Miedos, Desafíos, Retos · Sanación

Mama cumple cien años

Mi madre siempre ha sabido sacarme de quicio y llevarme al límite. Ya en los últimos años, cada vez menos, obvio, pero es ella la que ha rozado los límites y se ha quedado justo, justo en el «quicio», y cuando «vuelve», siempre he acabado diciendo: «Me ha vuelto a tomar el pelo, ¡Mamá cumple 100 años!», título de una película española del año 1979. Su director fue Carlos Saura quien junto a Rafael Azcona escribió el guión; nominada al Oscar a la mejor película extranjera y Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de San Sebastián. Los actores, excelentes, recuerdo perfectamente a Rafaela Aparicio, la madre; Fernando Fernan Gómez, Geraldin Chaplin, Jose María Prada, Amparo Muñoz…

Mi madre, una mujer extraordinaria, de gran fortaleza, muy bien conservada y muy cuidada, bastante a menudo, padecía alguna dolencia física dolorosa. Por regla general la causa solía ser algún disgusto que había tenido. Disgustos de diferentes índoles, pero disgustos. Así era como yo lo escuchaba y registraba desde muy temprana edad. Lo único que podía hacer yo era no «darle disgustos» y vigilar que nadie se los diera. «Misión Imposible» otro título de película que formó parte del discurso, para gozar de una madre sana al 100 por 100. Por eso crecí con la amenaza de que mamá se podía morir en cualquier momento y que había que portarse muy bien para evitar algún posible disgusto. Muchos permisos negados para que no se preocupara y así estuviera tranquila, muchos planes no llevados a cabo por la misma razón, hasta que llegó un momento que pude ir tranquilizándola o ella misma me dejó por imposible, porque estaba claro que yo crecía con ganas de vivir, de experimentar y no de quedarme quieta como una hembra cuis, asustadiza.

Pasaron los años, mi madre, con sus dolencias, seguía al pie del cañón. Llamadas de teléfono, sustos inesperados, hacían que dejara absolutamente todo lo que estuviera haciendo para desplazarme corriendo a su lado y gracias a Dios, solo se quedaba en susto, a los pocos días estaba como si nada hubiera pasado. Todo volvía a la normalidad. Volvía a coger el coche, el tren o avión y de vuelta a la normalidad. No me voy a detener en las miles de anécdotas que guardo en mi memoria, pero hay una que quiero comentar puesto que viene a colación con el tema de títulos de películas. Hace años compartía con mis hijas una serie de dibujos, «South Parck» para adultos. Recuerdo en casa muchos objetos con los muñequitos, tazas de desayuno, peluches, imanes… mi preferido era Kenny, me encantaba y en tono de humor un día comente, ¡Es igual que mi madre! Mamá… qué cosas dices…me decían mis hijas, o ¿Pero cómo se te ocurre semejante comentario? Era la pregunta de alguien que me lo oía decir. A lo que tranquilamente respondía, que si, que como Kenny, mi madre se «muere en cada capítulo» y resucita de nuevo, hasta el próximo.

Pero cuando ya cumplió 94, todo apuntaba a que no habría un «próximo capítulo» y quería estar a su lado en sus últimos momentos. Estaba harta de dar explicaciones y pedir permisos en el trabajo, de viajes imprevistos y, sobre todo, de sustos a muchos kilómetros de distancia. La angustia de no llegar a tiempo, disfrazada de humor se transformó en una decisión radical, «no quería repetir».

Volviendo a «Mamá cumple cien  años», mi madre los acaba de cumplir. Ver la cifra encendida en la tarta, impresiona. Verla a ella, emociona. Ha sido maravillosa, preciosa, mimosa, cariñosa, atenta, divertida, geniuda, manipuladora, tremendamente dulce y femenina. Ahora queda el recuerdo, pero todavía puedo gozar de ella, de su olor maravilloso, de su piel fina, de tomarla de su mano. Ya no me puede dar un abrazo, pero yo a ella sí, la aprieto, a veces se deja y se queda quieta, otras se quita, se queja y me río. Hace dos años, me dio un cachete y me sigue castigando, a su manera, si no voy a verla, si no estoy pegada a su falda. La mayoría de las veces está ausente, en su mundo, pero a veces me pregunta cómo tiene la piel, y le encanta que le diga que está muy guapa. Muchos días no quiere darme el beso, pero cuando me lo da…. ¿Qué siento? ¿Qué es el beso de una madre? Es la fuerza de la Tierra que te penetra. Sientes que te autoriza, que te anima a seguir viviendo, a seguir luchando, a seguir amando.

