Miedos, Desafíos, Retos

Feliz 2019

 

solsticio-de-verano-lou-asterOs deseo un muy, muy pero que muy Feliz Año Nuevo.

Año lleno de retos, de aventura, de calidez, de besos, de caricias, de playa, de mar.

Año de montañas, sumergirse en los ríos. Calentarse al sol y baños de luna.

Año de conectar con estrellas, con ballenas, con el delfín.

Año de colibrí y volar con la mariposa.

Año de muchos ladridos, ronroneos y bienvenidas.

 

 

 

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Conectar, Conexión, Intento, Ser · Objetivo, Metas, Propósitos

¿Tienes tu propia Red?

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Hola ¿cómo estás? ¿Qué tal te han ido estas vacaciones? Igual te quedan ya muy lejanas, pero espero y deseo que hayas disfrutado, descansado y recobrado fuerzas para comenzar el «nuevo curso«.

Con toda la energía renovada, hoy te propongo una reflexión y un reto. Si, justo ahora que comienza el «curso», que se acerca el Equinoccio de Otoño, y que seguro tienes proyectos que te gustaría llevar a cabo, se trata de que no vayas perdiendo energía, que no aparezca el cansancio y el desánimo.

Durante las vacaciones del Verano, estando en plena Naturaleza, acompañada del mar, de los árboles, de los pájaros, vacas, caballos, observando la luna, las estrellas, sintiendo los rayos del sol decidí apagar el móvil, quería sumergirme en el tiempo y en el espacio. Necesitaba desconectar para conectar, pero no sólo en el rato de la meditación, sino que formara parte de mi día, quería buscar el equilibrio entre estar pendiente de mi móvil con todo lo que conlleva y saber estar sin él, para estar conectada a «la Otra Red«. Quería y necesitaba poner toda mi atención en lo que estaba haciendo,  viviendo el Aquí-Ahora, dejando libre a mi percepción, sacando mis antenas internas y, me fue tan bien, que lo incorporé a mi rutina, incluso, muchas veces lo olvidaba en casa o encenderlo de nuevo.  Te engañaría si te dijera que, al principio, no me costó, ahí fue donde pude ver qué escondía «esa necesidad», además de que, no pasó nada malo por «estar fuera de cobertura«, al contrario,  lo volvía a encender y ahí estaban las llamadas perdidas, los whats…y yo cada vez con más energía y con una mejor claridad de visión.

Todos estamos conectados a la red, buscamos wifi allá donde vayamos, miramos el móvil constantemente a ver si tenemos un whatsup o un mail. Nos sentimos obligados a «compartir» nuestro estado, a dar una respuesta inmediata.  El teléfono o tablet se han convertido en la «nueva pareja» a la que le hemos jurado fidelidad absoluta y nos acompaña a todos nuestros actos.  Nos hemos hecho tan dependientes que si no vamos con él no sabemos estar en el mundo, parece que nos falte algo imprescindible para vivir, hemos llegado a creer que forma parte de nuestra identidad.

Soy fan de Internet, del móvil, de las redes sociales, pero como todo en esta vida, tiene que tener su espacio y su tiempo. No puede «ocupar» toda la atención, porque colapsa la Otra Conexión, y le regalamos toda nuestra energía. Se ha convertido en una auténtica necesidad,  si no vamos con el móvil nos hace parecer impar, como si faltara una parte para ser completa.

Mientras estés atenta al móvil, aunque sea de manera sutil, dejas de atender otros fenómenos al 100%. Te pierdes toda la magia, todo aquello que no se ve, que no se oye, que no se siente a primera vista, que precisa de una atención, de un estar con-centrada o en tu centro. Tener una vida plena, feliz, exige toda tu atención. Mirar, observar, sentir, escuchar, elegir, estando pendiente del móvil, es una falacia, pero se ha convertido en el compañero de vida con el que cargas a todos los sitios donde vayas, desde ir al cuarto de baño, hasta en la cama.

Las mujeres vamos conquistando poco a poco la independencia, el saber y poder estar solas, teniendo o no pareja, pero otorgando importancia al saber estar con nosotras mismas. Así que te invito a reflexionar sobre, ¿cuánta necesidad de «conexión-distracción» externa te hace falta para sentirte tranquila, segura? ¿Queda algún resquicio oculto pero activo de ese miedo a sentirte sola, a que nadie te quiera, a que nadie cuente ya contigo? O, por otro lado, ¿hay una voz suave pero insistente que te acusa de no estar pendiente de los demás, de la familia, del grupo, de los hijos o de quien sea? ¿Te da vergüenza estar en un lugar público sin compañía y acudes al móvil o tablet para sentirte acompañada? ¿Te sientes capaz de vivir en este mundo por ti misma, o crees que algo te falta, que no estás completa?

