Miedos, Desafíos, Retos

Feliz 2019

 

solsticio-de-verano-lou-asterOs deseo un muy, muy pero que muy Feliz Año Nuevo.

Año lleno de retos, de aventura, de calidez, de besos, de caricias, de playa, de mar.

Año de montañas, sumergirse en los ríos. Calentarse al sol y baños de luna.

Año de conectar con estrellas, con ballenas, con el delfín.

Año de colibrí y volar con la mariposa.

Año de muchos ladridos, ronroneos y bienvenidas.

 

 

 

Anuncio publicitario
Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos

EL BLOQUEO

 

Processed with MOLDIV¿Te ha pasado alguna vez que has sentido un bloqueo? Seguro que sí, hasta la persona más fluida y segura del mundo, estoy convencida, se ha tenido que sentir en algún momento de su vida frente a un obstáculo o dificultad que no se sentía capaz de librar y decide abandonar. Pero también hay quien a pesar de eso, decide seguir adelante hasta lograr su propósito, que es sentirse bien consigo mismo. 

El bloqueo aparece cuando comenzamos algo nuevo, una relación, un proyecto, un proceso personal, todo aquello que represente una novedad, que nos saque de nuestra zona de confort.

En este caso en concreto, al obstáculo que me refiero, es el que yo misma me pongo. Son mis «propias neuras», aparecen al poco de comenzar y me impiden continuar lo que había empezado con tanta ilusión. La experiencia me ha enseñado qué la mejor solución cuando me pongo así es aceptarlas. Sí, curiosamente, en lugar de intelectualizar mi estado, comienzo por sentir mi cuerpo, por observar que me pasa y toda mi atención se va a la cabeza, parece que vaya a estallar. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? ¿No tengo? ¿Soy un Cabezudo? ¿Te acuerdas de los Gigantes y Cabezudos, esos con la cabeza enorme que te daban golpes en las fiestas populares? Pues así me siento, golpeada con mi propia cabeza. No hace falta que te diga lo mal que lo paso, seguro que te pasa algo parecido.

¿Qué hago cuando decido parar de dar vueltas por casa, ir a la nevera, al baño, mirarme en el espejo, ver lo horrible que estoy? Pues ACEPTAR que estoy bloqueada, sólo que estoy, porque se que no soy un bloqueo. Tenemos la ventaja que en nuestro idioma se diferencia el SER del ESTAR. Así que me voy a por el  SER. ¿Cómo? Pues RESPIRAR CONSCIENTE, si, poner toda mi atención en mi respiración y ver y sentir mi barriga como se hincha y deshincha al ritmo de la respiración. Que me voy otra vez a la cabeza, no importa, vuelvo a la respiración de nuevo. Esta es la manera que conozco para SERENARME, o lo que es lo mismo, un intento para conectar con mi SER, salir de esa espiral alocada para observar «desde fuera» qué me está diciendo.

Observo los pensamientos,  intento ponerles cara, ojos y nombre, claro está, para conocerlos. Si no los conozco, difícil de aceptarlos, no? Bien, así que aquí te cuento un pequeño ejemplo de lo que me pasa. El primero suele ser, doña Autoexigencia,  aparece sin haberla llamado, como siempre hace, repitiendo sin parar todo lo mal que hago las cosas, que no sirvo para eso, callando la boca a doña Autocomplaciente, que en voz bajita reclama que no todo lo hago mal, que hay cosas que se pueden recuperar, que puede ser que eso en concreto, pues no sea lo mío. Entonces viene como un rayo doña Autocompasión, gritando que se callen, y animándome a dejar lo que estoy haciendo, me acaricia de forma pegajosa, repitiendo que no me preocupe, que descanse, que busque distracción, que seguro en algún momento me saldrá, pero que por el momento, lo deje. Doña Prisa, también llamada Doña Impaciencia, me anima a abandonar, alegando que no hay resultados, que vuelvo a perder el tiempo con tonterías que no son para mí. A lo que doña Autoexigencia, que se ha ido poniendo tierna, ha dicho que la única solución es prepararme más, que lea, aprenda, que me apunte a un curso, en fin, que todavía no estoy preparada. Vuelve Doña Autocompasión consolándome, diciéndome «pobrecita ya es muy tarde, se te ha pasado el arroz».

