Son las tres de la tarde, acabo de comer y mi intención era tumbarme un poco, incluso he puesto despertador para avisarme de que «ya vale de descanso», pero se ha quedado en intención, puesto que no sé muy bien cómo, me han entrado unas ganas tremendas de escribir, es más, de gritar que ya vale de tanta «miseria en la autoestima». Se me ha borrado totalmente cuál ha sido el motor de esta especie de necesidad, ni idea, pero aquí estoy.
Comienzo con la «Intención», ¿vale? Yo tenía la intención de descansar, pero se ha quedado sólo en intención. Bien, ahora pregunto, ¿cuántas intenciones o propósitos dejamos en el olvido, por un tema de baja autoestima?
O lo que es parecido, falta de confianza, creer que no se es capaz y dar mayor importancia a las voces precavidas que avisan de todos los fracasos posibles.
Bueno pues últimamente me estoy encontrando con un número importante de personas muy apreciadas que saben lo que quieren, que saben lo que buscan, que saben lo que les conviene, que saben lo que les sacaría de su rutina aburrida y desgarradora y, ¿qué creéis que les frena para llevarlo a cabo? Miles de disculpas absurdas o conflictos internos que entretienen e impiden tomar esa decisión y dar un paso adelante.
Que conste, que yo no estoy «libre de culpa», obviamente, de lo contrario no me llamaría tanto la atención. Pero precisamente por esta razón, lo he estado meditando y quiero comentarlo. Vamos a ver, muchos de nosotros hemos tenido experiencias donde nos han maltratado humillándonos por lo que habíamos hecho o dejado de hacer. También nos han reñido por vagos, distraídos, malos estudiantes; se han reído de nosotros y ridiculizado por nuestras ideas o manera de pensar; ni te cuento lo que habremos podido oír si nos ha salido algo mal o hemos tenido algún fracaso. Sin olvidar los miles de ridículos que hemos hecho. A mí me parece que todo esto forma parte de la vida, del vivir, del aprender, del arriesgar. Es más, creo que muchas veces ha sido un incentivo para continuar, pero ya no se trata de eso. Ya no es tiempo de seguir con este diálogo o monólogo, porque me parece que donde radica el problema no es lo que me hayan dicho o hecho, sino en lo que yo me diga a mí misma. En lugar de avergonzarme de algo, rechazarlo, ¿qué tal si lo acepto?.
Me he pasado mi vida luchando contra todas mis limitaciones, intentando solucionar mis miedos, culpas, baja autoestima… hasta que llegó el momento que me harté de tanta lucha, vi que por ahí no iba bien. Hiciera lo que hiciera, lograra lo que lograra, siempre había algo en mí de insatisfacción. Sin contar todo lo que dejaba de hacer por no ser capaz, por no merecer, por ser absurdo, porque no es lógico…
Y empecé por ahí. Me dije que sentía insatisfacción, no busqué causas y que lo mejor sería empezar a aprender a vivir con ello en lugar de luchar para evitarlo. Continuó la culpa, y exactamente igual. En lugar de intentar que la culpa desapareciera, pues la acepté. Acepté que sentía culpa. Puedo seguir con el miedo y con la falta de confianza en mí misma, con mi incapacidad para aprender, memorizar, etc. etc. Es decir, dejé de juzgarme y pasé a aceptarme tal y como era, sentía y pensaba o creía.
Mi vida empezó a cambiar, de una manera sutil, suave, casi inapreciable, la culpa dejó de molestar, la insatisfacción no llegaba, miedos que no aparecían y sin cuestionarme qué estaba ocurriendo seguí aceptando, integrando.
Por tanto, propongo, cada vez que dudemos de nosotr@s, en lugar de empeñarnos y luchar contra ello, se acepte, se integre y se siga con la intención, con el deseo, con el anhelo.
Ir en contra de mi miedo, por ejemplo, para que desaparezca, meter en la cabeza ideas contrarias, como que no tengo que sentir miedo, es meter en mi cerebro dos ideas opuestas y provocar un conflicto interno, lo cual impide pasar a la acción. Es por esto que propongo, simplemente aceptar sin el más mínimo juicio. Aceptar lo que se siente, lo que se piensa. Con la mera aceptación ocurre la magia, la alquimia, experimentamos una transformación en nuestra vida, en la relación con nosotros mismos y con los demás. Superar, sanar nuestra parte que juzga y critica, nos evita el conflicto y nos lleva a la acción, nos saca de la inercia, nos permite disfrutar del instante.
Estar animados, decididos y llevar a cabo nuestras intenciones o propósitos con entusiasmo y dedicación, nos hace estar contentos, alegres, satisfechos.
Decirnos que si, que tenemos miedo, pereza, duda, culpa, lo que sea. Lo aceptamos tranquilamente, y seguimos con nuestra idea, sin darle vueltas, sin rompernos la cabeza.
Para terminar os diré que todo se me hizo y hace fácil porque tengo un gran sentido del humor conmigo misma. Haber hecho el ridículo tantas veces me ha ayudado a saber reírme de mí y conmigo y mucho más divertido cuando lo puedo compartir. Mis fracasos me enseñan, mis miedos me avisan, mis culpas me responsabilizan y mi inseguridad me anima a seguir viviendo y aprendiendo. ¿Qué, podemos ser alquimistas, nos animamos? Vale la pena.