Que se tiene que integrar a «mamá» es algo que todos sabemos. Que aceptarla tal y como es, es requisito indispensable para madurar. Que todo aquello que nos desagrada o no entendemos de ella, lo tenemos que revisar en nosotros mismos porque lo hemos heredado, fijo, es otro de los puntos básicos en nuestro crecimiento, y que lo que nos gusta o admiramos también. Tarea difícil, doy fe de ello, puesto que no siempre resulta fácil. Así que hoy a los 100 años de mi madre, le agradezco absolutamente todo lo que me ha dado. La Vida, para empezar, y todas sus lecciones, consejos, advertencias, pero sobre todo, su insistencia, no se cansa, no tira la toalla. Ahí sigue, dándome otra oportunidad para «revisar-me».

Gracias mami por enseñarme algo más a tus 100 años, porque esos sustos que me has metido durante toda mi vida, yo también los he dado y no me había dado cuenta hasta tu centenario. Lo mío no ha sido en forma de dolencia, de enfermedad, sino en mi manera de pensar, de ser. Ese tener en vilo a los que te aman porque haces o te pasan cosas que no se entienden, y te ven sufrir y al cabo de nada, vuelves a estar bien, eso ¡mami!, yo también lo he hecho o hago. Ni te cuento cuando he descubierto lo de tu y mi Guardia Pretoriana…Esa protección, yo también, jefa. Y qué rabia me daba, eh?

Esa «pelea» que he mantenido contigo para que te «comportaras» como yo esperaba, como yo necesitaba, se ha ido fundiendo a lo largo de los años en aceptación. Celebro tu cumple sin culpabilidad por haberme ido, celebro tu cumple sin rabia porque he tenido miedo a que me dejaras. Celebro tus 100 años contenta, feliz, satisfecha porque tu dolor y mi dolor se ha transformado en experiencia para conectar con el dolor ajeno. Eso que tan bien sabías hacer tú. 

Celebro tu cumple recibiendo otra de tus muchas enseñanzas, un regalo, sutil, profundo, como tu amor. No se cuánto tiempo te quedes entre nosotros, no se cuántos sustos más me vayas a dar, ya no hay nada que me impida conectar contigo, así que los que tú quieras mami, pero quiero que sepas que te has ganado a pulso el derecho a descansar.

Aprovecho esta ocasión para agradecerte todo lo que me has dado, transmitido, enseñado, a tí como a tantas mujeres que me habéis precedido. El mes de marzo, día de la mujer, tu cumpleaños, el mío, aniversario de mi «regreso», me ha inspirado para hacer un recordatorio de admiración y agradecimiento a todas las madres, a las mujeres, maestras, que me habéis  precedido, que habéis luchado en muchos frentes dejando la piel. Reconozco la fuerza del vínculo, y cada día acepto y tomo conciencia del Poder que tiene una madre, me daba miedo conectar con mi energía femenina, sacarla a la luz,  pero ni modo, mami, tú me has guiado.  Eres mi primera maestra de vida, ahora ya, sin revelarme, sin enfadarme, sin esa maldita culpa que impide pensar, sentir con claridad, sin esa autoexigencia corrosiva que dificulta o impide la serenidad. Simplemente «es lo que hay» y es así como, desde que lo he visto y aceptado,  me siento libre y puedo sentir y disfrutar de todo lo que te he querido siempre, mogollón mamá.

A tí, en concreto, te tocó vivir en el exilio. ¿Cuál fue mi investigación para el Doctorado?. Te fuiste lejos de los tuyos, de tu clima, de tu luz, de tu cultura, de tu idioma, si, idioma, hablas en mexicano, otro acento, otra entonación. ¿Te acuerdas cómo sentías cuando te hablaba «fuerte»? Pues yo me quedo chiquita cuando me gritan, cuando me riñen. Tú reñías, castigabas, ponías límites pero suave, hablaba tu corazón. Así que ahora intento cuando me pasa respirar y no bloquearme por el miedo y rabia, para dar una respuesta o poner un límite. Me cuesta mami, me cuesta todavía. ¿Recuerdas cuando me reía porque hablabas a medias, como Cantinflas? ¿Qué crees? Siempre me han dicho que hay veces que no acabo las frases o que hablo a medias. Ya se de dónde me viene y así cuando quiero, hablo clarísimo, pero también soy la reina del escaqueo. Asusta pronunciarse, ¿verdad? 

Nunca olvidaré las bienvenidas y despedidas. La llegada de tus sobrinos. Nunca olvidaré aquel abrazo a tu hermana Concha en la estación después de no verla desde hacía veintitantos años. La mejor Noche Buena, cuando llegaste del cine y te esperaban de sorpresa tus hermanos. Yo también mamá, también les quiero y mucho, estén cerca o lejos. Pero lo que más me debió doler fue a mis 5 años cuando te avisaron de la muerte de la mamita y tú sin poder estar a su lado. 