Unas y otras se contestan, se interrumpen, armando mucho ruido y, de golpe, me doy cuenta que me están llevando a un callejón sin salida y que el tiempo corre y que no hago lo que quiero hacer, en este caso en concreto, es escribir.

Es aquí cuando aparece Abu Lou, observa a todas, las hace callar a medida que las va mirando  y me pregunta con su voz cálida, cogiéndome de la mano, mirándome a los ojos  ¿por qué escribo?, a lo que le respondo, porque me gusta mucho. Y así, tranquilamente, empezamos un diálogo:

AL: Para qué escribes?

-L: para divertirme, me gusta compartir, además sé que hay gente que le gusta leerme.

AL: Te da satisfacción?

– L: ¡Claro! Muchísima.

– AL: Te importa la opinión de los demás?

L: ….

DL: ¿Quieres ser la mejor?

L:….

AL: ¿De qué tiene miedo mi niña? ¿De no hacerlo bien? ¿De qué se rían de ella? ¿De qué no la quieran? ¿De qué la critiquen? ¿De que la abandonen? Venga, mi amor, anímate, es normal que acudan estas locas, han estado contigo siempre deseando que las veas, que las escuches, que les hagas un poco de caso, entonces dejarán de molestarte. Ya está,  ya las has reconocido, despídete de ellas con cariño, ya no te hacen falta, ya has aprendido muy bien su lección. Poco a poco, sigue haciendo lo que te habías propuesto, sin expectativas, concediéndote tu tiempo, pero sólo porque te gusta mucho, porque eliges hacerlo, disfrutando de TODO el proceso. Hazlo solo para ti; y no olvides,  lo haces porque te gusta, porque te divierte, porque te sientes bien y buscas ser feliz. 

-L: Gracias Abu Lou, ¡qué bien que estás tú!, que me entiendes y que me quieres mucho.

Da lo mismo en el proyecto que estemos, lo importante es saber cuál es el verdadero propósito,  lo que nos impulsa a vivir. A lo largo de nuestra vida, en un momento dado, aparece este muro que nos paraliza, que nos impide fluir, que nos tienta con abandonar, que no nos deja descubrir quiénes SOMOS de verdad, disfrutar de lo que hacemos, o vivimos, o tenemos entre manos en ese instante. Es cuando aparecen, de nuevo, nuestros miedos más infantiles. Y ¿sabes por qué aparecen? porque nos arriesgarnos a hacer lo que nos gusta, porque elegimos ser felices y vivir nuestra propia vida, ajenas a la opinión pública, (qué fuerte, eh?). Y para todo esto necesitamos un Fuerza bestial, nadie dijo que era fácil, que se llama Amor, entonces hemos de empezar a aceptarnos tal y como estamos, a amarnos con nuestros miedos  y neuras, y a partir de aquí comienza algo que se escapa al conocimiento racional, que sólo se puede experimentar y sentir.  

Nos «ponen» los retos, la aventura de vivir cada día como un día especial y aprovechar las oportunidades que la vida nos trae. Sabemos que es un regalo y lo abrimos para crecer, aprender, conocernos mejor y disfrutar.

Te animo y si quieres te acompaño a descubrir todos los bloqueos, a ponerles cara, ojos y nombre, a aceptarlos y amarlos como algo que nos ha acompañado durante nuestro camino,  y entonces, los despedimos con un beso, con un abrazo y los dejamos ir, porque ahora nos impiden seguir adelante. Te aseguro que se puede manejarlos, no desde la angustia ni ansiedad, sino desde el gozo de vivir.

Ojala te animes a escribir un comentario,  y si te ha gustado, compartirlo. Muchas gracias.

