Conectar, Conexión, Intento, Ser

Solsticio de Verano

StockSnap_4IMSJB7ZF5

¡Llegó el verano! y sin a penas darme cuenta, me ha pillado, quitándome el delantal, a punto de celebrar el Solsticio. ¡Qué barbaridad! Estoy agotada, cansada de todo el año, pero muy contenta. Quiero poner la mesa bonita, con flores, en mi jardín, rodeada de árboles y pájaros cantando, celebrando que se acercan las vacaciones, el descanso merecido, la playa, el mar, el sol, los paseos por la naturaleza, disfrutar de mi familia, que cada día es más grande, de mis amigos. El calor, que tanto me gusta y necesito, si, el calor, sentir los rayos del sol y disfrutar de la sombra. ¡Madre mía! Dejando volar todo un mar de sensaciones, se me olvida poner la mesa.

Para ello, saco el mantel y las servilletas elegidas para la ocasión, ya todo lavado y planchado, con ese olor a limpio; la vajilla y cristalería especial, para estas celebraciones únicas. La miro terminada y aprecio lo heredado, los regalos que me han ido haciendo, también lo que he ido adquiriendo poco a poco a lo largo de mi vida, con ilusión, a veces con esfuerzo, otras con miedo a equivocarme, sin dejar la decisión, la valentía y por suerte la certeza, que aparece cuando puede; ahí veo la disciplina, el compromiso, junto a la esperanza y gratitud que han transformado a la decepción, la tristeza y a la rabia.  ¡Qué bonito! huele a Amor, lo expande la brisa que está soplando.  Por ahí, escondidos van saliendo los caprichos que de vez en cuando, me he dado, comprando algún detalle que me llamaba la atención por su color, por su luz, por su textura. Bien,  me gusta el resultado.

Ha llegado el momento de sacar la comida en las fuentes y bandejas.  Disfruto recordando el proceso de elaboración de los nuevos platos. La selección y recogida en Otoño de los ingredientes; en Invierno, tenerlos en casa y comenzar la preparación, recogida, concentrada, callada y en Silencio, atenta a las instrucciones; cuando en Primavera comencé a vislumbrar como iba ligándose la salsa, como iba probando y sazonando, atenta al «chup chup», sabiendo que lo que se estaba cocinando requería de un cuidado especial, poniendo toda mi atención, todo mi amor. Me veo preguntando, pidiendo ayuda, repasando alguna receta que no había entendido del todo. Mientras que atendía llamadas de socorro, acariciaba pies, manos y cabeza catalizando la Fuerza Vital, el Amor que todos tenemos y recordando al que todos estamos conectados. Esa energía del Intento que nos sostiene y dirige. Me he visto fluir, aceptar, respirar, dejar ir, llorar, reír, divertirme, enfadarme.

Ahora que lo pienso,  ha habido un poco de todo, el típico susto de que me había pasado con las especias, otro día a punto de que se me cortara la mayonesa, de repente probaba y daba saltos de lo rico que estaba, pero aún faltaba algún hervor. No ha sido fácil integrar los nuevos ingredientes, desconocía cuál sería el resultado. Sobra decir el genio que aparecía cuando algún intruso pretendía meter la cuchara sin cuidado, con arrogancia, intentando añadir algo de su propia cosecha y queriendo que tirara a la basura mis pucheritos, cazuelitas y sartenes. El horno caliente iba dorando y asando a su ritmo, me ha gustado mucho vigilar que no se me quemara nada, rociando con su propio jugo  para que no se secara, quedara jugoso.

A la hora de la verdad, ha sido un placer todo el proceso, desde salir a comprar lo que necesitaba, el encontrarme con personas maravillosas que han aportado nuevas recetas e ingredientes, hasta estar en mi cocina elaborando mis platos y esperando a que éstos estuvieran listos para ponerlos en la mesa y degustarlos con los invitados.

