Tengo la vieja y muy gravada costumbre de enrollarme. Para decir cualquier cosa, por muy simple que sea, me voy a los orígenes, y según como, puedo incluso desviarme del tema para luego volver. Suelo acabar diciendo, Para no hacerte el cuento largo…Una vez que lo he hecho larguísimo, es mi coletilla. Mis amigos, pacientes como nadie, escuchan atentos todo el rollo que les casco, pero al final, ocurre el milagro, gracias a su paciente escucha, puedo hacer el resumen, la tan ansiada síntesis y todo tipo de conexiones que me provocan uno de los mayores placeres conocidos por mí.
Si no fuera por estos ratos, no sabría prácticamente nada de mí, de Historia, Filosofía, sociedad, política, de la Técnica Metamórfica, de Física Cuántica, en fin, de nada. No sabría nada, porque para mí el conocimiento se basa en la elaboración y proceso de la información. Tengo tanta, hay tanta información que me llega por todos lados y a todas horas que si no tengo a nadie dispuesto a comentarlo conmigo y, sobre todo, a escuchar todas mis diatribas, no elaboraría absolutamente nada.
Reconozco que otro gran escucha es el papel o, en su defecto el ordenador. Si, desde hace muchos años, cada día escribo mis hojas donde me vacío, donde escribo todo lo que sale de mí. Discuto, cuestiono, pregunto, afirmo tratando al papel como a un compañero de vida amable, paciente y cómplice.
Pero a dónde quiero llegar? A comentar sobre el silencio. Me he pasado recomendando hacer Silencio o parar el diálogo interior casi toda la vida. Soy fan de hacer Silencio pero al silencio que me refiero hoy, nada que ver tiene, sino todo lo contrario.
Pensar cómo os sentís cuando no obtenéis respuesta alguna, de la Vida, de la familia, del marido, compañero, amante, del jefe o jefa…del hijo o hija adolescente. El silencio familiar…y ese silencio tan familiar…
Ese silencio nos hace sentir ignorados, insignificantes o lo que es lo mismo, sin significado. Nos hace sentir fatal.
Me pregunto, y me respondo a toda velocidad porque es una pregunta muy sencilla, ¿cuántas veces me he quedado en silencio, sin prestar el más mínimo interés, ignorando o castigando a alguien?
Quiero advertir que no tiene nada que ver lo que digo con las personas calladas. Es una cuestión de vibración no de ruido. He tenido la suerte de estar y convivir con gente que casi no habla y es lo que me ha permitido apreciar la diferencia. Depende de la vibración, insisto, de lo que «responden» o trasmiten y el abanico es amplio.
Me vuelvo a preguntar, ¿soy consciente de mi vibración a cada momento del día? Este donde esté y con quien esté?
Difícil, eh? Pero no imposible!!! Gracias a todos por vuestras cariñosas respuestas a lo largo de mi vida.