Miedos, Desafíos, Retos · Sanación

Mama cumple cien años

Mi madre siempre ha sabido sacarme de quicio y llevarme al límite. Ya en los últimos años, cada vez menos, obvio, pero es ella la que ha rozado los límites y se ha quedado justo, justo en el «quicio», y cuando «vuelve», siempre he acabado diciendo: «Me ha vuelto a tomar el pelo, ¡Mamá cumple 100 años!», título de una película española del año 1979. Su director fue Carlos Saura quien junto a Rafael Azcona escribió el guión; nominada al Oscar a la mejor película extranjera y Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de San Sebastián. Los actores, excelentes, recuerdo perfectamente a Rafaela Aparicio, la madre; Fernando Fernan Gómez, Geraldin Chaplin, Jose María Prada, Amparo Muñoz…

Mi madre, una mujer extraordinaria, de gran fortaleza, muy bien conservada y muy cuidada, bastante a menudo, padecía alguna dolencia física dolorosa. Por regla general la causa solía ser algún disgusto que había tenido. Disgustos de diferentes índoles, pero disgustos. Así era como yo lo escuchaba y registraba desde muy temprana edad. Lo único que podía hacer yo era no «darle disgustos» y vigilar que nadie se los diera. «Misión Imposible» otro título de película que formó parte del discurso, para gozar de una madre sana al 100 por 100. Por eso crecí con la amenaza de que mamá se podía morir en cualquier momento y que había que portarse muy bien para evitar algún posible disgusto. Muchos permisos negados para que no se preocupara y así estuviera tranquila, muchos planes no llevados a cabo por la misma razón, hasta que llegó un momento que pude ir tranquilizándola o ella misma me dejó por imposible, porque estaba claro que yo crecía con ganas de vivir, de experimentar y no de quedarme quieta como una hembra cuis, asustadiza.

Pasaron los años, mi madre, con sus dolencias, seguía al pie del cañón. Llamadas de teléfono, sustos inesperados, hacían que dejara absolutamente todo lo que estuviera haciendo para desplazarme corriendo a su lado y gracias a Dios, solo se quedaba en susto, a los pocos días estaba como si nada hubiera pasado. Todo volvía a la normalidad. Volvía a coger el coche, el tren o avión y de vuelta a la normalidad. No me voy a detener en las miles de anécdotas que guardo en mi memoria, pero hay una que quiero comentar puesto que viene a colación con el tema de títulos de películas. Hace años compartía con mis hijas una serie de dibujos, «South Parck» para adultos. Recuerdo en casa muchos objetos con los muñequitos, tazas de desayuno, peluches, imanes… mi preferido era Kenny, me encantaba y en tono de humor un día comente, ¡Es igual que mi madre! Mamá… qué cosas dices…me decían mis hijas, o ¿Pero cómo se te ocurre semejante comentario? Era la pregunta de alguien que me lo oía decir. A lo que tranquilamente respondía, que si, que como Kenny, mi madre se «muere en cada capítulo» y resucita de nuevo, hasta el próximo.

Pero cuando ya cumplió 94, todo apuntaba a que no habría un «próximo capítulo» y quería estar a su lado en sus últimos momentos. Estaba harta de dar explicaciones y pedir permisos en el trabajo, de viajes imprevistos y, sobre todo, de sustos a muchos kilómetros de distancia. La angustia de no llegar a tiempo, disfrazada de humor se transformó en una decisión radical, «no quería repetir».

Volviendo a «Mamá cumple cien  años», mi madre los acaba de cumplir. Ver la cifra encendida en la tarta, impresiona. Verla a ella, emociona. Ha sido maravillosa, preciosa, mimosa, cariñosa, atenta, divertida, geniuda, manipuladora, tremendamente dulce y femenina. Ahora queda el recuerdo, pero todavía puedo gozar de ella, de su olor maravilloso, de su piel fina, de tomarla de su mano. Ya no me puede dar un abrazo, pero yo a ella sí, la aprieto, a veces se deja y se queda quieta, otras se quita, se queja y me río. Hace dos años, me dio un cachete y me sigue castigando, a su manera, si no voy a verla, si no estoy pegada a su falda. La mayoría de las veces está ausente, en su mundo, pero a veces me pregunta cómo tiene la piel, y le encanta que le diga que está muy guapa. Muchos días no quiere darme el beso, pero cuando me lo da…. ¿Qué siento? ¿Qué es el beso de una madre? Es la fuerza de la Tierra que te penetra. Sientes que te autoriza, que te anima a seguir viviendo, a seguir luchando, a seguir amando.