Siento una especie de nerviosismo, de agitación interna, una alegría que me recorre todo el cuerpo, así que voy a centrarme, respirar, conectar, ¡necesito sobriedad! Me desborda todo lo que estoy sintiendo, percibiendo,  ¡qué maravilla! lo celebro, lo disfruto, pero esta energía no dejo que se disperse, la sigo entregando al Intento para seguir su Plan.

En medio de la mesa coloco un cartel:

¡Bienvenidos! Muchas Gracias por vuestros regalos. Disfruto celebrando, compartiendo,  recibiendo vuestro amor, ánimo, confianza y gratitud.

Ahora, os animo a compartir algo dulce, como palabras, abrazos, una mirada, una sonrisa. Os animo a avivar vuestra hoguera para quemar todo aquello que ya no os sirve, agradecer su compañía y ayuda hasta ahora y prepararos para el fuego reparador y renovador.  Yo me voy a dar una ducha y prepararme para recibir.

Anuncio publicitario
Alimentación, nutrición, desintoxicación · Sanación · Técnica metamórfica

¿Qué tal comes?

Processed with MOLDIV
Processed with MOLDIV

Hola, ¿cómo estás? Espero que muy bien. Hoy  quiero compartir contigo algo a lo que doy mucha importancia. Soy una más  de las que necesita cuidarse y, por tanto, elijo cuidarme. Quiero sentirme bien, con energía, con un excelente ánimo que me ayude a vivir el día a día con ganas, con ilusión, disfrutando de todo. Me parece básico cuidar mi salud, física, mental y emocional.  Sin embargo, he de reconocer que no me ha resultado fácil, me daba pereza, por ejemplo, hacer jercicio cada día. Ni te cuento, meditar y recapitular. Empezaba con mucho ánimo pero poco a poco me dejaba llevar por miles de tentaciones y posponía todo tipo de «buenas intenciones». Sin embargo, no haber silenciado esa voz interna que me rogaba no abandonar, mi perseverancia, el no «tirar la toalla», o mi firme Propósito ha logrado integrar en mi vida diaria una serie de hábitos que me ayudan a sentirme bien conmigo y con mi entorno.

Hoy solo te propongo uno de ellos, cuidar, atender, poner conciencia en la alimentació. 

Te comento un simple ejercicio para que lo practiques ahora o luego, cuando quieras, vas a ver qué bien te viene:

¿Cómo te sientes ahora? si, en este momento. Te sugiero que  cierres los ojos y pares tu actividad mental. Inténtalo  por unos minutos. ¿Te cuesta? Seguro que más de lo que te gustaría, eh? Cuando te digo «parar la actividad mental» me refiero a que saques tu testigo personal, esa parte de ti que te observa sin juzgar, tan solo, siente, mira, ve. No te agobies si te vienen pensamientos, déjalos estar, pasar, simplemente obsérvalos sin «engancharte» en ellos, y vuelve a observar cómo y qué sientes. La respiración te ayudará bastante a conectar, observa como inspiras y expiras. Seguro que lo has hecho miles de veces. Parece que todo se pare, verdad? El lugar donde estás adopta otra dimensión, los ruidos se transforman en sonidos que puedes identificar, sientes el roce de tu ropa y poco a poco, tu cuerpo, las tensiones, ¿estás muy llena? ¿Tienes hambre? Respiras, poco a poco te vas conectando contigo…

