecho. A mí me parece que todo esto forma parte de la vida, del vivir, del aprender, del arriesgar. Es más, creo que muchas veces ha sido un incentivo para continuar, pero ya no se trata de eso. Ya no es tiempo de seguir con este diálogo o monólogo, porque me parece que donde radica el problema no es lo que me hayan dicho o hecho, sino en lo que yo me diga a mí misma. En lugar de avergonzarme de algo, rechazarlo, ¿qué tal si lo acepto?.

Me he pasado mi vida luchando contra todas mis limitaciones, intentando solucionar mis miedos, culpas, baja autoestima… hasta que llegó el momento que me harté de tanta lucha, vi que por ahí no iba bien. Hiciera lo que hiciera, lograra lo que lograra, siempre había algo en mí de insatisfacción. Sin contar todo lo que dejaba de hacer por no ser capaz, por no merecer, por ser absurdo, porque no es lógico…

Y empecé por ahí. Me dije que sentía insatisfacción, no busqué causas y que lo mejor sería empezar a aprender a vivir con ello en lugar de luchar para evitarlo. Continuó la culpa, y exactamente igual. En lugar de  intentar que la culpa desapareciera, pues la acepté. Acepté que sentía culpa. Puedo seguir con el miedo y con la falta de confianza en mí misma, con mi incapacidad para aprender, memorizar, etc. etc. Es decir, dejé de juzgarme y pasé a aceptarme tal y como era, sentía y pensaba o creía.

Mi vida empezó a cambiar, de una manera sutil, suave, casi inapreciable, la culpa dejó de molestar, la insatisfacción no llegaba, miedos que no aparecían y sin cuestionarme qué estaba ocurriendo seguí aceptando, integrando.

Por tanto, propongo, cada vez que dudemos de nosotr@s, en lugar de empeñarnos y luchar contra ello, se acepte, se integre y se siga con la intención, con el deseo, con el anhelo.

Ir en contra de mi miedo, por ejemplo,  para que desaparezca, meter en la cabeza ideas contrarias, como que no tengo que sentir miedo, es meter en mi cerebro dos ideas opuestas y provocar un conflicto interno, lo cual impide pasar a la acción. Es por esto que propongo, simplemente aceptar sin el más mínimo juicio. Aceptar lo que se siente, lo que se piensa. Con la mera aceptación ocurre la magia, la alquimia, experimentamos una transformación en nuestra vida, en la relación con nosotros mismos y con los demás. Superar, sanar nuestra parte que juzga y critica, nos evita el conflicto y nos lleva a la acción, nos saca de la inercia, nos permite disfrutar del instante.

Estar animados, decididos y llevar a cabo nuestras intenciones o propósitos con entusiasmo y dedicación, nos hace estar contentos, alegres, satisfechos.

Decirnos que si, que tenemos miedo, pereza, duda, culpa, lo que sea. Lo aceptamos tranquilamente, y seguimos con nuestra idea, sin darle vueltas, sin rompernos la cabeza.

Para terminar os diré que todo se me hizo y hace fácil porque tengo un gran sentido del humor conmigo misma. Haber hecho el ridículo tantas veces me ha ayudado a saber reírme de mí y conmigo y mucho más divertido cuando lo puedo compartir. Mis fracasos me enseñan, mis miedos me avisan, mis culpas me responsabilizan y mi inseguridad me anima a seguir viviendo y aprendiendo. ¿Qué, podemos ser alquimistas, nos animamos? Vale la pena.

Conectar, Conexión, Intento, Ser

El Mestizaje

Leía esta mañana un texto corto, escrito por una buena amiga, sobre su mestizaje cultural, que compartía con otra autora al verse reflejada. Visualizo una cadena, pequeña, hasta el momento, pero seguro, que una vez leído este mismo texto, alguien más se unirá y añadirá otro eslabón.

Celebro el mestizaje, disfruto el mestizaje y animo a reconocerse mestizo, de una santa vez, por favor, ya.

Estoy utilizando el concepto, no en sentido literal antropológico, para nada¡ No me refiero sola y únicamente a la mezcla de razas, lo utilizo para compartir la unión, la mezcla, la fusión de culturas, educaciones, pasados, costumbres, experiencias; para reconocer y agradecer la suma en lugar de la resta o división.

Somos la suma de un Todo, nos guste o no. Por ello no estamos obligados a cargar con todo, tenemos la oportunidad de trasformar, mejorar, ampliar, incluso abandonar, pero primero lo hemos de aceptar y agradecer.

Se puede elegir y se debe, con qué quedarse, por supuesto¡ Nos despedimos de lo que no interesa, de lo que no beneficia, de lo que nos queda ya pequeño, pero sin negar lo que dejamos, lo que descartamos, para más adelante identificarlo como algo que fuimos, que tuvimos también y saber que se puede dejar, acabar, descartar.

