Alimentación, nutrición, desintoxicación · Sanación · Técnica metamórfica

¿Qué tal comes?

Processed with MOLDIV
Processed with MOLDIV

Hola, ¿cómo estás? Espero que muy bien. Hoy  quiero compartir contigo algo a lo que doy mucha importancia. Soy una más  de las que necesita cuidarse y, por tanto, elijo cuidarme. Quiero sentirme bien, con energía, con un excelente ánimo que me ayude a vivir el día a día con ganas, con ilusión, disfrutando de todo. Me parece básico cuidar mi salud, física, mental y emocional.  Sin embargo, he de reconocer que no me ha resultado fácil, me daba pereza, por ejemplo, hacer jercicio cada día. Ni te cuento, meditar y recapitular. Empezaba con mucho ánimo pero poco a poco me dejaba llevar por miles de tentaciones y posponía todo tipo de «buenas intenciones». Sin embargo, no haber silenciado esa voz interna que me rogaba no abandonar, mi perseverancia, el no «tirar la toalla», o mi firme Propósito ha logrado integrar en mi vida diaria una serie de hábitos que me ayudan a sentirme bien conmigo y con mi entorno.

Hoy solo te propongo uno de ellos, cuidar, atender, poner conciencia en la alimentació. 

Te comento un simple ejercicio para que lo practiques ahora o luego, cuando quieras, vas a ver qué bien te viene:

¿Cómo te sientes ahora? si, en este momento. Te sugiero que  cierres los ojos y pares tu actividad mental. Inténtalo  por unos minutos. ¿Te cuesta? Seguro que más de lo que te gustaría, eh? Cuando te digo «parar la actividad mental» me refiero a que saques tu testigo personal, esa parte de ti que te observa sin juzgar, tan solo, siente, mira, ve. No te agobies si te vienen pensamientos, déjalos estar, pasar, simplemente obsérvalos sin «engancharte» en ellos, y vuelve a observar cómo y qué sientes. La respiración te ayudará bastante a conectar, observa como inspiras y expiras. Seguro que lo has hecho miles de veces. Parece que todo se pare, verdad? El lugar donde estás adopta otra dimensión, los ruidos se transforman en sonidos que puedes identificar, sientes el roce de tu ropa y poco a poco, tu cuerpo, las tensiones, ¿estás muy llena? ¿Tienes hambre? Respiras, poco a poco te vas conectando contigo…

Ya sabes que  la Técnica Metamórfica y todo lo que practico empieza en la conexión con tu cuerpo; sentir, atreverte a sentir; percibes tu Energía, sientes y aceptas emociones, dolor, alegría… para llegar a conectar  con tu Maestra Interna, con el Ser. Me gusta hacerlo de una manera sencilla, para que poco a poco te vayas familiarizando con todo ello, disfrutando de tu transformación, de tus avances. Que vayas entendiendo qué te está pasando y cómo eres capaz de mejorar  y de transformarte. «El hacerlo fácil y divertido» forma parte de mí. Me encanta acompañarte para que, al inicio, no te sientas perdida, no «abandones» y así, logres tu autonomía, conociendo sencillas herramientas que vas poniendo en práctica. Y por eso, hoy te paso una información que a mí me ayuda, me «lo pone fácil», me hace ameno lo que elijo hacer, que es cuidar mi cuerpo, alimentarle y nutrirle para recuperar energía. Me resulta fundamental tomar conciencia de qué como; para qué como; cuándo como;  cómo cuido y nutro mi cuerpo; qué conexión tengo con él;  libero o retengo; digiero o rechazo… Porque mi cuerpo es mi vehículo. Es el que me permite ser, estar, interactuar, sentir, gozar, me lleva donde he de ir, es mi conexión con la materia, con la Tierra, por eso me gusta escucharle, cuidarle. Dicen los que saben, que el cuerpo nos habla y, de verdad, ¡cuánta razón llevan!

Aquí te comparto algunas de las  webs que sigo, porque me gustan y me ayudan muchísimo a alimentarme con una mayor conciencia. https://nuriaroura.comhttps://www.martinaturalbienestar.com. hoy comemos sano.com    http://annalfaro.com/2017/05/24/sobrevivir-la-celiaquia-barcelona/;  www.rawcosmos.com

Seguro que hay muchas más, busca, investiga, elige tú y comparte, difunde lo que te ayuda a vivir en plenitud. Me acuerdo hace más de 20 años cuando comencé a cuidar la alimentación. ¡Madre mía! en mi entorno más cercano era un auténtico bicho raro. Productos ecológicos, integrales… me resultaba complicado compaginar estos descubrimientos con mi cotidianidad.