Tener un objetivo, un propósito o un sueño personal es básico para tu equilibrio, para tu felicidad pero pide compromiso, dedicación, tiempo, atención para llevarlo a cabo. Exige decir «no puedo estar por ti ahora», exige no responder a las llamadas en ese preciso instante, exige dejar de sentirte imprescindible para con los demás y exige acabar con la creencia que si eres tú misma, que si «te haces caso» eres una desobediente y no vas a soportar  el castigo.

Este temor te distrae, te aparta de poder conectar con lo que sientes, con lo que eres en realidad, tanto si es cómodo como si no lo es tanto. Te impide dedicarte en cuerpo y alma a lo que te enriquece como persona, a lo que te gusta, a lo que te motiva, a lo que te divierte.

Tienes mucha más capacidad para crear, cuidar, dar y amar de lo que crees, pero  hace falta «desconectar» de la red Wi-Fi del mundo sin culpabilidad para «conectar-reconectar» con  tu propia red, con tu propio Wi-Fi que te conecta con tu Esencia que está conectada a la Energía Creadora y así tu vida, tu trabajo, tus relaciones sean un verdadero reflejo de ti, de tu Creatividad única e individual. Limpiar, sacar, tirar, escoger, agradecer, decir adiós o dar bienvenidas, para ordenar tu vida, tu espacio interior, para conquistar tu lugar en el mundo, sin miedo, sin culpa, con Amor, con Alegría, agradecimiento y entusiasmo hace que te sientas bien, en equilibrio, en plenitud y los de tu alrededor también.

La clave de acceso a tu Wi Fi personal e intransferible es, «aprender a desconectar»,  «estar fuera de cobertura» , poner toda tu atención en lo que estás haciendo en ese momento, poner «en modo avión» tu móvil. Luego te concentras sólo en lo que estás haciendo, da igual,  ducharte, arreglarte, trabajar, limpiar, ordenar, caminar, estar con amigos, con hijos, con tu pareja, con familia, conducir… Regálate esta oportunidad, date este tiempo, experiméntalo y luego vuelves a mirar tu teléfono, tanto las llamadas como los mensajes están ahí, esperando, no se han ido.

Si eres de las que no se conforma con acudir una hora al día  o tres a la semana para ir a un centro donde practicar meditación, relajación, etc.  si te gustaría hacerlo en casa, pero te resulta complicado, algo casi imposible y te vas desanimando; si tu sabes que salir a la Naturaleza a recargarte, te va muy bien pero que a la mínima vuelves a perderte, a dispersarte. Pero quieres, eliges, necesitas más, y buscas integrar en tu vida tu propia conexión, te invito a aprovechar toda la energía del Otoño porque durante el equinoccio el eje de la Tierra se encuentra en una posición que permite que los rayos del Sol incidan de igual forma sobre el hemisferio norte y el hemisferio sur, haciendo que la duración del día y la noche en todo el planeta sea igual. A partir del equinoccio de otoño, los días empiezan a tener cada vez menos minutos de luz solar  hasta llegar al solsticio de invierno, en que tiene lugar la noche más larga del año.

Te animo a comenzar con este pequeño reto, buscar el equilibrio entre lo de fuera y lo de dentro, entre tus dos hemisferios, no te desanimes, inténtalo, es el primer paso, y si no puedes, o crees que no sabes, o quieres más,  me puedes escribir o llamar, estaré feliz de colaborar contigo, en ayudarte a que instales en tu vida tu «Nueva Conexión Personal», a fluir, vivir, aprovechar y conectar con las Estaciones conectando con la Energía del Universo, de la Creación. Estar conectada con la Energía de la Tierra, con la del Universo…

Estoy deseando recibir tu experiencia, cómo te va, tus opiniones o sugerencias, porque también me encanta y hace muy feliz la conexión contigo, no olvides que no es incompatible, pero para conectar con los demás es imprescindible aprender a conectar con una misma.

Hasta muy pronto, con amor, Lou

Conectar, Conexión, Intento, Ser

La estrategia del caracol

 

Hace muchos años, allá por finales de los 80 o principios de los 90, vi una película, creo colombiana cuyo título era La Estrategia del Caracol. Me pareció buenísima en su momento, y siempre he tenido ganas de volver a verla; la he buscado por los videoclubs y no aparece, debe estar descatalogada. Es posible que alguien de los que me lea, la conozca y me diga donde y cómo puedo conseguirla. Pero mientras eso ocurra la nombro para hacerle un pequeño homenaje desde estas páginas.

Fue la que me inspiró, la que puso palabras a una necesidad que siempre he tenido, y no sabía cómo llamarlo:  «hacerme caracol». Amigas mías, si me leen, sonreirán acordándose de la consigna. Ellas sabían que cuando estaba en fase caracol no salía, no llamaba, desaparecía, salvo para casos de verdadera urgencia, de lo contrario yo me guarecía en mi cueva, me metía en mi caparazón protegiéndome de toda influencia externa.