Ya sabes que  la Técnica Metamórfica y todo lo que practico empieza en la conexión con tu cuerpo; sentir, atreverte a sentir; percibes tu Energía, sientes y aceptas emociones, dolor, alegría… para llegar a conectar  con tu Maestra Interna, con el Ser. Me gusta hacerlo de una manera sencilla, para que poco a poco te vayas familiarizando con todo ello, disfrutando de tu transformación, de tus avances. Que vayas entendiendo qué te está pasando y cómo eres capaz de mejorar  y de transformarte. «El hacerlo fácil y divertido» forma parte de mí. Me encanta acompañarte para que, al inicio, no te sientas perdida, no «abandones» y así, logres tu autonomía, conociendo sencillas herramientas que vas poniendo en práctica. Y por eso, hoy te paso una información que a mí me ayuda, me «lo pone fácil», me hace ameno lo que elijo hacer, que es cuidar mi cuerpo, alimentarle y nutrirle para recuperar energía. Me resulta fundamental tomar conciencia de qué como; para qué como; cuándo como;  cómo cuido y nutro mi cuerpo; qué conexión tengo con él;  libero o retengo; digiero o rechazo… Porque mi cuerpo es mi vehículo. Es el que me permite ser, estar, interactuar, sentir, gozar, me lleva donde he de ir, es mi conexión con la materia, con la Tierra, por eso me gusta escucharle, cuidarle. Dicen los que saben, que el cuerpo nos habla y, de verdad, ¡cuánta razón llevan!

Aquí te comparto algunas de las  webs que sigo, porque me gustan y me ayudan muchísimo a alimentarme con una mayor conciencia. https://nuriaroura.comhttps://www.martinaturalbienestar.com. hoy comemos sano.com    http://annalfaro.com/2017/05/24/sobrevivir-la-celiaquia-barcelona/;  www.rawcosmos.com

Seguro que hay muchas más, busca, investiga, elige tú y comparte, difunde lo que te ayuda a vivir en plenitud. Me acuerdo hace más de 20 años cuando comencé a cuidar la alimentación. ¡Madre mía! en mi entorno más cercano era un auténtico bicho raro. Productos ecológicos, integrales… me resultaba complicado compaginar estos descubrimientos con mi cotidianidad.

Fue Carmen Dacosta pionera en nutrición, quinesóloga y una gran profesional, la que me guió. No entendía lo que me hacía cuando me testaba pero había algo en mi que sabia que estaba en muy buenas manos. Seguí, con verdadero esfuerzo, sus dietas mensuales, admirada de la mejoría, era alucinante. Fue con ella que conocí y experimenté, por primera vez el significado de «liberar toxinas», «crisis  curativa», pero me resultaba muy difícil, complicado porque para seguir la dieta me tenía que aislar. Parecia Caperucita Roja con mi cestito y mi comida cada vez que tenía que salir a comer o cenar a casa de amigos o familia. En mi casa, las quejas eran constantes, «querían comer normal». Lógico, eran muy jóvenes y no tenían puntos de referencia a su alcance donde apoyarse más allá de su madre. Era nadar contra corriente, muy cansado, agotador.  Yo estaba obsesionada, lo vivía desde la rigidez,  y lo que tendría que ser momentos de encuentro y disfrute, se convertían en un desastre. Al final desistía y volvía a caer en viejos hábitos, para luego, más adelante, «de urgencias» volver, esta vez sin arrastrar a nadie.  Sus sabios consejos, algunos de ellos, los he seguido siempre, otros los he recuperado.    Nunca olvido sus comentarios sobre la industria farmacéutica, sobre los Lobbies de alimentación, el poder que tienen y qué intereses persiguen. Carmen Dacosta plantó una semilla en mí y aquí le rindo un pequeño homenaje con un enorme agradecimiento. Falleció en el 2012, una gran mujer, una excelente persona, una pionera y gran profesional.

Ahora cuido mi alimentación, pero ya no con aquella obsesión y aquella rigidez propia de mi situación; por supuesto,  a veces me salto todo, y disfruto también, no me penalizó, pero al día siguiente vuelvo a cuidarme porque, sobre todo, quiero nutrir bien mi cuerpo, mi alma, quiero sentirme bien.