Fue Carmen Dacosta pionera en nutrición, quinesóloga y una gran profesional, la que me guió. No entendía lo que me hacía cuando me testaba pero había algo en mi que sabia que estaba en muy buenas manos. Seguí, con verdadero esfuerzo, sus dietas mensuales, admirada de la mejoría, era alucinante. Fue con ella que conocí y experimenté, por primera vez el significado de «liberar toxinas», «crisis  curativa», pero me resultaba muy difícil, complicado porque para seguir la dieta me tenía que aislar. Parecia Caperucita Roja con mi cestito y mi comida cada vez que tenía que salir a comer o cenar a casa de amigos o familia. En mi casa, las quejas eran constantes, «querían comer normal». Lógico, eran muy jóvenes y no tenían puntos de referencia a su alcance donde apoyarse más allá de su madre. Era nadar contra corriente, muy cansado, agotador.  Yo estaba obsesionada, lo vivía desde la rigidez,  y lo que tendría que ser momentos de encuentro y disfrute, se convertían en un desastre. Al final desistía y volvía a caer en viejos hábitos, para luego, más adelante, «de urgencias» volver, esta vez sin arrastrar a nadie.  Sus sabios consejos, algunos de ellos, los he seguido siempre, otros los he recuperado.    Nunca olvido sus comentarios sobre la industria farmacéutica, sobre los Lobbies de alimentación, el poder que tienen y qué intereses persiguen. Carmen Dacosta plantó una semilla en mí y aquí le rindo un pequeño homenaje con un enorme agradecimiento. Falleció en el 2012, una gran mujer, una excelente persona, una pionera y gran profesional.

Ahora cuido mi alimentación, pero ya no con aquella obsesión y aquella rigidez propia de mi situación; por supuesto,  a veces me salto todo, y disfruto también, no me penalizó, pero al día siguiente vuelvo a cuidarme porque, sobre todo, quiero nutrir bien mi cuerpo, mi alma, quiero sentirme bien.

Y, ¡qué gozada! ya no me siento sola. Mis hijas lo comparten conmigo y a veces me toman el pelo por «mis inicios» y, junto con ellas, hay mucha gente con el mismo interés. Pero lo que más me ayuda ha sido conectar, compartir mi inquietud con mujeres jóvenes que han tomado el testigo de la nutrición consciente, que han sabido «actualizar» todo un conocimiento, que han fusionado estética, ética, diseño,  y lo hacen accesible, divertido, bonito. Por esto quería compartir contigo estas webs, porque me deleitan con consejos, recetas, propuestas, lugares donde ir, información muy valiosa para mí porque me ayudan a cuidarme y me lo ponen fácil.

Disfruto, celebro y agradezco viendo como se ha continuado toda una labor de concienciación con la alimentación. Nos falta mucho por hacer aún, que llegue a las instituciones, colegios, hospitales… arduo trabajo, pero me anima comprobar cómo se ha conectado con la  Energía Femenina, como se ha sabido actualizar uno de sus muchos dones, como el nutrir, el cuidar, el acompañar, el sanar.

Esto me anima a compartir contigo mi alegría de saber que vale la pena sentir, escuchar, amar y mimar nuestro cuerpo. Que lo que hace años era «nadar contra corriente» hoy es fluir. Me siento muy agradecida de formar parte de todo un movimiento de transformación, que busca ampliar conciencia, ser feliz, de conexión con el Ser y de disfrutar. Dejando fluir nuestra Creatividad, compartiendo, nutriendo nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro Espíritu.

 Me encantará saber tu opinión y sugerencias para seguir compartiendo todo aquello que nos ayuda a ser felices. Muchas Gracias y hasta pronto.

Anuncio publicitario
Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos · Sanación

La culpabilidad

Es tiempo de vacaciones, de descanso. Es el momento de recuperar fuerzas, energía, tomar el sol y revitalizarnos. Es el momento de disfrutar a tope de paseos, baños, lecturas, de dormir o madrugar, de hacer todo aquello que durante el invierno resulta complicado.  Sin embargo, escucho a menudo adultos que sus vacaciones se convierten en un problema, en una carga más. En un «tener que».  Cuando puedo, les pregunto qué hay en ellos que les frena a disfrutar, no sólo de las vacaciones sino de todo el año. Pregunto y animo a que se pregunten por qué me prohibo ser feliz, por qué me prohibo vivir en plenitud.

Me transmiten aquella sensación, la misma de cuando te habían suspendido en el cole y merecías un castigo. Estaba prohibido disfrutar del verano a tope, las vacaciones «no te las habías ganado al 100%».  