Viviste con miedo, mucho miedo; te tocó sortear, recordando el son de la marimba, una época de abnegación;  soñando un danzón, te acoplaste a la dictadura de la razón por encima de la magia; tuviste los pies en la tierra, atenta y atendiendo a todos, silbando con Agustín me llevaste a  Veracruz, rinconcito de tu alma. Es hoy todavía, que sigo llorando al escuchar a Jorge Negrete, «México lindo y querido». ¿Eres tú o soy yo la que añora? La que vive con ese saquito de nostalgia.  Somos las dos, mami, porque eso, también lo tengo de ti. Te tocó vivir unos años con una libertad limitada, de silencios, en una atmósfera gris y mar frío. Has podido resistir a todo, incluso a los disgustos, sufrimientos, pérdidas. Tú si que puedes decir, «Confieso que he vivido», porque has sabido gozar, compartir, disfrutar y amar. Siempre del brazo de tu marido, cuidada, mimada, amada; tú siempre a su lado, acompañándole, apoyándole, animándole, a tu ritmo, «tortu» y «leona» al mismo tiempo. Cada 16 de Marzo, tu rosa; ayer, 75 años.

Tu fortaleza, feminidad, dulzura, cariño elaboraron las mejores comidas del mundo, esa mezcla de ingredientes, que ahora lo llaman fusión y que tú lo hacías desde tu nostalgia, pero mostrando tu cara alegre; ahora, cuando me queda algo muy rico, se que eso es tuyo, tu sazón; ya nunca volveré a disfrutar con tu tarta de fresas y leche condensada, fuiste incapaz de enseñar la receta, la hacías «a ojo», pero espero algún día atreverme a hacerla en tu honor. Me acunaste con tu música, y ahora es como muchas veces me consuelo; me meciste con tu baile y ahora es como me gusta moverme por la vida; con tu colorido, tus flores, tus plantas, tus canarios cantando me diste un hogar, ahora allá donde vaya se hacer el mío; me acariciabas, me reconfortabas, tranquilizabas y ahora hago Metamórfica porque se con absoluta certeza que  las caricias ayudan muchísimo a sanarte ; me enseñaste a tejer, a coser, a manejar mi atención y ahora hago Silencio; has dejado huella en mí, mamá, un legado que espero poder compartir. Sólo me queda volver a decirte ¡GRACIAS MAMI!. ¡Ah! también te agradezco cuando me pongo muy nerviosa porque quiero que todo quede perfecto; cuando me pongo de genio porque veo la casa revuelta, cuando veo a alguien y me viene enseguida un parecido a algo, «¿de qué tiene cara»? te pregunto, aunque se que ya no me vas a responder, pero te seguiré haciendo preguntas, imaginándome tu cara, de tu mano, y escuchando atenta tu respuesta, como de niña, cuando aún no me había enfadado.

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Un beso

La estancia en Barcelona me ha vuelto a conectar con personas fundamentales en mi vida, que me siguen enseñando, dando información y a retomar mi nombre completo. Hace años que me explicaron la importancia del nombre que tenemos cada uno de nosotros, lleva una energía, una información, es decir, que no es casual. La verdad es que hice caso pero sin estar del todo convencida. Si, firmaba con mi nombre completo pero nada más. Lo dejé, como otras muchas cosas en el cajón de los recuerdos.

El caso es que me vuelvo a encontrar con lo mismo, entre risas me recuerdan este tema. No me acordaba de todas las explicaciones, sólo que era la energía femenina el María de mi nombre, lo que estaba suprimiendo. Así que vuelta a empezar, comienzo a decir a los de mi entorno que por favor, me llamen Mª de Lourdes.

( Aprovecho ahora también para señalar que el blog cambiará de nombre, dejaré de utilizar seudónimos, y se llamará Mª de Lourdes. Como no se cómo se hace, haré uno nuevo igual que éste pero con mi nombre completo).

Otra información que me dan es el Ho’oponopono, Pero no sabes lo que es el Ho’oponopono? Pues no, no había oído hablar de eso en mi vida, y me explica una maestra y amiga, Mª del Carmen Boira, la que me enseñó la Técnica Metamórfica, la que me ayudó catalizándome a seguir mi camino, a ganarme la vida y poder dar el salto y cruzar el charco. Sin pensarlo, voy en busca del libro, además escrito por otra querida amiga, Mª del Carmen Martínez Tomás, que me ofreció compartir su despacho, mi primer despacho como terapeuta en Barcelona. Lo empiezo a leer y al mismo tiempo comienzo a practicarlo. Alucinante.

Recomienda comenzar por los padres y ahí voy yo, comienzo con mi papi y con mi energía masculina, si la que me viene por parte de los hombres de mi familia, Lo siento, perdóname, te amo, gracias. Decir desde el corazón esas 4 palabras estaba significando mucha información y una paz desconocida.