Y, ¡qué gozada! ya no me siento sola. Mis hijas lo comparten conmigo y a veces me toman el pelo por «mis inicios» y, junto con ellas, hay mucha gente con el mismo interés. Pero lo que más me ayuda ha sido conectar, compartir mi inquietud con mujeres jóvenes que han tomado el testigo de la nutrición consciente, que han sabido «actualizar» todo un conocimiento, que han fusionado estética, ética, diseño,  y lo hacen accesible, divertido, bonito. Por esto quería compartir contigo estas webs, porque me deleitan con consejos, recetas, propuestas, lugares donde ir, información muy valiosa para mí porque me ayudan a cuidarme y me lo ponen fácil.

Disfruto, celebro y agradezco viendo como se ha continuado toda una labor de concienciación con la alimentación. Nos falta mucho por hacer aún, que llegue a las instituciones, colegios, hospitales… arduo trabajo, pero me anima comprobar cómo se ha conectado con la  Energía Femenina, como se ha sabido actualizar uno de sus muchos dones, como el nutrir, el cuidar, el acompañar, el sanar.

Esto me anima a compartir contigo mi alegría de saber que vale la pena sentir, escuchar, amar y mimar nuestro cuerpo. Que lo que hace años era «nadar contra corriente» hoy es fluir. Me siento muy agradecida de formar parte de todo un movimiento de transformación, que busca ampliar conciencia, ser feliz, de conexión con el Ser y de disfrutar. Dejando fluir nuestra Creatividad, compartiendo, nutriendo nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro Espíritu.

 Me encantará saber tu opinión y sugerencias para seguir compartiendo todo aquello que nos ayuda a ser felices. Muchas Gracias y hasta pronto.

Miedos, Desafíos, Retos · Objetivo, Metas, Propósitos

La Aceptación II

Vuelvo y sigo con la Aceptación. Acepto que os ha interesado y me habéis animado a continuar, acepto que aquí «hay tema» porque a la mayoría cuesta un montón aceptar.

Nos encontramos con que hay, para empezar, dos frentes abiertos. A mí me gusta denominarlos  «Asuntos» internos y externos. Lo interno es todo aquello que forma parte de mí; de mi manera de ser, de sentir, de pensar. Mis creencias, mis expectativas, mis planes o proyectos. Lo externo es todo aquello que viene de fuera pero que me siento implicada. Una orden, una demanda, un trabajo, un carácter o manera de ser de alguien, una opinión, una persona, una actitud, un comportamiento…Pero da igual, a la hora de aceptar tanto lo propio como lo ajeno, siempre se experimenta una ligera dificultad, porque es modificar nuestro comportamiento aprendido  ya que se elimina el juicio. Ni bueno, ni malo, simplemente es. No podemos olvidar los «trastos viejos», todo aquello que vamos cargando, guardando en nuestro interior y que no admitimos ni en broma.

Digo dificultad porque nos hemos creído que es difícil, pero a mí me parece que se ve así porque, por un lado, nos falta información y por otro, no nos hemos puesto a ello. Una vez que se va entendiendo o conociendo el proceso que se ha de hacer, resulta fácil y como todo, a medida que se va aceptando, cada vez resulta más sencillo hasta que se integra por completo y sale solo.