La culpabilidad es uno de los venenos más tóxicos que existe, comentaba un detective en una serie de TV la pasada noche. Me llamó la atención la frase y pensé ¡que bien lo ha resumido! De manera inmediata, comencé a pensar y revisar los efectos de ese veneno en mí. Pasé de ver la peli a volver a ver mi propia película. ¡Que barbaridad! Lo que hice, lo que dejé de hacer…El sufrimiento, los conflictos, la frustración…increíble. Me vino un sentimiento profundo de agradecimiento y eso, que la he «visto» varias veces. Así y todo, tuve la suerte de ver cosas nuevas, aceptarlas y poder sanarlas, esto ¡no acaba nunca! De manera suave, sutil me vino una sonrisa cómplice, una ternura cálida que me llevaron a un sueño profundo.    

Me desperté temprano, el canto de los pájaros y el sol entrando por la ventana fueron los causantes de que me levantara con un brío atípico. Desayunando, observando orgullosa el pequeño jardín, las flores, que tanto cuido; saboreando mi café y disfrutando de esos instantes mágicos, me vino la frase de nuevo. La culpabilidad es uno de los venenos más tóxicos que existe.  Fue un indicativo, una sugerencia para ahondar en el tema, así que ni corta ni perezosa me dirigí a mi rincón a hacer la meditación diaria.

Pude observar y disfrutar al ver a pacientes que se han liberado de esa pesada carga, y como su vida, su salud, su prosperidad, han mejorado notablemente; como contagian alegría y entusiasmo. Les he animado, a alguno de ellos, a que vuelvan a mirar la foto que me enseñaron de su niño/a, que vean cómo han sido capaces de sanarle, y se maravillan de lo que les a aportado. Han cambiado, se han trasformado y lo celebramos riéndonos, recordando anécdotas, cuando aún cargaban con una culpa propia, ajena y general, vaya, que se sentían culpables hasta de que no hiciera buen tiempo. Os podéis reír o llamarme exagerada, pero es así, la culpa y su aliado, el resentimiento son algo que si no se aborda, reconoce y se aprende a manejar, crece y crece y llega un momento que nuestro niño y joven adolescente herido domina toda nuestras acciones y reacciones alcanzando cotas insospechadas de enajenación y sufrimiento.

Sentirse culpable, sentir culpa o tener remordimientos de conciencia  es algo por lo que  todos  hemos pasado, nos resulta conocido; vaya, que sabéis de lo que hablo. Es más, puede hasta resultar, en principio, aburrido, puesto que es un tema manido. Sin embargo, me animo a escribir sobre ello, hacer unas anotaciones sobre el tema para que al que esté interesado le puedan servir, al menos, para empezar. Insisto, porque cada día que pasa veo los efectos nocivos que produce no tomar conciencia, veo la falta de visión ocasionada por la niebla densa de las emociones.

Tomar conciencia de nuestra culpa conlleva una revisión de los hechos,  el arrepentimiento y pedir perdón o perdonarnos y otras veces una sonora carcajada al ver que no hay motivo alguno para habernos sentido culpables. La culpa es un buen indicador de que algo interno sería conveniente revisar, nos avisa, entre otras cosas, de un conflicto entre lo que hacemos, pensamos, sentimos y deseamos, con respecto «a otro» o a nosotros mismos. Nos señala los miedos, las inseguridades y esa agresividad que nos corroe.

Existe la posibilidad de aceptar la culpa como algo que forma parte de la vida, algo inevitable, algo normal, que se siente en un momento dado, según las circunstancias, unas veces más que otras  y de esta manera, seguir cargándola sobre la espalda. Poco a poco nos vamos acostumbrando al sobre peso, puede provocar algún dolor que otro, molestias… pero vaya, no pasa de ahí. Es cuando se cae en la negación, y uno se repite a sí mismo o a los demás, Yo no me he sentido nunca culpable de nada, yo no tengo culpa alguna… También cabe la posibilidad de que haya quien esté libre de culpa, no lo sé, pero puede ser.

Hay quien para evitar el regusto amargo, la incómoda, dolorosa y desagradable sensación que produce la culpa, va dejando en el «olvido» algún recuerdo, pensamiento insistente, deseos, sueños, esperanzas, anhelos. Deja de tomar decisiones o las toma sin medir el alcance, las consecuencias, porque no existe la responsabilidad propia y se sigue viviendo o sobreviviendo como mejor se pueda, creyendo que todos los males son «por culpa» de algo o alguien ajeno a él, es decir, en ningún momento se siente capaz de tomar las riendas de  su propia vida, de saber a ciencia cierta que está preparado para aceptar la responsabilidad de sí mismo, los retos del vivir y que la vida ofrece a cada instante la posibilidad de mejorar la existencia. Va poco a poco acallando esa parte íntima, personal que indica la existencia de algo por «revisar».