Que se tiene que integrar a «mamá» es algo que todos sabemos. Que aceptarla tal y como es, es requisito indispensable para madurar. Que todo aquello que nos desagrada o no entendemos de ella, lo tenemos que revisar en nosotros mismos porque lo hemos heredado, fijo, es otro de los puntos básicos en nuestro crecimiento, y que lo que nos gusta o admiramos también. Tarea difícil, doy fe de ello, puesto que no siempre resulta fácil. Así que hoy a los 100 años de mi madre, le agradezco absolutamente todo lo que me ha dado. La Vida, para empezar, y todas sus lecciones, consejos, advertencias, pero sobre todo, su insistencia, no se cansa, no tira la toalla. Ahí sigue, dándome otra oportunidad para «revisar-me».

Gracias mami por enseñarme algo más a tus 100 años, porque esos sustos que me has metido durante toda mi vida, yo también los he dado y no me había dado cuenta hasta tu centenario. Lo mío no ha sido en forma de dolencia, de enfermedad, sino en mi manera de pensar, de ser. Ese tener en vilo a los que te aman porque haces o te pasan cosas que no se entienden, y te ven sufrir y al cabo de nada, vuelves a estar bien, eso ¡mami!, yo también lo he hecho o hago. Ni te cuento cuando he descubierto lo de tu y mi Guardia Pretoriana…Esa protección, yo también, jefa. Y qué rabia me daba, eh?

Esa «pelea» que he mantenido contigo para que te «comportaras» como yo esperaba, como yo necesitaba, se ha ido fundiendo a lo largo de los años en aceptación. Celebro tu cumple sin culpabilidad por haberme ido, celebro tu cumple sin rabia porque he tenido miedo a que me dejaras. Celebro tus 100 años contenta, feliz, satisfecha porque tu dolor y mi dolor se ha transformado en experiencia para conectar con el dolor ajeno. Eso que tan bien sabías hacer tú. 

Celebro tu cumple recibiendo otra de tus muchas enseñanzas, un regalo, sutil, profundo, como tu amor. No se cuánto tiempo te quedes entre nosotros, no se cuántos sustos más me vayas a dar, ya no hay nada que me impida conectar contigo, así que los que tú quieras mami, pero quiero que sepas que te has ganado a pulso el derecho a descansar.

Aprovecho esta ocasión para agradecerte todo lo que me has dado, transmitido, enseñado, a tí como a tantas mujeres que me habéis precedido. El mes de marzo, día de la mujer, tu cumpleaños, el mío, aniversario de mi «regreso», me ha inspirado para hacer un recordatorio de admiración y agradecimiento a todas las madres, a las mujeres, maestras, que me habéis  precedido, que habéis luchado en muchos frentes dejando la piel. Reconozco la fuerza del vínculo, y cada día acepto y tomo conciencia del Poder que tiene una madre, me daba miedo conectar con mi energía femenina, sacarla a la luz,  pero ni modo, mami, tú me has guiado.  Eres mi primera maestra de vida, ahora ya, sin revelarme, sin enfadarme, sin esa maldita culpa que impide pensar, sentir con claridad, sin esa autoexigencia corrosiva que dificulta o impide la serenidad. Simplemente «es lo que hay» y es así como, desde que lo he visto y aceptado,  me siento libre y puedo sentir y disfrutar de todo lo que te he querido siempre, mogollón mamá.

