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El Disimulo

Hola, ya estoy aquí de nuevo. ¿Cómo te ha ido? Has descubierto algún plan, trabajo, proyecto, deseo nuevo que te gustaría realizar?

Seguro que sí y por muy insignificante que creas que es, no olvides, tiene importancia. Y ¿sabes por qué? Porque sale de ti, es tuyo, te pertenece, así que escúchate, déjale salir y lánzate a observarlo con mucho cariño, darle su espacio y a ver qué pasa.

Acuérdate, no todo se ha de llevar a cabo de inmediato, a veces nunca se realiza, pero comenzar a considerar, mimar y amar lo que sale de ti es un gran avance e incluso muy divertido. Se nos olvida que podemos ser mucho más entretenidas que la TV y que nos lo podemos pasar con nosotras mismas muy bien, y si luego lo compartimos, ni te cuento, a qué si?

Si no ha «nacido» todavía, no te desanimes, vive la espera con esperanza ya que vendrá, seguro.  Eso sí, pero le preparas el espacio, eh?

Por mi parte este mes he seguido con la tónica de aparcar las redes sociales, apagar la TV y sólo atender el móvil.

¿Cómo te lo diría? Pero cuando dejas de estar pendiente todo el rato del «mundo exterior», y buscas centrarte en tu mundo interior,  es cuando pueden aparecer opiniones, ideas, proyectos propios, personales porque les das su  espacio.  Es por esto que te animo a que te lances, te sugiero que entres en la «Fase semicaracol*«,  se necesita utilizar esta estrategia, hay una saturación de ruido, un exceso de información, inputs constantes que sacan del centro, el cual cuesta recuperar.

Hoy, además, quiero comentarte algo también muy personal y al mismo tiempo muy común, seguro que te ha pasado o te está pasando.

Fue quizá un exceso de espontaneidad, unas ganas tremendas de compartir, una pasión y una energía desbordante que no sabía canalizar, lo que me llevó a «hablar demasiado«, a «meter la pata«, a montarla parda, vaya. Lejos de mi intención, que era el compartir mi entusiasmo o mis miedos o mi vulnerabilidad o mis dudas, pues, a veces, ofendía o incomodaba al personal y, claro padecía unas reacciones y consecuencias que, no sólo no entendía, sino que me hacían daño. Así, de esta manera, fui creando un mecanismo valiosísimo de defensa llamado «el disimulo» o en lenguaje familiar, «hacerme la sorda«; es decir, no respondía, o  permanecía callada o hablaba sin decir nada, pero tampoco escuchaba, me «iba a mi mundo», desconectaba.

Pasó un tiempo que me daba vergüenza o miedo o pereza decir  abiertamente lo que pensaba, sentía, me gustaría hacer, qué era lo que realmente me hacía feliz y me interesaba. Era una manera de sentirme protegida de los comentarios, de las risas o, incluso de algunos ataques verbales que iban mucho más lejos del hecho en sí, pero esa misma protección, sin yo saberlo, la tenía hacia mi, también. Me protegía de mí misma. Curioso, ¿verdad? Pero, ¿a que te resuena?

Me resultaba agotador, me generaba un sentimiento de culpa el «no ser» como tocaba, aquello que llaman ser «políticamente incorrecta» y me hacía vivir en una gran contradicción conmigo misma. Me sentía fatal. Poco a poco gracias a personas que habían pasado por lo mismo, no hay que olvidar que a todo el mundo no le pasa, y no pasa nada, pero a los que nos pasa, lo pasamos fatal, fui aprendiendo a aceptar «esa parte» de mí con naturalidad, con cariño, incluso con mucha ternura hacia mí. Que sepas que es imprescindible.

Aceptarme primero para luego poder aceptar al otro, para sentirme bien conmigo misma y con el entorno. Aprendí a decir adiós desde el cariño y agradecimiento a muchas cosas y a gente.  Fui aprendiendo a manejar toda mi emocionalidad sin miedo. Lo primero, aprender a callar para escuchar. ¿Pero cómo callar, si no decía o contaba nada? ¿Escuchar? Con lo bien que me salía «hacerme la sorda»?