Celebro cada día mi mestizaje, agradezco mi pluralidad, mi capacidad de adaptación (nunca resignación) y saberme que formo parte de un Todo¡ Que soy y somos Luz y Amor y elijo ver en el otro su Luz y Amor, y sé que puedo elegir con quien y qué quedarme en este camino de regreso a Casa.

Sanación · Silencio, Conexión, Transformación · Técnica metamórfica

Gracias, amigos

Cuando siento una gran emoción,  se me abre el corazón, el pecho y la cabeza se amplía, es un momento de quietud extrema, y al mismo tiempo, como una descarga eléctrica.  Me quedo quieta, callada y me hago caracol por unos instantes o por el tiempo que me permita la situación. Disfruto de la emoción, la acepto, la siento. Exactamente igual que cuando siento cualquier otra y no, precisamente tan agradable.

Ya he comentado que cualquier tipo de emoción soy partidaria de aceptarla, por muy «fea» que me parezca, sentirla y dejarla ir, porque luego aparece la información necesaria para sanar, crecer, evolucionar, modificar, etc, etc. Sobre todo para aprender algo nuevo de mi misma, que es lo que más me gusta de este mundo. Vivir la aventura del descubrimiento, es una auténtica gozada.

Desde que he llagado a Barcelona, ciudad de donde me fuí, me parece que hace justo ahora 9 años, he ido sintiendo poco a poco una emoción muy, pero que muy agradable. Muchos acontecimientos diferentes, personas distintas y casi todo seguido, con el tiempo justo para dormir, sin la soledad para procesar toda la información. Además, no es nueva esta sensación tan agradable, ya me había pasado otras veces que había venido, pero la última vez, allá por el mes de Junio, en una terraza puesta en un chafrán, con el ruido de los coches, el calor sofocante, sudada y con dos muy buenos y queridos amigos, por primera vez me hice la pregunta de qué me pasa, por qué me siento tan bien, incluso en un lugar no típicamente agradable. No era el típico sitio que llevas a alguien a tomar algo porque viene de fuera, con bonitas vistas, o algo buenísimo, muy al contrario, es justo el de abajo de casa, que vas a tomar algo porque está cerca y nada más. La respuesta inmediata es que claro porque estoy a gusto con esa gente querida.

No, no era sólo eso, iba mucho más allá la emoción, había algo más que no acababa de saber. Lo comenté, lo he ido preguntando y las respuestas eran simples, conocidas, no me daban la solución, siempre había algo que faltaba.

Esta vez vuelve la pregunta caminando por el Raval, al medio día, luego, anocheciendo; qué me pasaba, qué era lo que mi corazón no paraba de sentir, por qué mi piel se ponía «chinita», por qué estaba flotando. Mi mente racional no entendía, no aceptaba que sin ningún punto de referencia estético, con un anonimato total, yo me sintiera en la Gloria. Y me doy cuenta que era la misma sensación que tuve en una parada de estación de metro del DF, Barranca del Muerto. Me había hecho la misma pregunta hacía años, no entendía qué era lo que quería decirme esa emoción.

Quizá sea de los lugares más feos e incómodos que recuerde. Estaba allí, esperando una «pesera», rodeada de puestos de fritangas, con un calor sofocante, con música desafinada y variada, sonando a la vez, rodeada de gente totalmente distinta a mí, haciendo cola para subir al camioncito, recibiendo empujones. De repente vi una rata que cruzaba por allí. Hago este apunte porque creo que para mí o para cualquiera puede ser una nota muy desagradable. Estaba de pie, a la espera, y sentí una lágrima por mi mejilla. Callada, tímida, salío para decirme, «No te quieres ir de este país, te sientes muy a gusto, eres feliz«.

No podía entender qué era lo que me pasaba, cómo me venía aquella sensación de plenitud justo en un lugar francamente espantoso. Sobra decir que me he cuestionado todo tipo de «aficiones» como si me identifico con lo feo, con la miseria, con la cutredad. Para nada, lo que pasa que no tenía mi respuesta, no entendía qué me quería decir la vida de una manera tan extraña, utilizando unas imágenes o símbolos tan incomprensibles para mí.

Hasta ayer noche no había entendido la razón fundamental, profunda del por qué me ocurre esto en dos ciudades totalmente diferentes, que ya no vivo en ellas, y que lógicamente no soy de allí. Yo nací y me crié en otra ciudad totalmente diferente a estas que nos ocupan.