A tí, en concreto, te tocó vivir en el exilio. ¿Cuál fue mi investigación para el Doctorado?. Te fuiste lejos de los tuyos, de tu clima, de tu luz, de tu cultura, de tu idioma, si, idioma, hablas en mexicano, otro acento, otra entonación. ¿Te acuerdas cómo sentías cuando te hablaba «fuerte»? Pues yo me quedo chiquita cuando me gritan, cuando me riñen. Tú reñías, castigabas, ponías límites pero suave, hablaba tu corazón. Así que ahora intento cuando me pasa respirar y no bloquearme por el miedo y rabia, para dar una respuesta o poner un límite. Me cuesta mami, me cuesta todavía. ¿Recuerdas cuando me reía porque hablabas a medias, como Cantinflas? ¿Qué crees? Siempre me han dicho que hay veces que no acabo las frases o que hablo a medias. Ya se de dónde me viene y así cuando quiero, hablo clarísimo, pero también soy la reina del escaqueo. Asusta pronunciarse, ¿verdad? 

Nunca olvidaré las bienvenidas y despedidas. La llegada de tus sobrinos. Nunca olvidaré aquel abrazo a tu hermana Concha en la estación después de no verla desde hacía veintitantos años. La mejor Noche Buena, cuando llegaste del cine y te esperaban de sorpresa tus hermanos. Yo también mamá, también les quiero y mucho, estén cerca o lejos. Pero lo que más me debió doler fue a mis 5 años cuando te avisaron de la muerte de la mamita y tú sin poder estar a su lado. 

Viviste con miedo, mucho miedo; te tocó sortear, recordando el son de la marimba, una época de abnegación;  soñando un danzón, te acoplaste a la dictadura de la razón por encima de la magia; tuviste los pies en la tierra, atenta y atendiendo a todos, silbando con Agustín me llevaste a  Veracruz, rinconcito de tu alma. Es hoy todavía, que sigo llorando al escuchar a Jorge Negrete, «México lindo y querido». ¿Eres tú o soy yo la que añora? La que vive con ese saquito de nostalgia.  Somos las dos, mami, porque eso, también lo tengo de ti. Te tocó vivir unos años con una libertad limitada, de silencios, en una atmósfera gris y mar frío. Has podido resistir a todo, incluso a los disgustos, sufrimientos, pérdidas. Tú si que puedes decir, «Confieso que he vivido», porque has sabido gozar, compartir, disfrutar y amar. Siempre del brazo de tu marido, cuidada, mimada, amada; tú siempre a su lado, acompañándole, apoyándole, animándole, a tu ritmo, «tortu» y «leona» al mismo tiempo. Cada 16 de Marzo, tu rosa; ayer, 75 años.

Tu fortaleza, feminidad, dulzura, cariño elaboraron las mejores comidas del mundo, esa mezcla de ingredientes, que ahora lo llaman fusión y que tú lo hacías desde tu nostalgia, pero mostrando tu cara alegre; ahora, cuando me queda algo muy rico, se que eso es tuyo, tu sazón; ya nunca volveré a disfrutar con tu tarta de fresas y leche condensada, fuiste incapaz de enseñar la receta, la hacías «a ojo», pero espero algún día atreverme a hacerla en tu honor. Me acunaste con tu música, y ahora es como muchas veces me consuelo; me meciste con tu baile y ahora es como me gusta moverme por la vida; con tu colorido, tus flores, tus plantas, tus canarios cantando me diste un hogar, ahora allá donde vaya se hacer el mío; me acariciabas, me reconfortabas, tranquilizabas y ahora hago Metamórfica porque se con absoluta certeza que  las caricias ayudan muchísimo a sanarte ; me enseñaste a tejer, a coser, a manejar mi atención y ahora hago Silencio; has dejado huella en mí, mamá, un legado que espero poder compartir. Sólo me queda volver a decirte ¡GRACIAS MAMI!. ¡Ah! también te agradezco cuando me pongo muy nerviosa porque quiero que todo quede perfecto; cuando me pongo de genio porque veo la casa revuelta, cuando veo a alguien y me viene enseguida un parecido a algo, «¿de qué tiene cara»? te pregunto, aunque se que ya no me vas a responder, pero te seguiré haciendo preguntas, imaginándome tu cara, de tu mano, y escuchando atenta tu respuesta, como de niña, cuando aún no me había enfadado.

Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos

El placer de cocinar

Comunicar, entregar, compartir lo que se, lo que siento, lo que experimento se está convirtiendo en una verdadera necesidad, en un placer.

Dicen que hasta los 4 años no hablé, sólo emitía sonidos para hacerme entender y se ve que lo lograba. A consecuencia de este «enfado» (no me daba la gana de hablar), ha sido muy fácil escuchar la broma de pues quien lo diría, ahora no callas, entre otrosSer charlatana era lo que más escuché de mis queridas monjitas o señoritas del cole. A mí me llegó como el mayor rasgo de mi carácter, todo lo demás no debía ser importante, yo era charlatana. A esto hay que añadir que también me definían como distraída, con lo cual entré en la adolescencia, sabiéndome habladora y distraída.

Con el paso del tiempo fui ampliando el conocimiento de mí misma gracias a la opinión que despertaba, y pude añadir,  que me había convertido en una chica alegre, repetidora, dispersa, insustancial, nunca los pies en la tierra, egoísta, escurridiza, loca, irresponsable, inmadura, inquieta, nerviosa y al mismo tiempo, baga, perezosa. Muchos más, por supuesto,  pero ahora, como mujer madura, veo con claridad que fueron estos rasgos de mi carácter o personalidad los que me han pesado enormemente y han ejercido mucho poder, consciente o inconsciente, a la hora de elegir, a la hora de tomar una decisión. Su poder no fue absoluto,  no llegó a frenarme, a paralizar mis deseos o anhelos, simplemente a hacerme sentir muy culpable y a gozar de una autoestima por los suelos.

Como mujer aprendí a cocinar muy pronto, a saber hacer una comida con los ingredientes que tuviera en la nevera y despensa en ese momento, y además que estuviera rico. Hay que reconocer que eso tiene ser mujer, entre otras cosas. Así que ni corta ni perezosa, fui aceptando estos ingredientes que me configuraban con otros que fui adoptando y empecé a «cocinarme», a trasformar, a elaborar mis propios ingredientes. Como buena cocinera, busqué diferentes «recetas», escuché muchas opiniones de otras «muy buenas y experimentadas cocineras» que me indicaban ingredientes que no conocía de mi propia despensa.

Si coges harina y te la comes, es horrible, malísima, sin embargo, si la mezclas con leche, mantequilla, sal y un poco de nuez moscada, sale una besamel  o bechamel deliciosa. De donde puedes hacer croquetas, buenísimas; canelones, deliciosos, bien gratinados con queso, humm, que delicia. Todo esto como un simple ejemplo, que se me acaba de ocurrir, pero vaya, hay miles de ingredientes que si no pasan por un proceso, no hay quien los coma y en cambio, después de un lenta y buena elaboración pueden llegar a ser exquisitos.

Por favor, ruego abstenerse de caer en la trampa de la mente racional inquisitiva y negativa y responder, ya, pero no es fácil hacer bien una bechamel, con grumos es repugnante; hay croquetas que no hay quien las trague. ! Por supuesto¡ pero si algo hemos aprendido las mujeres es que no somos perfectas pero a base de insistir y de paciencia acabamos por aprender y a hacerlo…bueno, no del todo mal. Vale?

Después de cocinar un plato con cariño, ilusión, delicadeza, paciencia me encanta sacarlo a la mesa y que lo disfruten los comensales, es decir, compartirlo. Por eso, como estoy aprendiendo a «cocinarme» disfruto compartiendo con todos vosotros lo que voy elaborando con mucho cariño, paciencia y dedicación.

No hay ingrediente malo, unos son más complicados que otros, precisan de una mayor conocimiento para trasformarlos y poder utilizarlos a nuestro favor, no en nuestra contra y además tenemos la inmensa suerte de no caducar. Cada día nuevo, regalo de la Vida, estamos a tiempo de abrir nuestra propia despensa y sin miedo, con tranquilidad y ternura comenzar a cocinar algo rico para compartir, intercambiar e irnos alimentando con todos los platos buenísimos que sabemos elaborar. Os animo a hacerlo.