Aquí está la magia, aquí está lo divertido, el gozo de vivir, descubrir como tus propias trampas, una vez conocidas y aceptadas, se trasforman en valiosos recursos y te sirven para crecer, para evolucionar, para ser feliz.

Entonces, igual que me desconectaba y me iba a la luna, poco a poco fui desconectando mi diálogo mental, las conversaciones interminables conmigo misma, el darle vueltas y no sacar nada en limpio, es decir, me enseñaron a  salir o cortar el «bucle» que era agotador.

Te lo comento y lo comparto porque seguro que a ti te ha pasado o te está pasando algo parecido con algún deseo, opinión, sueño,  que tienes muy íntimos, muy personales y que decirlos, compartirlos te causa una especie de temor y te dices que no tiene demasiada importancia, que para qué vas a decir o hacer eso ahora, y acabas convenciéndote con un total, da igual. Pero sigues dándole vueltas, porque, a pesar de que lo aparques, vuelve, insiste en ser escuchado, en salir a la luz.   Y, sin embargo, es muy importante escuchar, compartir para materializar opiniones, ideas, sueños, deseos con otros, ¿no te parece?

Seguro que te ha pasado infinidad de veces que has escuchado a alguien atreverse a decir algo, a realizar algo y te has sentido totalmente identificada, y te dices a ti misma yo quiero ser así, quiero poder hacer eso o aquello, tranquila, con naturalidad, ¡por favor!

¿Sabes qué pasa? que son palabras o acciones que salen de un deseo interno, una vez escuchado, aceptado, amado y que detrás hay un Voluntad que las ampara, un Silencio que guía y dirige.

Desde aquí quiero agradecer a todas las personas que a lo largo de mi vida me han abierto caminos, posibilidades, que me ayudaron a salir de ideas preconcebidas, que me hicieron dudar, reflexionar, que me movieron de mi zona de confort, aunque a veces no «me gustaba» lo que me decían y otras, en cambio, salía encantada. Da igual, el caso es que movida por el agradecimiento y envuelta y arropada de amor, fui aprendiendo a «no disimular«, ante los demás, pero sobre todo, ante mí misma. Aprendí a escuchar y a escucharme, dejé de «hacerme la sorda» como me decía mi madre. ¡Huy, como me acuerdo de ella!

Ahora, busco el Silencio, me sumerjo en él y lo escucho para poder vivir en este mundo sin que me arrastre la emocionalidad como en una noria, como me decía una amiga, que sube y baja y si no te apeas acabas mareada.

¿A que te están entrando ganas de comenzar o de continuar?

* Hablo de la Estrategia del Caracol en un post anterior, es una estrategia muy recomendable.

 

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Objetivo, Metas, Propósitos

Delegar

A veces se tienen tantas ideas en la cabeza que resulta complicado llevarlas a cabo. Lo mismo pasa con las obligaciones, responsabilidades, deseos, planes… «Cuántas cosas tengo que hacer, ¡que barbaridad! y no tengo tiempo para nada». Cuando oigo decir esto, algo me resuena, se enciende una luz amarilla indicando que hay que escuchar entre líneas. «Estoy agotada, me duele todo el cuerpo», es otra de las frases que escucho y que suele ir acompañando a la anterior.

En un principio, me alegra oír decir esto, me lleva a pensar que hay muchas ideas por llevar a cabo, innovaciones, que hay mucha creatividad esperando a ser mostrada y que es cuestión sólo de tiempo. «Que bien» exclamo, «que maravilla que te falte tiempo para hacer todo lo que te gusta, todo lo que te apetece, esto quiere decir que tienes muchas cosas, sueños, planes, proyectos por hacer y que tan sólo has  realizado una parte, estás muy joven, tienen planes, que bien». Mi alegría molesta, incomoda y de inmediato como mínimo se me indica que no he entendido nada, que vuelvo a equivocarme.

Me disculpo por no haber entendido absolutamente nada y sigo escuchando a ver si me entero esta vez. Cual es mi asombro cuando se me dice que no se trata de que uno esté cansado por un exceso de trabajo simplemente, no, ¡que va! se está agotado por NO HACER absolutamente nada de lo que se quiere, de lo que gusta, de lo que da satisfacción.