Os animo a que recordéis un ejemplo simple de algo que tuvisteis que aprender de niñ@s porque os gustaba mucho o teníais muchas ganas de hacer. A mí me va muy bien recordar el día que me  regalaron la bici verde, la Orbea, heredada de una hermana. ¡Era preciosa!, ¡enorme! y enseguida me quise subir. Sola en la delantera de casa, parecía un reto imposible, se me caía de todas todas, no la controlaba.  Suerte que la prima mayor de mi amiga se brindó a enseñarme. Al principio me sujetaba el sillín para no caerme, yo tenía miedo y no sabia mantener el equilibrio, hasta que poco a poco me fui soltando. Iba torpe, más pendiente de Belén (así se llamaba la prima) y de si me soltaba, que de dar pedales y  se le ocurrió la brillante idea de que yo debía ir con los ojos cerrados para no saber cuando me dejaba sola, yo sólo tenía que pedalear. Así fue como aprendí a andar en bicicleta, ¡con los ojos cerrados!. Cada vez que lo recuerdo me muero de risa, me inunda un sentimiento profundo de ternura, de agradecimiento. Me veo escuchando atenta sus indicaciones, sentada en la bici, pedaleando, hasta que de repente mis piernas iban solas, ¡me fundí con la bici! «me solté», sin estar pendiente de nada más. Todavía escucho los gritos para que abriera los ojos (menos mal),  y seguí disfrutando como una loca. La ilusión de atreverme, de poder ir a buscar a mi amiga hasta su casa y luego hacer carreras,  bajar la cuesta, fue el motor que me llevó a estar todo el día «entrenando». Como era una niña con toda la inocencia, lo viví con la naturalidad con que aprenden los niños. No recuerdo el tiempo que necesité, ni se me ocurrió pensarlo, simplemente quería andar en bici. Por fin podía ir por el camino con piedras, más contenta que nadie, segura, feliz, a buscar a mi amiga Anabel. No aprendí a la manera ortodoxa, pero no se me ha olvidado nunca esa experiencia y me ha servido en muchas ocasiones.

Acepté que no sabía montar en bicicleta de dos ruedas, que quería aprender, que me podían enseñar y yo seguir las indicaciones. Una vez aprendidas, se trataba de entrenarme hasta que lo lograra. Seguro que me caí y con la misma «normalidad» volví a montar de nuevo. No le daba importancia, formaba parte del juego. Dejaba atrás el triciclo, una fase de mi vida, crecía y crecer implicaba  aprender algo nuevo para pasármelo mejor.

Seguimos creciendo, cambiando, nos vamos trasformando y vamos descubriendo tanto a nosotr@s como a los demás. Es la aventura de vivir y aquí es cuando surge el conflicto, al no aceptar los cambios, los imprevistos. De repente se nos desvela algo nuevo, algo que no habíamos contemplado. Ahí, de inmediato entra el juicio. Es bueno o malo. Si es bueno, nos sorprende gratamente, pero a veces no podemos creerlo, y nos decimos que es imposible, que no puede ser. Ya empieza la lucha, el darle vueltas, el intentar convencernos. Incluso, vencidos por nuestro asombro, preguntamos o comentamos el tema con alguien cercano. Una muestra típica es la necesidad de aprobación externa, que tanto si la recibimos como si no, no quedamos satisfech@s del todo. La desconfianza se apropia de parte de nuestra mente. No me puede estar pasando a mí, ¿cómo es posible?» Esto nos lo decimos siempre.

La otra, es cuando aparece de golpe «algo» que nos parece «mal», inapropiado, injusto, pecaminoso o cualquier otro adjetivo calificativo. Aquí solemos actuar de dos maneras, una es negándolo, como si no lo hubiéramos visto, y la otra es sumiéndonos en un auténtico desánimo: ¡Qué horror! ¿Cómo es posible que sea así; que esta persona piense así; esto no puede ser cierto…

Bien, he mencionado unos puntos básicos que nos impiden alcanzar la aceptación, uno, que ya lo comenté la vez pasada, el juicio de valor; otro creer que es muy difícil, imposible; y el tercero, la negación. Tan sólo mencionaré otro aspecto que se tratará más adelante: El Control. Pero voy pasito a pasito, no se trata de correr, sino de integrar.