Desde que llegué de Barcelona me he centrado en ello, toda una semana sin poder parar. Me venían personas, situaciones, veía la TV, las noticias y en lugar de juzgar, Ho’oponopono.

El lunes pasado, aparece la necesidad de saber más sobre la importancia de decir mi nombre completo. Es como si necesitara refrescar algo, no sabía bien qué, sobre la energía femenina. Busco en internet a la maestra que me habló por primera vez de la importancia de aceptar mi nombre enterito. Y «la encuentro en Internet», con teléfono para conectar¡¡¡ En la lista de libros publicados había uno que no había leído y ni corta ni perezosa llamo a su editorial. Sorpresa más que agradable, escucho una voz que no es la suya pero me resulta conocida, Rosa María, mujer, pintora valiente que me acuerdo de ella muchas veces. Su cuadro, un bosque de colores vivos está en mi casa. Todo mi cuerpo vibró de la emoción de poder hablar con ella. Le digo lo que busco, lo que necesito porque estoy trabajando mi energía femenina y masculina. Además le comento lo del nombre y me lo vuelve a explicar animándome. Queda en enviarme los dos libros con dedicatoria de Marta Cabeza, la autora.

Aquí quiero apuntar que fue Marta la que hace muchos años me sugirió en uno de sus cursos que volviera con mi madre, que hablara con ella, que la escuchara. Nunca he olvidado aquel viaje que hice para estar con mamá. Me costó un montón encontrar el momento para estar las dos solas hablando y le solté que necesitaba hablar con ella, escuchar sus consejos. Fue maravilloso, hablamos largo y tendido, !qué tiempos aquellos¡ Si, si, Marta Cabeza, la misma que me dijo que mi nombre era Mª de Lourdes, que empezara a asumirlo, sin vergüenzas ni miedos. Después de casi 12 años, vuelvo a recurrir en su ayuda.

Cuelgo agradecida del milagro que acababa de vivir, de la red invisible que nos une y ayuda. Que tan sólo con hacer una llamada encuentro ayuda, apoyo, y la información necesaria para continuar.

Al día siguiente, martes, siguiendo con el Ho’oponopono, recibo un mensaje de mi hermano el mayor. Quedamos para el día siguiente para ir a ver a nuestra madre. He de decir que no le había visto desde 18 años atrás, que se cortó la relación por un serio conflicto familiar. Miércoles, acudo a la cita, fui tranquila, con el corazón abierto a ver a mi hermano y a acompañarle a casa de nuestra madre.

Los libros llegan el jueves, justo el mismo día que acudo a casa de mi madre, corriendo porque se ha puesto mal. En el portal me los entrega el portero y sin necesidad de abrir el paquete lo abrazo y siento que no estoy sola. Hablo con el médico y a esperar, parece que va mejorando. Junto a mi madre, dormidita, me pongo a leer como una loca. Al ver las dedicatorias de Marta, me emociono y les escribo dando las gracias.

Mi madre mejora cada día pero siento unas ganas tremendas de estar con ella. Ya no hace falta, está bien, hasta nuevo aviso, pero me da igual, me hago caso y la voy a visitar cada día. Me acuerdo de la frase de Bert Hellinger Si tienes a tu madre bien integrada en ti, ¡brillarás! O lo que es lo mismo para mí, podré recibir su luz, su legado. Este artículo de la Vanguardia me lo envía mi hija. Es maravilloso, verdad?

Me preguntaba si no era una tontería, venir cada día, sin hacer nada, tiene quien la cuide, la cambie, la mime, yo en su casa, a su lado, hablándola, sin respuesta, besándola, ella  sonríe a veces. Ella está en su mundo y yo a su lado sin hacer absolutamente nada. Hasta la hora de irme, que me despido hasta el próximo día. El tener muchas cosas que hacer no tenía ningún significado ya para mí.

Hoy lunes de nuevo he venido a verla. Ha dormido bien, no está hinchada, está estable. Le saludo y hablo mientras desayuna, le acaricio su cara, mueve su mano, me acerco y me da un beso. !Madre mía¡, no tengo palabras para expresar todo lo que significa ese beso de mi madre y su mano cogida de la mía, lo que me ha trasmitido, lo que me ha hecho sentir.

Ya sólo me queda dar las gracias a Mª del Carmen Boira, Mª del Carmen Martínez, y Marta Cabeza, todos ellas mujeres maestras que me trasmitieron su experiencia, que me han ayudado de nuevo a alcanzar un sueño, quizá el más importante para mí, poder estar junto a mi madre en paz, serena, tranquila, sin necesitar nada, sin prisa, sin angustia, sólo agradecida de todo lo que me ha dado que va más allá de la vida, de todo lo que me ha enseñado y trasmitido. Mi primer y gran maestra. Hoy me ha recibido ella, mi madre, con un beso. Gracias mamá, te quiero.