¡Llegó el verano! y sin a penas darme cuenta, me ha pillado, quitándome el delantal, a punto de celebrar el Solsticio. ¡Qué barbaridad! Estoy agotada, cansada de todo el año, pero muy contenta. Quiero poner la mesa bonita, con flores, en mi jardín, rodeada de árboles y pájaros cantando, celebrando que se acercan las vacaciones, el descanso merecido, la playa, el mar, el sol, los paseos por la naturaleza, disfrutar de mi familia, que cada día es más grande, de mis amigos. El calor, que tanto me gusta y necesito, si, el calor, sentir los rayos del sol y disfrutar de la sombra. ¡Madre mía! Dejando volar todo un mar de sensaciones, se me olvida poner la mesa.
Para ello, saco el mantel y las servilletas elegidas para la ocasión, ya todo lavado y planchado, con ese olor a limpio; la vajilla y cristalería especial, para estas celebraciones únicas. La miro terminada y aprecio lo heredado, los regalos que me han ido haciendo, también lo que he ido adquiriendo poco a poco a lo largo de mi vida, con ilusión, a veces con esfuerzo, otras con miedo a equivocarme, sin dejar la decisión, la valentía y por suerte la certeza, que aparece cuando puede; ahí veo la disciplina, el compromiso, junto a la esperanza y gratitud que han transformado a la decepción, la tristeza y a la rabia. ¡Qué bonito! huele a Amor, lo expande la brisa que está soplando. Por ahí, escondidos van saliendo los caprichos que de vez en cuando, me he dado, comprando algún detalle que me llamaba la atención por su color, por su luz, por su textura. Bien, me gusta el resultado.
Ha llegado el momento de sacar la comida en las fuentes y bandejas. Disfruto recordando el proceso de elaboración de los nuevos platos. La selección y recogida en Otoño de los ingredientes; en Invierno, tenerlos en casa y comenzar la preparación, recogida, concentrada, callada y en Silencio, atenta a las instrucciones; cuando en Primavera comencé a vislumbrar como iba ligándose la salsa, como iba probando y sazonando, atenta al «chup chup», sabiendo que lo que se estaba cocinando requería de un cuidado especial, poniendo toda mi atención, todo mi amor. Me veo preguntando, pidiendo ayuda, repasando alguna receta que no había entendido del todo. Mientras que atendía llamadas de socorro, acariciaba pies, manos y cabeza catalizando la Fuerza Vital, el Amor que todos tenemos y recordando al que todos estamos conectados. Esa energía del Intento que nos sostiene y dirige. Me he visto fluir, aceptar, respirar, dejar ir, llorar, reír, divertirme, enfadarme.
Ahora que lo pienso, ha habido un poco de todo, el típico susto de que me había pasado con las especias, otro día a punto de que se me cortara la mayonesa, de repente probaba y daba saltos de lo rico que estaba, pero aún faltaba algún hervor. No ha sido fácil integrar los nuevos ingredientes, desconocía cuál sería el resultado. Sobra decir el genio que aparecía cuando algún intruso pretendía meter la cuchara sin cuidado, con arrogancia, intentando añadir algo de su propia cosecha y queriendo que tirara a la basura mis pucheritos, cazuelitas y sartenes. El horno caliente iba dorando y asando a su ritmo, me ha gustado mucho vigilar que no se me quemara nada, rociando con su propio jugo para que no se secara, quedara jugoso.
A la hora de la verdad, ha sido un placer todo el proceso, desde salir a comprar lo que necesitaba, el encontrarme con personas maravillosas que han aportado nuevas recetas e ingredientes, hasta estar en mi cocina elaborando mis platos y esperando a que éstos estuvieran listos para ponerlos en la mesa y degustarlos con los invitados.
Siento una especie de nerviosismo, de agitación interna, una alegría que me recorre todo el cuerpo, así que voy a centrarme, respirar, conectar, ¡necesito sobriedad! Me desborda todo lo que estoy sintiendo, percibiendo, ¡qué maravilla! lo celebro, lo disfruto, pero esta energía no dejo que se disperse, la sigo entregando al Intento para seguir su Plan.
En medio de la mesa coloco un cartel:
¡Bienvenidos! Muchas Gracias por vuestros regalos. Disfruto celebrando, compartiendo, recibiendo vuestro amor, ánimo, confianza y gratitud.
Ahora, os animo a compartir algo dulce, como palabras, abrazos, una mirada, una sonrisa. Os animo a avivar vuestra hoguera para quemar todo aquello que ya no os sirve, agradecer su compañía y ayuda hasta ahora y prepararos para el fuego reparador y renovador. Yo me voy a dar una ducha y prepararme para recibir.