En el metro, en el coche, a solas voy dándole vueltas a la conversación y pienso que a veces hacer lo que uno realmente quiere conlleva mucho esfuerzo por el conflicto que ocasiona. Un conflicto personal, una lucha de «voluntades». Es como si nuestra voluntad estuviera dividida y dos fuerzas contrapuestas tiraran de nosotros. Dar la razón a la voluntad de hacer lo que se nos impone, de lo que creemos que «debemos hacer», de lo que marca la tradición, la cultura, el ejemplo a seguir, agota, eso es lo que nos deja hechos un trapo. Cuando llega la noche y vemos que en todo el día no nos hemos dado ni una satisfacción, que toda nuestra actividad ha estado dedicada a realizar acciones que no nos aportan buen humor sino un resentimiento callado, una rabia contenida y una necesidad imperiosa de cambiar de vida, con el sentimiento de fracaso de que no podemos, de que ya es demasiado tarde, no podemos dormir, no descansamos, porque la otra fuerza, la «otra voluntad» nos grita, nos demanda que le hagamos caso.

Nadie dijo que fuera fácil hacerle caso. Sin embargo, probar de vez en cuando nos puede tranquilizar y demostrar que tampoco es para tanto. No propongo un giro radical a nuestra vida, ni tampoco cortar por lo sano con todas las obligaciones, simplemente, esta noche, cuando aparezca la sensación de frustración, en lugar de auto compadecernos por nuestra «mala vida», nos regalemos unos minutos para escuchar que nos gustaría hacer al día siguiente. No vale repetir algo que ya hayamos hecho, sino hay que intentar hacer algo nuevo. No importa si no aparece al instante, se trata de en la cama esperar a que llegue esa idea nueva para llevar a cabo y, a cambio,  dejar de hacer algo que hacemos siempre y que nos «molesta».

Para terminar diré que algo que nos produce mucho cansancio y dolor es no delegar. Continuamos con obligaciones que han caducado, no nos tocan ya, pero que hacen que nos encontremos imprescindibles. La falta de confianza en «los otros» de que sean capaces de desenvolverse por si mismos, se lleva cargando sobre los hombros y duele un montón.

La satisfacción al escuchar lo buenas que somos, lo sacrificadas, lo responsables, todo lo que hacemos por los demás, llámese hijos, maridos, madres, no nos llena plenamente. Igual, si decimos que no a algo y ese pequeño rato lo dedicamos a hacer alguna actividad que nos guste, que nos de satisfacción, vamos viendo que sin nuestra presencia y cuidado absoluto se saben defender, saben organizarse y salir adelante perfectamente. Luego vendrá preguntarnos si nos ha compensado o no. Hay quien elije ser victima de la situación, estar en la auto compasión y en la queja y hay quien elije salirse de esa espiral, actualizar su realidad, no querer ser imprescindible y delegar responsabilidades ajenas para poder hacerse cargo de su propio «bien estar» y «buen humor».

Objetivo, Metas, Propósitos

Bienvenido Otoño. ¿Te atreves con el desapego?

Ya estoy de nuevo mirando por la ventana, me quedo absorta viendo el tronco del peral, las hojas y las peras que hay por el suelo y las pocas que quedan en el árbol. Pienso que he de hacer compota, no se pueden desperdiciar, aunque darles un buen mordisco también me gusta, bueno me gusta mucho más, siempre y cuando conserven ese punto de verdor, esa dureza que provoca ese ruidito al morderlas  y lo suficientemente maduras para que se me caiga el jugo por la comisura de los labios.

De vuelta del jardín a mi ordenador, con la pera en la mano, disfrutando del fruto semi maduro. No es el prohibido, no es una manzana, esta vez me como una pera y no por ello dejo de disfrutar. Afortunadamente también encuentro placer en lo permitido, menos mal, eh? Pero hoy no quiero hablar de lo prohibido, no,  quiero comentar no sólo el placer de lo permitido sino incluso de lo muy recomendable.