A lo largo de mi vida lo he seguido haciendo y cada vez me resulta más imprescindible. Soy sociable por naturaleza, me vuelve loca estar con mi gente, y además  conocer personas divertidas, con sentido del humor, creativas, valientes. Me lo paso genial y disfruto muchísimo. El placer de quedar con un amigo-a, a charlar tranquilamente, a contarnos cómo nos va la vida, a compartir nuestros últimos descubrimientos y avances; el placer de una reunión, de una tertulia intercambiando opiniones en un lugar cómodo y agradable, me parece que nunca lo abandonaré; y no quiero dejar de mentar, lo que se entiende por una buena juerga. Eso que llegas a casa partiéndote de risa y al día siguiente sigues riéndote de las bobadas que has hecho, dicho y compartido, incluso a veces, ni te acuerdas y te viene una culpabilidad…de narices, que la intentas acallar llamando a los de la juerga y tímidamente pregustas, me pasé ayer con alguien? Estuve borde?. La respuesta llega como una ducha templada y relajante, no pasó nada de lo que me pueda arrepentir. Perfecto, así dispuesta para la próxima. Si a esto añadimos música y baile, vaya, lo máximo. Si, acepto con toda la tranquilidad del mundo mi vena «bohemia» y suelo estar bastante dispuesta a armar una.

Pero volviendo al caracol, también mi estrategia de molusco ha sido apartarme del «mundanal ruido» encerrarme en mi concha, quedarme en casa y ordenar, limpiar, tirar. Otras veces, tumbarme y no hacer absolutamente nada, nada más que descansar. Hacerme caracol podía ser perfectamente salir a la calle, pasear sin rumbo fijo, meterme por calles, mirar tiendas, o no, dependía del día; meterme en el coche e irme de excursión a cualquier lugar que no conociera. Subirme en mi vespa y tomar caminos distintos, meterme por calles que nunca había pasado. No esperaba nada en concreto, ni idea de lo que buscaba, simplemente era una necesidad, como otra cualquiera de estar sola conmigo misma. Eso sí, siempre intentaba encontrar un lugar agradable donde poder sentarme, tomar algo, sacar mi libreta, mi pluma Mont Blanc (soy fetichista nata) y ponerme a escribir.

Un requisito indispensable era no ir a lugares conocidos, tenía que haber el factor sorpresa, el dónde acabaré, qué encontraré, era fundamental. Así he conocido sitios tremendos, que según llegaba, me entraban las ganas de salir por patas. Pero también lugares maravillosos, que me quedaba absorta, sorprendida y con ganas de gritar dando gracias por semejante descubrimiento,  que luego me ha encantado compartir. Mostrarlos, con el temor e inseguridad, de que igual no les iban a parecer tan geniales como a mí, pero siempre han sido muy apreciados. Igual que mis rinconcitos, como les llamaba, he descubierto música, librerías, restaurantes, barcitos, tiendas, personas que no he vuelto a ver pero que me regalaron su tiempo y un rato inolvidable.

Esta necesidad, por llamarle de alguna manera, me ha acompañado siempre. He cambiado de ciudad, de país, de continente. Y no sé cómo me las arreglaba o arreglo para encontrar mi momento caracol. Repito, me puedo quedar encerrada en casa, en la habitación del hotel, o puedo salir al exterior, pero eso sí, sola. Perderme en el silencio,  entre la multitud, fundirme con la gente, y si no hay, simplemente con el paisaje y dejarme llevar.

Es curioso pero me he dado cuenta que a lo largo de mi vida, esta necesidad se ha acrecentado y cuanto más diferente, más desconocido a mí sea el lugar, la gente, las costumbres, más me gusta. Para esto no hace falta salir muy lejos, muy cerca de mí, he visto y conocido cosas totalmente ajenas y distintas; al mismo tiempo, muy lejos de mis orígenes, ha sido, precisamente, donde mayor empatía he sentido y mayor identificación en proporción he tenido.  Es la magia de la vida, donde menos te imaginas, conectas de una manera increíble. Se crea un momento mágico donde ocurren miles de cosas maravillosas, que te aclaran, que te centran, que te impulsan a seguir viviendo, que reafirman que vale la pena estar en este mundo.

Para terminar, quiero añadir que estoy muy agradecida al caracol y a su forma de estar en este mundo. Me ha enseñado a guarecerme ante una ligera agresión, a esconderme bajo una capa protectora; pero también me ha enseñado a ir con mi casa a cuestas, muy ligera de equipaje, dispuesta al viaje y a la aventura siempre que se presente la oportunidad. Me ha enseñado a aislarme del mundanal ruido y a concederme el tiempo de soledad necesario para enriquecerme, para nutrirme, para conocerme, para gestar proyectos, para crear mi vida y así cuando estoy con mi gente poder dar lo mejor de mí, poder compartir mi experiencia, mis descubrimientos y la magia de la vida, que es lo mejor que hay en este mundo.

 Gracias caracol por tu ejemplo.