Tenemos la tendencia a negar. De niñ@s cuando nos asustaba algo ya nos decían, no te asustes, no hay nada, o nadie, o no tienes que tener miedo. Cuando decíamos o sentíamos algo «inapropiado», no digas eso, ¡por Dios!. Ni te cuento si hacíamos la típica pregunta inoportuna, había que callar. Aprendimos a callar y a negar todo aquello que se suponía incómodo, incorrecto, impertinente. ¡Ya está!, tanto el juicio como la negación lo desarrollamos pitando, por la cuenta que nos traía. Y está muy bien, nos sirvió para ahorrarnos alguna bronca, castigo, pero no nos quitó el sentimiento de culpa, la rabia, el miedo…

Nos cuesta aceptar lo «nuevo», lo «malo», lo «bueno», lo «diferente». Nos cuesta aceptar los cambios, nos revelamos y lo pasamos fatal, perdemos mogollón de tiempo en quejarnos, en negarlo, en fin, un rollo, porque no hay remedio. La vida sigue y nos pone retos. Nos cuesta aceptar «al otro», «lo otro» y «lo propio».  Hacemos lo indecible para que se cambie eso que no queremos.  Todo esto es inútil, una auténtica pérdida de tiempo y de energía, que pudiéramos dedicar a realizar nuestros proyectos, sueños, o, simplemente descansar o divertirnos, o cualquier otra actividad más beneficiosa y hay muchas.

Lo único que cambia, transforma la realidad es la Aceptación. Por lo tanto, lo primero de todo, saber que todo, absolutamente todo lo que deseamos de verdad aprender, somos capaces de hacerlo. No importa el tiempo que nos lleve. Que para aprender, hay que empezar por algo. Es decir, se puede comenzar con algo sencillo, y se trata sólo de intentarlo, si, si, conectar con nuestra auténtica Intención, con la Voluntad  de empezar a aprender a aceptar. Ajá…pero sin olvidar aceptar que nos cuesta, sin juicio, sin machacarnos, con y desde la inocencia de la niñez y desde las ganas de lograrlo.

Querer vivir desde la aceptación conlleva un aprendizaje, un proceso, puesto que llevamos viviendo desde el juicio y negación desde que tenemos uso de razón.  Empecemos por observar que tenemos delante o dentro de nosotr@s. Observar, ser testigos de lo que pasa, de lo que me pasa, de lo que me provoca, sin más. Evitar poco a poco los adjetivos. Preguntarnos qué me produce, qué siento, qué me está pasando y, aceptarlo tal cual. Si, son multitud de emociones que nos asustan; lo aceptamos, aceptamos ese miedo, o rabia, o culpa, o soberbia, o envidia, da igual, simplemente observamos, desde el Silencio interno y lo aceptamos. No hay que olvidar que el Silencio interno, también llamado parar la mente o meditación, acalla el juez que llevamos dentro. Lo mismo que me tenía que fijar en dar pedales, aquí ponemos nuestra atención en el cuerpo, conectamos con él.

No hay que desanimarse, hay que seguir con el Intento. Con el entusiasmo que alimenta la Voluntad. Aceptando nuestras «caídas» y volvemos a intentarlo.

Aceptar no significa estar de acuerdo con todo, simplemente es aceptar. A partir de aquí comienza el Milagro de la Transformación de un@ mismo, del crecimiento y cambios no sólo físicos, sino como personas; de nuestra vibración, entorno, Vida. Al aceptar las emociones es como si desapareciera una niebla densa, pegajosa que impide tener una Visión clara de nosotr@s, de la situación, del nuevo reto. Se transforman en alegría porque comprendemos qué está pasando y para qué. Encontramos sentido, aparecen nuevas posibilidades, diferentes, hasta entonces desconocidas. La realidad la vivimos de otra manera. El aceptar activa la alquimia de la transformación, de la metamorfosis.

La aceptación es amar la vida, es amarnos a nosotr@s, a los demás. Es Vivir desde la serenidad, la armonía, que es lo que más deseamos. Nos concede la oportunidad de estar alegres, el entusiasmo de ir superando etapas.

Para terminar, os agradezco mucho los comentarios que he ido recibiendo y os animo a que sigáis compartiendo vuestras preguntas, dudas y opiniones