Objetivo, Metas, Propósitos

Delegar

A veces se tienen tantas ideas en la cabeza que resulta complicado llevarlas a cabo. Lo mismo pasa con las obligaciones, responsabilidades, deseos, planes… «Cuántas cosas tengo que hacer, ¡que barbaridad! y no tengo tiempo para nada». Cuando oigo decir esto, algo me resuena, se enciende una luz amarilla indicando que hay que escuchar entre líneas. «Estoy agotada, me duele todo el cuerpo», es otra de las frases que escucho y que suele ir acompañando a la anterior.

En un principio, me alegra oír decir esto, me lleva a pensar que hay muchas ideas por llevar a cabo, innovaciones, que hay mucha creatividad esperando a ser mostrada y que es cuestión sólo de tiempo. «Que bien» exclamo, «que maravilla que te falte tiempo para hacer todo lo que te gusta, todo lo que te apetece, esto quiere decir que tienes muchas cosas, sueños, planes, proyectos por hacer y que tan sólo has  realizado una parte, estás muy joven, tienen planes, que bien». Mi alegría molesta, incomoda y de inmediato como mínimo se me indica que no he entendido nada, que vuelvo a equivocarme.

Me disculpo por no haber entendido absolutamente nada y sigo escuchando a ver si me entero esta vez. Cual es mi asombro cuando se me dice que no se trata de que uno esté cansado por un exceso de trabajo simplemente, no, ¡que va! se está agotado por NO HACER absolutamente nada de lo que se quiere, de lo que gusta, de lo que da satisfacción.

En el metro, en el coche, a solas voy dándole vueltas a la conversación y pienso que a veces hacer lo que uno realmente quiere conlleva mucho esfuerzo por el conflicto que ocasiona. Un conflicto personal, una lucha de «voluntades». Es como si nuestra voluntad estuviera dividida y dos fuerzas contrapuestas tiraran de nosotros. Dar la razón a la voluntad de hacer lo que se nos impone, de lo que creemos que «debemos hacer», de lo que marca la tradición, la cultura, el ejemplo a seguir, agota, eso es lo que nos deja hechos un trapo. Cuando llega la noche y vemos que en todo el día no nos hemos dado ni una satisfacción, que toda nuestra actividad ha estado dedicada a realizar acciones que no nos aportan buen humor sino un resentimiento callado, una rabia contenida y una necesidad imperiosa de cambiar de vida, con el sentimiento de fracaso de que no podemos, de que ya es demasiado tarde, no podemos dormir, no descansamos, porque la otra fuerza, la «otra voluntad» nos grita, nos demanda que le hagamos caso.

Nadie dijo que fuera fácil hacerle caso. Sin embargo, probar de vez en cuando nos puede tranquilizar y demostrar que tampoco es para tanto. No propongo un giro radical a nuestra vida, ni tampoco cortar por lo sano con todas las obligaciones, simplemente, esta noche, cuando aparezca la sensación de frustración, en lugar de auto compadecernos por nuestra «mala vida», nos regalemos unos minutos para escuchar que nos gustaría hacer al día siguiente. No vale repetir algo que ya hayamos hecho, sino hay que intentar hacer algo nuevo. No importa si no aparece al instante, se trata de en la cama esperar a que llegue esa idea nueva para llevar a cabo y, a cambio,  dejar de hacer algo que hacemos siempre y que nos «molesta».

Para terminar diré que algo que nos produce mucho cansancio y dolor es no delegar. Continuamos con obligaciones que han caducado, no nos tocan ya, pero que hacen que nos encontremos imprescindibles. La falta de confianza en «los otros» de que sean capaces de desenvolverse por si mismos, se lleva cargando sobre los hombros y duele un montón.

La satisfacción al escuchar lo buenas que somos, lo sacrificadas, lo responsables, todo lo que hacemos por los demás, llámese hijos, maridos, madres, no nos llena plenamente. Igual, si decimos que no a algo y ese pequeño rato lo dedicamos a hacer alguna actividad que nos guste, que nos de satisfacción, vamos viendo que sin nuestra presencia y cuidado absoluto se saben defender, saben organizarse y salir adelante perfectamente. Luego vendrá preguntarnos si nos ha compensado o no. Hay quien elije ser victima de la situación, estar en la auto compasión y en la queja y hay quien elije salirse de esa espiral, actualizar su realidad, no querer ser imprescindible y delegar responsabilidades ajenas para poder hacerse cargo de su propio «bien estar» y «buen humor».

Anuncio publicitario