Hoy mirando el árbol a través del cristal me he acordado que ayer comenzó el Otoño. Me encanta esta estación, por el colorido del paisaje, por todas las esperanzas y sueños que encierra el Otoño. Una vez de vuelta de las vacaciones, es como si nuestros sueños y los nuevos proyectos tomaran más fuerza y vuelven a surgir. Se parece al primero de año, «Año Nuevo, Vida Nueva», que todo invita a tener buenos propósitos. Ahora, en esta estación comenzaba el nuevo  año escolar y  arrastramos la costumbre de la emoción de empezar de nuevo, qué más da un año o un curso.

Conversando con una paciente y amiga, que es justo hoy su cumpleaños le comento que sería bueno  encontrar información sobre el significado simbólico del Otoño, y me lee un texto muy bonito que habla de la caída de las hojas, de los paseos por el bosque y lo que más me llama la atención de todo lo relacionado con esta estación es  el desapego. Si, si, el Otoño, entre otros muchos significados, nos recuerda cada año la importancia del desapego.

Como voy a realizar nuevos proyectos, como voy a llevar a cabo alguno de mis sueños, si antes no me he desprendido de viejas costumbres que boicotean mi creatividad. Como voy a comenzar «un nuevo curso» si tengo todavía creencias que me tienen bien sujeta y agarrada, que me impiden avanzar. Como voy a comenzar una nueva etapa ágil, ligera con ilusión y esperanza,  si voy cargando resentimiento,  envidia, soberbia y mucho, mucho miedo.

Me encanta el Otoño, es una maravillosa oportunidad que nos brinda la Vida para renovarnos, para sacudir todo lo viejo o inservible. De nuevo la Naturaleza nos indica los pasos a seguir para estar y ser cada día mejor. Es tan fácil observarla, es tan fácil fundirnos en ella y esperar a que nos hable.

A mí me ha gustado y costado mucho realizar ejercicios de desapego a lo largo de mi vida. Confieso que a veces me he pasado, he llegado a desprenderme con amor de muebles, ropa, personas, lugares, sueños, ilusiones, en fin de todo aquello que sentía era necesario decir adiós. Luego, al cabo del tiempo he ido a buscar alguna cosa y me he vuelto loca hasta caer en la cuenta que le dije adiós en un momento dado. Y es ahí donde aparece la duda, habrá valido la pena? Funcionará esto del desapego? Siempre me acuerdo de mi Barbour, que tanto servicio me hizo y tanto me gustaba, por poner un ejemplo al azar. Bueno pues cuando me invade la duda, paro de golpe y observo mi vida desde aquel momento que me desprendí de algo que realmente sentía desde mi corazón que debía hacerlo.  Se trata de decir adiós con amor y agradecimiento a algo que ya no es imprescindible o que dificulta mi Camino con la esperanza de dejar espacio a lo nuevo. Con la confianza de que la Vida tiene esperando algo mejor para mí. Con la certeza de que hemos venido a este mundo a ser felices y que nos merecemos lo mejor. Que hay una fuerza creativa que nos ama intensamente. No apegarse a las emociones, a las propiedades, a las relaciones conlleva cambios, conlleva un espacio-tiempo de vacío, que asusta. Nuestra idea de seguridad nos engaña haciendo que temamos más al cambio que al dolor, que al sufrimiento, que al aburrimiento o monotonía de una vida sin alegría, sin retos, sin ilusión. Preferimos quejarnos de nuestra situación que hacer algo por modificarla, por el simple miedo a la pérdida de algo conocido, donde nos sentimos mal pero seguros. Sin embargo, una vez experimentado, una vez que nos hemos atrevido a dar el primer paso, la duda desaparece una vez vistos los resultados.

Me ayuda desprenderme de un objeto que simboliza para mí una emoción, una tendencia, una situación de la que me quiero desprender. Hago una especie de ritual y vuelvo a darle las gracias por el servicio prestado hasta ahora. Acordaros que todo es energía y ésta, según dice la ciencia y la con-ciencia, ni se crea ni se destruye, se trasforma y esto es lo que pido a la Vida, una trasformación, una renovación de mi misma, de mi vida. Una ayuda para seguir evolucionando, para seguir el Camino, mi Camino hacia la plenitud, hacia la serenidad, hacia la Unidad, hacia el Amor.