Esta actitud ante la vida es muy perniciosa, negativa, y dependiendo del rol que toque, adoptar según el momento, victimario o víctima le lleva al individuo a vivir obsesionado, fuera de su centro, de su equilibrio, metido en una espiral que no tiene fin. El sentirse siempre en deuda, o injustamente tratado, provoca sentirse atrapado, envuelto en obligaciones, en pesadas cargas, en batallas que nunca terminan. Enfados con los culpables de la desdicha o fracaso, centrando gran parte de la atención en la venganza, o bien, en un afán de protagonismo agotador, la necesidad de buscar la aprobación general, el aplauso, la admiración en cada acto que se realice. En ambos casos deja de focalizar la atención, la energía en su auténtica responsabilidad, crecimiento personal, evolución, prosperidad; las dos actitudes, basadas en la negación, coartan la creatividad, los proyectos, los sueños. Resumiendo, suprimen el gozo de vivir de manera saludable, la satisfacción de la superación personal, la dicha del agradecimiento, la magia de los encuentros, el gozar de los milagros que la vida trae a cada paso. 

Por suerte, siempre se está a tiempo. La Vida tan generosa no se cansa de dar otra oportunidad para «coger al toro por los cuernos», para aprovechar los instantes y aumentar la conciencia, para vivir en plenitud, para ir descubriendo el propio Poder de transformación, las infinitas posibilidades que absolutamente todos poseemos. 

Para los que estáis hartos de dar vueltas al coco, de cargar con una emocionalidad que nada bueno os reporta, existe la posibilidad de salir, de deshacer el círculo vicioso de la víctima/victimario. Reaccionar desde la culpa comporta mucho resentimiento y éste es una carga terrible, anula el gozo de vivir. Las personas resentidas complican y se complican mucho la existencia, a nivel coloquial digo que son muy molestas, porque claro, la culpa no va sola, le acompaña la rabia, el miedo, la intolerancia, la venganza, la manipulación, el afán de protagonismo constante… todo un paquete de emocionalidad que impide vivir serenamente, con tranquilidad, disfrutando, agradeciendo y, sobre todo, hace creer que los problemas o dificultades diarias son irresolubles, que no tienen solución y lo más grave que no tienen sentido. La culpa y toda la carga emocional que conlleva reduce a la persona a su aspecto mas primitivo, más irracional, desde donde no sabe ni puede pensar, reflexionar, tener una visión amplia y positiva. Se convierte en una energía densa, obtusa, opaca, deprimente.

Caer en la cuenta, tomar conciencia de los efectos nocivos que nuestra historia personal ha generado en nosotros, tomar conciencia de nuestros resentimientos, de las supuestas injusticias que hemos sufrido, del posible daño o sufrimiento que hemos causado, nos conduce a sentir, a aceptar la culpa que nos acompaña. Tener la valentía de observar, conectar con nuestro niño interno es un viaje interior muy beneficioso que nos libera, nos reconforta y permite trasmutar, transformar toda esas emociones que nos han cegado e impedido ver las oportunidades y todo nuestro gran potencial. Porque no hay que olvidar que ese pequeñín o adolescente sigue dentro de nosotros gritando, esperando ser escuchado, atendido, aceptado, amado. 

Os animo y acompaño en el proceso de sacarle del cuarto oscuro donde sigue castigado o escondido, llorando con mucha rabia y miedo; que sepa que a partir de ahora no habrá  motivo para  darle una paliza o meterle una bronca descomunal, por haber desobedecido, cuestionado la autoridad, por haber suspendido, hablado demasiado o metido la pata… a ese niño que sigue creyendo que papa y mama discuten, gritan o se van por su culpa… a ese niño que se sintió obligado a cuidar y estar pendiente de los demás, dejando a un lado sus propias necesidades, sus planes de futuro…Y ¿qué me decís de ese niño o niña que ha padecido las risas, las burlas por ser diferente? 

Os animo y acompaño a escucharle, a acariciarle, y a serenarle. Porque va a ser la única manera de que deje de interferir negativamente en vuestra vida, ese niño o niña resentido, acomplejado, asustado y agresivo por haber sido insultado, ridiculizado, ignorado, por haber sido callado tantas veces, castigado y mal tratado en casa o en el colegio. Ese niño o niña, quiere hablar y quiere que se le escuche pero sólo desde el Amor.  De esta manera comenzará a crecer, a aprender, a pensar, a reflexionar, a integrar y aceptar, requisitos, estos, indispensables para madurar y desarrollar todas sus facultades, para convertirse en el ser creativo, amoroso, independiente, feliz  que sabe que es, pudiendo desarrollar toda su potencialidad y disfrutando y gozando del placer de compartirlo.

¡Cuánto niño o niña herido, castigado está esperando que la Luz le ilumine y le saque de la oscuridad! Ánimo, vale la pena intentarlo. 

Os deseo unas muy buenas y merecidas vacaciones.