Paseando por el Raval, del brazo de una gran amiga, charlando y celebrando el haber vuelto a encontrarnos, se lo comento, le comento que me atormenta, que incluso me hace sentir mal conmigo misma esta necesidad de estar en esta ciudad. Se ha convertido en una necesidad vital, cómo es posible? Será una obsesión? Será la nostalgia del pasado? Entre las dos, conversando y compartiendo, pude sacar todo lo que llevaba tiempo sin decírmelo a mí misma. Me pude desahogar tranquilamente, y cuando ya habíamos llegado al punto donde nos separábamos para seguir nuestro día, me dice esta amiga, Yo me veo en tí, y me salió del alma, y yo también me veo en tí¡, en todas vosotras! Nos abrazamos emocionadas y nos despedimos hasta el próximo encuentro, en un estado por mi parte de absoluto «globo». No habíamos bebido nada que no fuera agua, estaba yo volada, genial.

Sigo caminando por la calle Vergara y cual es mi sorpresa que me encuentro a otra amiga que hacía años no veía, no puede ser, esto es alucinante, grité añadiendo que estaba con un globo alucinante de placer. Cuando ya nos estábamos despidiendo, aparece otra amiga. Besos, abrazos, risas y celebración del encuentro. Como nos veríamos otra noche a cenar, nos despedimos rápido, teníamos todas prisa, y había que continuar.

Sigo paseando al encuentro de otra amiga y al verme como extasiada le comento todo, de manera inconexa, pero dejando muy claro, que me siento en la Gloria aquí y que por fin he sabido qué me pasa.

Un paciente que leyó el post de «La estrategia del caracol» al verme el otro día me trajo la película, la había bajado de internet para mí. Esa misma noche la volvía a ver, no me acordaba de nada y comprendí porque me había gustado, decían unas frases que me llegaron al alma, ¿qué sería del mundo sin la complicidad?. Lo que importa ahora es que nos unamos, tener fe en las personas. Y qué ganamos con esto? Pues, nuestra dignidad.

En la charla con mi amiga puedo con su ayuda enlazar todas mis sensaciones, encontrar mi respuesta, leer las Señales que la Vida me regala.  Entender el lenguaje de estas dos ciudades que en su día me acogieron, me abrazaron, me respetaron, me enseñaron y me dieron lo que «lo cura todo» : amor, complicidad y caricias.

La necesidad de «verse en el otro», la necesidad de la complicidad, la necesidad de sentir la unidad, la unión es el alimento de mi alma para tener el valor y la fuerza para crecer, para enfrentarme a mis fantasmas, a mis bloqueos. Para continuar mi camino.

La razón de que yo sintiera lo que sentí en lugares no precisamente bellos, acomapañada o en soledad, pero rodeada de ruido, gente y bullicio, fue para recordarme que la Naturaleza, la Soledad es muy necesaria, que la necesito para vivir, fundirme en ella me ayuda a crear pero además necesito la Amistad, la complicidad, el apoyo, el amor. El sentirme en el otro reflejada, me hace sentir mi propia identidad, me permite ver mi propio proceso, mis cambios, mis logros.  El sentir la complicidad con alguien me motiva a continuar, me empuja a seguir viviendo. La amistad verdadera, auténtica, la que me permite desnudarme y mostrarme tal y como soy, tal y como me siento y tal y como estoy en ese momento es la fuerza que da el amor, que me hace ver que todo es posible. La complicidad que se tiene ante un nuevo proyecto me da dignidad, confianza, credibilidad. Es la que me enseña a ser honesta en todo momento, porque no pasa nada, al contrario, recibo mucho y bueno a cambio.

Necesitaba agradecer a todos los que estais a mi lado, cerca o lejos, pero a mi lado, acompañándome en mi camino, haciéndomelo mucho más fácil. Amigos, pacientes, familia, conocidos. Gente desconocida que me da una información que me lleva a donde quiero llegar.

Necesitaba hablar de la Amistad, porque no puedo poner todos mis nombres de la lista, pero he tenido la suerte de encontrar verdaderos amigos allí donde la vida me ha llevado y sin todos vosotros no estaría donde estoy. La Amistad engloba a todos aquellos que siendo o no familia me habeis dado la seguridad, el amor, el respeto de la verdadera Familia Universal. Que me habéis ayudado a estar y sentirme muy bien allá donde me toca estar, me habéis enseñado a comportarme, a mostrarme tal y como soy, a no tener miedo a abrir mi corazón a gente que no conozco.

Para sentir y vivir en la Unidad, el Todos somos Uno, ha sido de vital importancia para mí el aprendizaje sencillo, simple, de verme reflejada en la gente que ha estado a mi lado, que me han hecho sentirme parte de ellos. Me han enseñado a vibrar en el amor, a alcanzar momentos sublimes.

Gracias a muchas personas que han estado a mi lado voy aprendiendo a saber y a sentir que formo parte de Todo y de Todos, pero he de reconocer que gracias a la Amistad me ha resultado muy fácil, porque era sólo dar un paso más.